Te pego, te lastimo en cuerpo y alma, te dejo moribunda. Después conciliamos

“Las feministas han dedicado mucho tiempo y energía a asegurarles a los hombres que no, en realidad no los odiamos, que son bienvenidos”. No se ha obtenido gran cosa a cambio”. Pauline Harmange.

 



Había pensado no analizar más la política nacional, después de las elecciones 2020 y sus resultados: el triunfo del MAS, partido que durante 14 años hizo en Bolivia su experimento populista/autoritario a rajatabla. ¡Qué rotundo sopapo nos llevamos con aquel 55% de votos que obtuvieron quienes nunca creyeron en la democracia, la pluralidad política, el Estado de Derecho, la independencia de poderes, la ética de la mano de la ley. Tampoco en el respeto a los Derechos Humanos, a la libertad de expresión, a la heterogeneidad étnica y cultural, en suma, a la diversidad “como síntesis de múltiples determinaciones”. Marx dixit de manera insuperable, que ellos, tan ‘istas’ que se dicen, ignoran olímpicamente.

No pensaba escribir, porque tampoco hubo autocrítica en las fuerzas políticas y quienes participaron en la contienda 2020, todos ‘con cara de yo no fui’. No fueron capaces de hacer acuerdos o pactos de unidad para evitar el retorno de quienes habían huido, Evo Morales el primero, y renunciado en cascada luego del fraude oficialista de 2019, tras 21 días de huelga en repudio al robo del voto popular. En ambas elecciones la segunda vuelta fue una hipotética tabla de salvación. Miopía política y humana.

Sin embargo, a pesar de que sigo lamentando la deriva revanchista, populista y autoritaria del poder central/centralista, resulta que su naturaleza hoy luce más descarnada en boca del ministro de Justicia. Este funcionario público señaló que hay “un cambio de paradigma”, como tendencia de la región, para darle un vuelco a la lucha contra la violencia hacia la mujer. ¿En qué consiste? Según el ministro, en “Darle la palabra a las víctimas, que las víctimas decidan si van por la vía familiar o vía penal, para mí ese es el cambio fundamental. La víctima tiene que decidir; el Estado no es el padrastro ni tutor de la víctima, ni de las mujeres que sufren violencia, si la mujer quiere ir a la vía penal, va poder ir, si quiere ir a la vía familiar y resolver su conflicto ahí lo podrá hacer”.

La novedad es que pegar, torturar y hasta dejar a una mujer más muerta que viva no sería delito, pues la víctima podría decidir qué hacer con su agresor, violador, pegador. O llevarlo ante la justicia o perdonarlo vía la conciliación, como si la violencia machista, que puede terminar en odio y feminicidio, fuera solo una cuestión legal.

El ministro de marras tiró la piedra en abierta contravención de la Ley 348 contra la violencia a la mujer, que, en su artículo 2 “garantiza a las mujeres una vida libre de violencia, y establece mecanismos, medidas y políticas integrales de prevención, atención, protección y reparación a las mujeres en situación de violencia, así como la persecución y sanción a los agresores, amén de los convenios internacionales de derechos humanos, de los cuales el Estado boliviano ha suscrito su cumplimiento.”

Aunque el funcionario ha puesto retro a su ‘novedad’, la manida conciliación es un flagrante retroceso ante el patriarcado y su violencia, y un atentado más a la dignidad de las mujeres.

Entonces recordé a la francesa Pauline Harmange, en su libro “Hombres, los odio”, con un enfoque franco y crudo sobre la violencia de género, la misoginia generalizada, el machismo y el sexismo.

El libro, que ha causado mayúsculo revuelo en Francia, ha sido comentado por Laura Capelle en el New York Times (12.1.21) y reproducido en El País de España. Harmange, de 26 años, es una nativa digital, empezó con un blog y llegó al éxito editorial. En su escrito aboga por rechazar a los hombres como mecanismo legítimo de defensa contra la misoginia generalizada. Ha tenido críticas, desde luego, pues para muchos es una apología de la misandria”. Es decir, aversión a los varones, reverso de la misoginia.

La filósofa Élisabeth Badinter cree que criticar a los hombres como grupo es más perjudicial que benéfica, y censura el “pensamiento binario” del “neofeminismo beligerante”. Otras voces apoyan a Harmange, sin definirse misándricas. La historiadora Colette Pipon, quien escribió un libro sobre el surgimiento de la misandria en el feminismo francés de los ’70 del siglo XX, la describe como una respuesta no violenta al sexismo y la misoginia, por su valor estratégico para los movimientos feministas. Su conclusión es que “A menudo, las mujeres más radicales hacen que las demás parezcan razonables y les permiten lograr un cambio”. ¡Dialéctica pura!

Como tal, asumo la agenda feminista en todas sus variables. Concluyo que es una opción política en un largo camino para lograr una sociedad sin violencia patriarcal, de género u otras, que las hay muchas. La asumo porque busca la igualdad ante la ley, difunde derechos, propone equidad social y crea espacios de ciudadanía. Como dijera Héctor Shamis, “entre tantos neofascistas, xenófobos y autócratas por vocación, esa agenda es el antídoto contra la recesión democrática de este siglo”. Debiera ser también la agenda de hombres y para hombres en Bolivia.