Una denuncia de violencia familiar peregrina de oficina en oficina

Ella es especial. Tiene 9 años. Es hermosa e inquieta, pero padece de una discapacidad. Se  merece la mejor atención y todo el amor del universo.

Sus padres son separados, se turnan los fines de semana para su atención. Este fin de semana llegó con sus nalguitas moreteadas y con rasgos de haber sufrido golpes de cinturón o con algún otro objeto. La madre se asusta y se quiere caer el mundo. Son las 7:50 del miércoles 4 de noviembre, el inicio de este vía crucis por sentar una denuncia de violencia familiar.



Es mi sobrina, le digo que vaya a la Defensoría de la Niñez, oficina central, que tiene todas las comodidades y el personal suficiente para hacer funcionar a esa instancia. La atiende un hombre, le dice “que no puede hacer nada, que tiene que ir a la FELCV, que allá debe sentar la denuncia”. Ella le indica que es un pedido que está haciendo para que lo convoquen al padre a conciliar y determinar si hubo o no violencia de su hija. “Lo siento, no podemos”, le remarca.

Mi sobrina se apresta a retirarse, enojada y desilusionada. Le hablo a una psicóloga, funcionaria de la Defensoría de la Niñez y amiga de muchos años. “Que vuelva, que la atenderemos”, señala. Presta sus buenos oficios, pero insuficientes frente a este delicado caso.

Conversan y le dan un “formulario de derivación”, dirigido al personal de FELCV, una ficha cualquiera. Ella se va a la FELCV de la Av. Santos Dumont. Los policías encargados protestan contra la Defensoría de la Niñez, por esta derivación, argumentando que el caso lo deberían atender ellos, porque así lo establece el código de Niño, Niña y Adolescente y la Ley 348. A regañadientes le redactan la denuncia, pero “vaya comprar papel, y no se olvide de la sodita y para el transporte”, le dice el teniente a mi sobrina. Son las 11:45.

Retornan a las 17:00 a la FELCV, de acá la mandan a la calle Campero, al juzgado que atienden casos de violencia hacia la mujer. La jueza le redacta una orden para un examen forense, pero deben trasladarse al Instituto de Investigación Forense, ubicado en la Av. Cristo Redentor y séptimo anillo. Y ahí acabaron la noche, con la niña en brazos. Todo un vía crucis, que vienen sufriendo una, dos, cinco, cien, quinientas mujeres todos los días, y muchas de ellas desisten por los trámites, la espera y el dinero que deben aportar para estos vaivenes.

La Defensoría de la Niñez, que cuenta con una oficina central y muchas en los distritos municipales, es una de las instancias fundamentales para darle un rostro humano a esta ciudad de la furia. Entre sus responsabilidades está el de resguardar y hacer un trabajo preventivo en los casos de maltrato a los niños, niñas, como este caso, pero que lamentablemente para ellos, pasó a mi conocimiento y como periodista es mi obligación informar, alertar y exigir un remezón para que todo su personal esté a la altura de las denuncias que necesitan urgente atención.

En este caso, lo que pedía mi sobrina era que la Defensoría de la Niñez convoque al padre para que aclare los moretones de la niña, con el objetivo de que no vuelva a ocurrir y darles los máximos cuidados a la niña que tiene una discapacidad. “No quería meterlo preso, sino que tenga más cuidado con nuestra hija”, dice mi sobrina.

La niña, su madre y la abuela estuvieron todo el día peregrinando de oficina en oficina para sentar la denuncia: de la Defensoría de la Niñez (zona del Zoológico) a la FELCV (Santos Dumont), al juzgado de violencia contra la mujer (c. Campero), al Instituto de Investigación Forense (Av. Cristo Redentor y Séptimo Anillo), y la noche llegó a cubrir con su manto. Es  hora de descansar.

Y la vía crucis continuará con regresar a la Defensoría de la Niñez, para que ésta haga su trabajo, lo que tendría que haber realizado desde un principio.

En casos de vulneración de los derechos humanos, la gestión no puede tardar horas, deben ser priorizados y atendidos de forma urgente y eficiente, porque precisamente en la negligencia y en la tardanza, se cometen más violaciones a la víctima. Derecho humano que es pisoteado, si no se atiende con rapidez y calidez es doblemente vulnerado.

Este vía crucis debe acabar con un hecho concreto: que la Defensoría de la Niñez tenga todas las condiciones para atender y dar solución a las denuncias de maltrato infantil. En sus amplias instalaciones con que cuenta, puede tener un médico forense, un juzgado y policía especializada y así hacer menos tortuosa la situación de una madre desesperada que quiere justicia y comprensión a su indignación y dolor.

 

 

Periodista y ex Defensor del Pueblo de Santa Cruz