Dictaduras embrujadas

Quienes por razones etarias tuvimos la oportunidad histórica, ya con pleno uso de razón, de presenciar el cambio de unos cuantos gobiernos nacionales, como internacionales, sean estos democráticos o dictatoriales, no podemos olvidar que dichos giros no estuvieron exentos de matices que iban, desde el colgamiento de un presidente, hasta la entronización de las actuales satrapías caribeñas.

Sin embargo, dichos matices en las abruptas tomas de gobierno no excedían al afán político de cambio doctrinario o filosófico de algunos ciudadanos, o en la mala bebida de algún jefe militar, que decidió darle un día de gloria a la Patria, en medio de una algarabía con sus camaradas.



Si bien el objetivo era el mismo; la toma del poder por el poder; actos de menuda rapiña, el proceder de estas autocracias fue variando peligrosamente en estas últimas décadas, gracias a la aparición de una innovadora organización del crimen internacional, que con el altisonante denominativo de “Foro de Sao Paulo” copó el gobierno de varios países de la región, desde México, hasta la Argentina, y no solo entregó recursos, sino que hizo parte de esa  maléfica cadena productiva del narcotráfico, el lavado de dinero, el contrabando, la trata y tráfico de gente, y un largo y temible etcétera.

Una de las muestras actuales y tangibles de esa realidad, es la dictadura que asola Nicaragua, el segundo país más pobre de América Latina, después de Haití, desde que en un acto de dislate colectivo, como el que está por suceder en la hermana república del Perú, eligieron a Daniel Ortega para ocupar la primera magistratura de la nación, olvidando su catastrófica primera gestión (1985-1990).

Es lógico que los peruanos, al elegir a Castillo, por la enorme campaña de dinero e influencia del Foro de Sao Paulo que, al igual que el virus chino, muta y aparece con distintas formas y nombres, se arrepentirán por este error, al constatar que vendieron gratuitamente su alma al Diablo.

Y esto no es un decir, pues cuando los sandinistas derrocaron a Anastasio Somoza en 1979, la familia Ortega Murillo se trasladó a Managua, donde la presencia demoniaca de esta pareja se puso en evidencia, cuando la hija de Rosario Murillo, esposa del tirano, de apenas 12 años de edad fue violada por el “comandante” haciendo que Zoilamérica, como se llama la niña, sufra callada dicha aberración encubierta por su propia madre, por la perspectiva de que todo aquello se supiera y se convirtiera en el centro de un gran escándalo.

El sacerdote colombiano Luis Carrillo, quien fue expulsado de Nicaragua el pasado 16 de octubre, por órdenes de la Dirección General de Migración y Extranjería, dijo que Rosario Murillo “utiliza la brujería”, por lo que llamó a obispos nicaragüenses a realizar un exorcismo por el país. A Carrillo, quien trabajó cuatro años en la Diócesis de Estelí, le fue suspendida su residencia permanente que vencía el 15 de enero de 2022, porque en sus homilías criticaba y denunciaba las acciones contra los derechos humanos de los nicaragüenses, por parte de una Dictadura Embrujada.