Tumiri: Me agarré, caí junto al bus; ‘otra vez, no puedo creer’

En noviembre de 2016 se estrelló en un avión en Colombia y este lunes su nombre se escribió entre los heridos de un accidente de bus en la vía al Trópico de Cochabamba.

Erwin Tumiri internado en la clínica Arébalo, de Sacaba, este lunes (i) y en noviembre de 2016, recibido por su mamá y otros familiares, tras recibir el alta luego del accidente. MELISSA REVOLLO-DICO SOLÍS

Erwin Tumiri internado en la clínica Arébalo, de Sacaba, este lunes (i) y en noviembre de 2016, recibido por su mamá y otros familiares, tras recibir el alta luego del accidente. MELISSA REVOLLO-DICO SOLÍS

 

Aunque tiene nuevas heridas en el cuerpo, este accidente también le recuerda las secuelas que le dejó el siniestro aéreo de hace más de cuatro años: el dolor en la columna. Revivió aquellos momentos mientras el bus de Trans Carrasco caía girando metros abajo, él se sujetaba del asiento delantero y luego salía a gatas.



Erwin Tumiri Choque, de 30 años, es el técnico de aviación que sobrevivió al siniestro aéreo del 28 de noviembre de 2016 en Colombia, cuando viajaba en un chárter de Lamia junto a la tripulación trasladando a un equipo de fútbol. Este martes volvió ser solo uno de los heridos en un accidente de un bus que iba a Ivirgarzama, Trópico de Cochabamba.

En el suceso de 2016 murieron 71 personas. Este martes, más de 20. De ambos, Tumiri salió vivo.

Él fue aceptado hace un mes para trabajar en el Trópico. Es subregional de Chimoré en la Dirección de Aeronáutica Civil.

Ahora, está internado en la sala 220 de la clínica Arébalo de Sacaba, compartiendo habitación con otro de los heridos.

No recuerda la hora del accidente. Viajaba dormitando, en el asiento 39, “ventana”. Sintió la velocidad a la que avanzaba el bus y se dio cuenta que iba a ocurrir un accidente.

“El auto estaba corriendo; como que me estuve durmiendo, me levanté y la gente ya estaba gritando”.

El vehículo seguía a gran velocidad. Él se quitó los audífonos y dejó a un lado su celular, que perdió.

“Ahí me agarré del asiento delantero (describe extendiendo las manos como para dar un abrazo). Me encajoné bien, para que no me haga mover ni aun lado ni a otro lado. Me apoyé atrás, ensanché mis hombros. Yo sabía que nos íbamos a dar, porque había semejante velocidad y no agarraron los frenos, supuestamente”.

Tumiri describe los vuelques del bus levantando la mano izquierda y haciendo giros hacia adelante con su dedo índice. Dice que cayó junto con el vehículo y que no se desparramó, “¡gracias a Dios!”.

“Hasta que llegamos al suelo“. Entonces, sintió golpes más fuertes. Pero, él estaba consciente, y pudo salir.

En la zona del Cañadón, en el kilómetro 72 donde ocurrió el accidente, solo hay montañas y río. No hay viviendas ni iluminación.

Tumiri recuerda que estaba oscuro y que sintió miedo. “Cuando salí a gatas. Me senté, vi mi rodilla. ‘Otra vez; no puedo creer’, dije”.

Tiene un golpe en la cabeza que lo dejó “atontado” en ese momento, pero no estuvo inconsciente.

En 2016, Tumiri había percibido traqueteos inusuales en la aeronave de Lamia, eran los motores apagándose. Aquella vez, la azafata también sobreviviente, Ximena Suárez, le dijo que se ponga el arnés, como presintiendo que algo pasaría. Entonces se oscurecieron las luces; y segundos después el avión se estrelló. Entonces, Tumiri estuvo inconsciente y despertó boca abajo en el barro. Revisó su cuerpo, sacó fuerzas, se paró, escucho gritos, gemidos, y vio muertos. Entonces, tenía una herida en el mentón y otras más en los brazos, y le dolía la columna. Reconoció a Suárez y le ayudo hasta llegar a una parte alta del cerro. Después, aparecieron los rescatistas.

Del accidente de la madrugada de este martes, describe que percibió que había gente en el lugar, no sabe si eran otros heridos o quienes fueron a ayudar. A él lo sacaron hasta la carretera, fue uno de los primeros; lo subieron a una camioneta y lo llevaron al hospital de Colomi, de ahí, fue trasladado hasta la clínica Arébalo, en Sacaba.

Se percató de la hora, en la clínica, eran como las tres de la mañana.

Tumiri es cristiano; expone su fe en cada momento. Dice sentirse bendecido y no olvida que su mamá siempre le recuerda encomendarse a Dios; por eso cree que está vivo.

Sus familiares están pendientes de él. Lo visitaron desde en la mañana.

Recostado en una camilla de la clínica, con una herida en la rodilla y dolores en la espalda muestra un buen semblante, sonríe y ríe con algunas bromas que él mismo hace.

“Tengo golpes que acá en el brazo, que no puedo levantar. Pero, poco a poco ya lo estoy haciendo. Y tengo aquí (señala su rodilla) una herida, que estaba abierta”.

El traumatólogo de la clínica Arébalo, Cristian Rivera Rojas, informa: “Tumiri tiene una herida en la rodilla que está sangrando, pero es pura parte blanda, no hay lesión ósea ni ligamentosa a nivel de la rodilla, son partes blandas que vamos a entrar a lavar, hacer un aseo y suturar. Él está estable, consciente y tranquilo”.

Agrega que le harán una sutura, que no es grave y que pronto podría irse.

Tumiri expresa que todavía siente dolor, pero hace notar que es tolerable. Sin embargo, tiene secuelas del accidente aéreo, y los dolores de columna son frecuentes.

“A veces en los partidos cuando jugaba y me caía por accidente, me dolía otra vez la columna”.

SU TRABAJO

Tumiri reconoce que estuvo estresado durante las primeras horas en la clínica, le preocupaba no haber comunicado lo ocurrido en su trabajo.

Pero, se repuso pronto. Ya habló con los comandantes; lo visitaron y le dijeron que no se preocupe.

Durante la pandemia estuvo sin trabajo. Antes se había dado un receso para arreglar la casa de su mamá. Después, le costó conseguir un nuevo empleo. Ahora está más tranquilo.

Se entusiasma al hablar de la aeronáutica civil, es su pasión.

“Yo me quiero superar. La Dirección de Aeronáutica Civil es más estudio, tienes que estar leyendo. No solamente es volar y ya. Hay que ver reglas, leyes. Hay un montón de cosas más atrás la aeronáutica”.

Al haberse trasladado a trabajar en Chimoré, él acostumbraba viajar en vehículos pequeños directos hasta ese municipio. Pero la noche del lunes decidió ir en bus, habiendo averiguado antes, porque “el buzón era grande” y él llevaba su motocicleta para transitar allá y otras pertenencias como su licencia, dinero, documentos a su nuevo lugar de trabajo; incluso cosas que le habían dado en Colombia, cuando trabajaba en Lamia. “Mi maletita que me habían otorgado en Colombia, casi toda la ropa que me dieron allá”.

Su hermanas y demás familiares están aliviados al verlo estable y sonriente. Pero, les preocupa que no vayan a recuperar todo lo que él perdió en este accidente.