Bolivia en el escenario del rebrote del narco

  • Erradicación. Hace tres semanas, el gobierno de Luis Arce inició una nueva campaña de erradicación de cocales excedentarios.
Fuente: Los Tiempos
Rafael Sagárnaga

En una especie de rebrote con características de diseminación, el narcotráfico gana protagonismo en gran parte de los países del Cono Sur americano. A los ya sonados casos de Brasil y Argentina, en los últimos meses parece sumarse, por ejemplo y para sorpresa de muchos, Chile.

“El narcotráfico y el crimen organizado nos están invadiendo, esa batalla la estamos perdiendo mientras ellos imponen su poder -señaló el reconocido analista de radio Bio Bio Tomás Mosciatti-. (…) Ya no hay lugar seguro en Chile. Hace ya mucho tiempo que existen vastos territorios que están en manos del narcotráfico. Son territorios grandes donde no hay policía, no hay fiscales, no hay jueces. En Chile, hoy tenemos protocolos para cada cosa. Carabineros ha creado protocolos para funerales narco porque eran tantos que tuvieron que crearles protocolos. En promedio, hay un narco funeral diario. ¿Es que son tantos los narcos en Chile?”.

El rebrote narco sacude al país trasandino. En meses recientes, por ejemplo, se reveló una serie de relaciones entre políticos articulados a un poderoso narcotraficante llamado Jorge “Chino” Pinto Carvajal. Diarios como la Tercera denunciaron que varios alcaldes y concejales del sur del área metropolitana tenían sospechosos vínculos con el “Chino” Pinto. Los narcocandidatos a las dos justas electorales de este año también fueron señalados.



Las evaluaciones han alertado sobre marcadas desproporciones entre la fuerza del narco y una policía chilena cada vez más débil. Igualmente, se ha alertado un alarmante incremento de los índices de asesinatos debido a los ajustes de cuentas: 46 por ciento, en cinco años; 35 por ciento, sólo entre 2019 y 2020. El cuadro se completa con una macabra toma de las cárceles por parte del narcotráfico. Es decir, una historia conocida que, con sus particularidades, se ha repetido en casi todo el entorno de Bolivia, el Caribe y más al norte. Chile parecía una de las contadas excepciones.

Bolivia, caso singular

¿Cuáles son las particularidades bolivianas en el nuevo narco rebrote? ¿Qué rol juega ahora que el continente de los narcoestados parece transformarse en un narcocontinente? Es un “narcocontinente” especialmente emparentado con la cocaína, su materia prima, sus circuitos y rutas. Por ello, podría decirse que Bolivia tiene entre sus particularidades:  su experiencia, su ubicación, la materia prima y, como en pocos casos de su economía, cierta capacidad industrial.

Así lo han remarcado ya varias investigaciones publicadas por estudiosos desde diversos ángulos. Al menos cuatro textos escritos en años recientes aluden a la notable evolución del fenómeno coca-cocaína en casi seis décadas: “Coca, Territorio, Poder y Cocaína” del periodista Carlos Valverde, en 2015; “Hugo Chávez, O spectro”, del periodista brasileño Leonardo Coutinho, en 2018; “Coca, MAS, Cocaína”, del analista y activista Manuel Morales Álvarez, 2018, y “El Narcoamauta”, del exjefe de seguridad de la Embajada francesa en Bolivia, Jean Francois Barbieri, en 2020. Uno y otro, con breve o moderada extensión, recuerdan en sus obras aquel primer narcobrote. Ése que empezó en los años 60 y puso al borde del colapso al país en la década de los 80.

Fue cuando la coca se producía descontroladamente en Chapare. La cocaína se procesaba especialmente en las selvas cruceñas y benianas. Decenas de avionetas la trasladaban a Colombia, donde habían empezado a surgir los capos de la droga que la trasladaban al Caribe y  Florida. En Bolivia, en ese tiempo, surgió el único rey de la cocaína conocido hasta hoy: Roberto Suárez Gómez. Su viuda, Ayda Levy, en su libro (“Mi Vida junto a Roberto Suárez y el Nacimiento del Primer Narcoestado”) relata que Pablo Escobar visitaba a Suárez en Santa Cruz y que al saludarlo le besaba la mano.

Entonces, junto a Suárez, ganaron poder narcotraficantes como Jorge “Techo de paja” Roca, Alfredo “Cutuchi” Gutiérrez, Winston Barrientos e Issac “Oso” Chavarría, entre otros. Prácticamente, cada gobierno tuvo su narcoescándalo al más alto nivel del poder con alguno de ellos hasta entrados los años 90, inclusive. Los casos de Hugo Banzer, primero, y Luis García Meza, luego, resultaron los más críticos. Así lo demuestran los documentos de los juicios de responsabilidades de los que fueron objeto y diversas investigaciones.

De esa larga experiencia boliviana y su peso en el presente bien podría hablar “Techo de paja” Roca. El expez gordo del narcotráfico, tras purgar una condena de 28 años en EEUU, fue repatriado en 2018. Y, apenas obtuvo su libertad condicional, volvió a las narcoandanzas, pero fue capturado en Lima, Perú, el 10 de marzo. Sin embargo, también podrían hablar viejos productores cocaleros de Chapare, donde por entonces se producía tanto coca como cocaína. Esos que conocieron el primer brote, resistieron los años 90, de represión y erradicación, y resurgieron con poder y libertades en los últimos 15 años.

En el caso de la segunda particularidad boliviana en el narco rebrote de estos años, en la ubicación, se advierten marcados cambios. “El poder político decidió sacar la cocaína del Chapare y hacer de la zona un santuario para la coca -ha explicado reiteradamente Valverde-. Dejó el Chapare como el lugar donde sólo se siembra coca. Allí se siembra aproximadamente el 47 por ciento de la coca nacional. De ese total, entre el 97 y el 95 por ciento va al narcotráfico”.

Carlos Valverde explicó además detalladamente rutas y autoridades cercanas a esos recorridos. “Las fábricas de cocaína están alrededor de Cochabamba. (…) Cuando empezamos la investigación vimos, por ejemplo, cómo 500 tambores de precursores llegaban desde la frontera chilena, con sellos de Arica o Matarani a la Chiquitanía. Luego, descubrimos que desde la frontera hasta el Chapare todos los municipios estaban controlados por el Movimiento Al Socialismo. (…) Me animé a decir que el MAS tiene la intención de ganar municipios clave donde esto se permita”.

Incautaciones. En noviembre de 2019, se incautó un total de 1,5 toneladas de cocaína pura que iba a Bélgica escondido en madera.

Una narcoautopista

Por su parte, en el caso de las rutas y circuitos específicos de la cocaína, Barbieri describe una especie de autopista o distribuidor subcontinental. También en estos años la cocaína que sale por el país ha cambiado de mercados. Asimismo, el territorio boliviano es además funcional al paso de cocaína peruana y marihuana paraguaya, considerada la de mejor calidad.

“Según las estimaciones, solamente 2 por ciento de la producción de Bolivia partiría a EEUU -ha señalado este policía antinarcóticos francés-. El resto tomaría vías de comunicación a través de Chile, Brasil, Argentina o Paraguay para llegar al lugar de destino en Europa. Chile, principalmente a través del puerto de Arica, donde Bolivia se beneficia de una zona franca, permite el paso de numerosos contenedores con destino al mundo entero vía marítima. Este país tiene la tasa más importante de consumo de drogas per cápita de América Latina. Más del 20 por ciento de la producción boliviana tendría como destino o pasaría por ahí”.

Barbieri luego detalla las exportaciones bolivianas rumbo a Brasil. Destaca que los narcotraficantes se benefician de los 3.400 kilómetros de frontera común. “Se estima que cerca del 80 por ciento de la cocaína que circula en el país procede de Bolivia. Lo que constituiría cerca de la mitad de su producción”, añade. Finalmente, cita detalladamente los mercados argentino y paraguayo más sus características de consumo, refinamiento y reexportación hacia Europa.

Los medios y mecanismos proliferaron en un desborde de recursos e imaginación. Aire, vía incontables avionetas por todas las fronteras. Agua, a través de los ríos amazónicos o chaqueños y el propio lago Titicaca, y tierra gracias a los más de 6.918 kilómetros de fronteras, colmados de sendas y caminos ilegales.

Los ingresos, producto de esos circuitos económicos, guardan un rango de entre 4.000 a 1.000 millones de dólares anuales, según los analistas consultados. Valverde señala que, siendo muy conservador, calcula en 3.000 millones de dólares los ingresos del circuito coca-cocaína. Manuel Morales, tras apelar a una serie de cuadros y datos comparativos dice: “Para el año 2017, el aporte de la economía coca-cocaína sería del 2,29 por ciento (del PIB), en un contexto de caída de las materias primas sobre todo de petróleo y gas”.

Curiosamente, Argentina y Brasil son los dos principales mercados del gas boliviano, aún el principal producto de exportación. También son los principales receptores de emigrantes bolivianos. En 2003, en el Foro de Sao Paulo, en un recordado discurso, el entonces líder sindical boliviano Evo Morales dijo: “Mi país sólo exporta gas y seres humanos”. Ahora parece haber fortalecido un rubro más, parte de las singularidades de los nuevos tiempos.

Los cárteles

Pero, probablemente, algo muy particular del narcotráfico en Bolivia resulta el bajo nivel de violencia, en comparación a otros eslabones del fenómeno. “Todas las autoridades que componen la estructura que controla el narcotráfico son cocaleros -ha explicado Carlos Valverde-. Y probablemente, esa sea la razón por la que acá no tenemos guerras con narcos ni de bandas de narcos. Ello porque el poder político, y no los narcotraficantes, es quien controla la producción de coca. Los cocaleros dependen del poder político, regulan así el precio de la coca, pese a que la coca es el único negocio en Bolivia que mantiene constante su crecimiento”.

Aquella precisión marca la tesis del libro del conocido analista: “La coca generó un territorio al que hay que defender. Ese territorio les consolida un poder. El poder lo replican y multiplican con concejales, alcaldes, parlamentarios. Y finalmente, el Gobierno”.

Sin embargo, el que se haya conjurado la gran violencia narco no ha impedido la presencia de los grandes carteles de la droga en el país. En este punto, la condición boliviana resulta en buena medida una incógnita. Las autoridades del Gobierno de Evo Morales dijeron que sólo se había detectado la presencia de emisarios de los cárteles. Pero, para Barbieri, no hay duda de una plena y creciente actividad de los grandes poderes transnacionales en el país.

“Más allá de las estadísticas fantasiosas presentadas por la Policía Boliviana, hay un fenómeno que no engaña: el surgimiento de los cárteles extranjeros de la droga, sean colombianos, mexicanos o brasileros”, ha escrito el policía francés. Luego, recopiló información sobre la presencia de súbditos colombianos en las fábricas de droga descubiertas, capaces de producir 100 kilos de droga diarios.

También recuerda cómo se evidenció la presencia del hijo del Chapo Guzmán, jefe del cártel de Sinaloa y de los hermanos colombianos Buitrago Vega. Finalmente, añade: “los numerosos ajustes de cuentas que tuvieron lugar principalmente en la región de Santa Cruz, aunque el Ministerio de Gobierno no comunicó cifras precisas”.

“El Gobierno de Morales, sin embargo, no reconoció esta evolución, ya que eso significa admitir el fracaso de su política en la materia -añade Barbieri-. Tal como resume un alto funcionario de la UNODC (Agencia de la ONU contra las Drogas y el Delito): la cocaína boliviana es fabricada por colombianos, en laboratorios financiados por mexicanos para ser vendida a brasileños”.

El nuevo tiempo

Tras desatarse las consecuencias sociales y económicas de la pandemia, diversos organismos internacionales, y la propia UNODC, expresaron un temor: que la crisis acicatee las actividades de las mafias. Antes de ese escenario, el pico del nuevo rebrote pareció tocar a Bolivia en particulares circunstancias. Por ejemplo, el caso del narcotraficante brasileño Pedro Montenegro que llegó a ser condecorado por la policía boliviana, en abril de 2018. O, el caso, del amauta Valentín Mejillones, que ofició en los rituales del presidente Evo Morales, y cayó en flagrancia con 240 kilogramos de cocaína en su casa. Ello descontando denuncias aún mayores realizadas por Coutinho en O Spectro.

El aun nuevo gobierno masista de Luis Arce Catacora lanzó en semanas recientes campañas de erradicación de cocales. Antes, celebró el descubrimiento y captura de decenas de fábricas de droga en regiones del oriente. Todo respaldado por su vicepresidente David Choquehuanca y el joven presidente del Senado, el cocalero Andrónico Rodríguez. ¿Será que en esta gestión se frenará el rebrote narco en Bolivia?