Un fantástico Hugh Laurie protagoniza el melancólico retrato de un ministro

Había dos motivos, principalmente, para ver ‘Roadkill‘, la miniserie británica que podemos ver en Movistar+. El primero es tener a David Hare en el guion, cuya ‘Collateral‘ me parece uno de los dramas de tintes políticos más poliédricos de los últimos tiempos.



El segundo es contar con el siempre fiable Hugh Laurie (a quien ya habíamos visto de sagaz político en ‘Veep‘), cuyo sosiego interpretativo y grave voz unida con su presencia es suficiente reclamo. De hecho, al actor es al primero al que vemos en esta serie de cuatro episodios. Su personaje saliendo de los juzgados tras haber ganado un juicio por injurias cuya abogada está convencida de que es culpable.

Peter Laurence es una bestia carismática (a lo Boris Johnson) y todo el mundo da por hecho que es el futuro del partido Conservador británico, lo que le convierte en blanco de todo tipo de ataques tanto de fuera como de dentro de su partido. Lo que nos queda claro desde el principio es que Laurence no es trigo limpio y ha trabajado mucho para compartimentar su vida, sus intereses y sus ambiciones.

La persona política

Pero tampoco Hare nos presenta a este ministro como alguien sombrío y podrido que no quisiéramos nunca gobernar nuestro país. No. Esta no es una historia de buenos y malos, de éticas en la política y de obvias corruptelas y malversaciones. Al guion le interesa ver lo que hay detrás de alguien como él. La persona, no el personaje.

La interpretación de Laurie logra, en todo momento, ese efecto. Puede ser bienintencionado, todo lo populista del mundo, un ser destructivo y tóxico o, simplemente, un ambicioso político que a veces se pasa de la raya. Esa lectura ambigua queda en los ojos del espectador gracias a que el protagonista, al igual que en la vida real, tiene muchos de esos matices y aprovecha que el bien y el mal está en los ojos del que mira.

‘Roadkill’ no es, ni mucho menos, un thriller político. Es un drama que con largas dosis de melancolía nos presenta unas semanas en concreto de la vida de este político, su rivalidad con la Primer Ministra (Helen McCrory), su relación con su lejana mujer (Saskia Reeves) y sus hijas (Millie Brady y Ophelia Lovibond).

A pesar de que la premisa —el descubrimiento de que tiene una hija ilegítima y las luchas políticas— hacía intuir los tiros por donde podría ir, el resultado no es, desde luego, predecible. Y es casi lo mejor que podemos decir de la serie. Todo está ahí, pero el guionista no logra en ningún momento rellenar las expectativas generadas.

El resultado es que ‘Roadkill’ termina siendo un drama insustancial cuya mirada al político, por muy realista y poliédrica que intente ser, queda bastante más fría de lo que conviene.

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