Avatares de la gobernanza en los regímenes populistas burocráticos

En los regímenes populistas burocráticos, no existe el “Gobierno de las Leyes”, ni son necesariamente los gobernantes electos los que ejercen el poder real. En estos regímenes, el Estado de Derecho se ha diluido entre reglamentos, regulaciones, circulares, prácticas y costumbres, las que por reiteradas se han impuesto.

Bajo el populismo y el centralismo se constata que la burocracia crece, se instala y prevalece. Una burocracia que es un fenómeno social y político, que condiciona la vida pública del país y de la actividad privada y escapa a todo control. La burocracia, por esencia es conservadora, cerrada, poderosa y contra ella solo cabe la constante voluntad de golpear sus núcleos y romper los nudos con los que han atado al Estado y a la sociedad.



Me comentaba Pukymon, un amigo y compañero de caminatas: Imagínese que usted llega a ocupar algún cargo de rango en la función pública del aparato del gobierno central, inmediatamente cae en las entrañas y marañas de esa burocracia centralista y de la cual usted no tiene la menor idea de cómo opera. Además, usted no tiene un equipo de confianza y le imponen uno, del cual ignora hacia donde apuntan los intereses de cada uno de sus miembros. Si para más yapa y como le ocurrió recién a Jeanine, le cae una catástrofe, una pandemia como el virus chino para el cual no se tiene el conocimiento ni los medios para enfrentarlo y para más yapa le cae la peste masista que lo hostiga, ahí se lo regalo.

Escuchándolo y pensando en Jeanine, una víctima de las circunstancias, una Señora  que soportó y soporta heroicamente los avatares y vicisitudes a las cuales ha estado y está sometida. Ella es cuestionada y culpada de todo y por todos, todas y todes. Ella no puede defenderse, es la culpable de aquello que cada uno se pueda y quiera imaginar y de acuerdo a los intereses y traumas del acusador. Es muy fácil y cómodo para quien no ha tenido experiencia de gestión pública y en general para algunas personas conflictuadas, el echar la culpa de todo a otros y peor aún cuando esta persona se encuentra sola e inerme.

Esta es una situación muy común para esos escasos profesionales de regiones ajenas a la sede del Gobierno, que son elegidos por sus méritos o por diversas circunstancias y sin tener una filiación política, han sido invitados a ocupar algún cargo en el aparato público.

Al llegar a la sede del centralismo en la ciudad de La Paz, se encuentran con poco oxígeno y un ambiente extraño: cientos de funcionarios burocráticos, sumisos, pero impenetrables. Una burocracia de jerarquía inferior y bastante estable que tiene lazos de cooperación y permanente información entre ellos, pero que no se la brindan al extraño, al nuevo.

La ciudad de La Paz, hermosa, panorámica y heterogénea, pero en permanentemente en pugna, es la sede del gobierno Plurinacional y el hábitat de la burocracia. En el siglo anterior se hizo una guerra federal para instalar allí el centralismo y también la burocracia como una forma de vida.

Allí se produce una dinámica social, que expulsa a los mejores y deja el campo libre a lo peor del rebaño, a los que no se preocupan de otra cosa que no sea medrar en un partido, una estructura que favorece a los aspirantes a burócratas, aquellos que no tienen educación y opiniones propias y son buenos para aplaudir las decisiones de los jefes de turno, sea en lo que sea y diga lo que diga el jefe, ya sea blanco verde o azul.

La estructura de gobierno que encuentra el novato funcionario, es absolutamente vertical y los funcionarios aparentan una actitud amable y sumisa a la jerarquía. Una jerarquía rígida que va escalonada desde el portero, el chofer, el mensajero, la secretaria, el Director etc., Todos los miembros de la burocracia se comunican entre sus pares, se informan, apoyan y en apariencia respetan y se someten a la jerarquía oficial.

Esta burocracia es el verdadero poder paralelo y actúa según sus propios códigos, los que afianzan sus poderes; cierran puertas y preservan sus tradiciones, operan con un potente espíritu de cuerpo que blinda o al menos dificulta fuertemente cualquier decisión o cambio.

En la práctica, incluso las más altas instancias del Estado se estrellan contra el muro de la estructura burocrática, de allí que las decisiones de los nuevos jefes con frecuencia se traben hasta el infinito en los informes, los memos, las interpretaciones y la “jurisprudencia.”

Cuando el nuevo jefe, un extraño para la burocracia llega a su oficina, no conoce a nadie y se encuentra con el drama de adecuarse a los estamentos que dominan en la entidad, o eventualmente puede animarse a emprender cambios o “revoluciones”, las que si no están acompañadas de constante apoyo y voluntad política de los líderes políticos definitivamente fracasarán. Si triunfa será por poco tiempo, porque las jefaturas nuevas y extrañas son coyunturales y pasajeras, mientras los estamentos permanecen y retoñan.

No es que la burocracia sea totalmente negativa, incluso en una nación de “leyes y no de hombres” se necesita de equipos de personas idóneas que hagan cumplir las leyes.

Este problema de la burocracia no sería tan grave si existiera una verdadera carrera profesional y los cargos hubieran sido otorgados por concurso público y por mérito y existieran evaluaciones de desempeño periódicas y objetivas. De esta manera el funcionario estaría vinculado a la institucionalidad por sus méritos y la eficiencia en sus labores y no por servir a un político que le dio la pega y del cual es fiel tributario.

Fuente: ovidioroca.wordpress.com