Los años nuevos y las viejas mañas

Puede ser una ilustración de una o varias personasJuan Francisco Gonzales Urgel

Desde la fundación de La República en 1825, Bolivia se impuso una visión uniformadora basada en la cultura y cosmovisión del Occidente del país.

Hasta ahora las promesas de integración solo han sido discursos, cuando no pretextos para descalificar la disidencia y perseguir al adversario opositor o, para la consolidación de espacios independientes como Chapare y los intentos de su réplica en el Oriente.



Los 14 años de gobierno del MAS, gestionados por una élite occidental insurgente acompañada de poder omnímodo y recursos financieros, económicos y materiales abundantes; además de la mayor acumulación de poder político desde la Revolución Nacional, prometió cambios y cuando pudo hacerlos, se dedicó a dividir la sociedad boliviana entre pobres y ricos, indígenas y «blancos», campesinos y citadinos en la profundización de un discurso de corte indigenista anclado en supuestas deudas históricas cuyo pago corren a cuenta de la toma del poder hegemónico.

La nueva élite política en el poder dicta unilateralmente las condiciones y características de la convivencia nacional y usa impúdicamente un sistema educativo segregacionista que adoctrina para la consolidación de un sindicalismo rural que suplanta toda forma de organización y monopoliza todo canal de participación.

El proceso se apoya en la engañosa movilización de una clientela política cautiva  seducida por la idea de la construcción de un “nuevo Estado”, en contraposición al que denominan “estado colonial” considerado como patrimonio de invasores.

Nuevos Años Nuevos, banderas, simbología; las viejas mañas y el viejo antojo por la cosa pública. Lo único nuevo es el intento desvergonzado de garantizarse la impunidad aún al costo del “nuevo Estado”.