Por sequía y permisos de chaqueos, se temen incendios como los de 2019

La ampliación de autorizaciones para chaqueos de parte de ABT sube el riesgo de incendios, que este mes ya afectaron 47.000 ha. Ambientalistas advierten con otro desastre ambiental si no se controlan las quemas.

Fuente: paginasiete.bo



Marcelo Campos / Santa Cruz

Los recientes incendios en las localidades cruceñas de  San Matías y El Carmen  afectaron 47.000 hectáreas y fueron considerados extremos.  Este año, las emergencias se duplicaron en relación con  las gestiones pasadas. Ambientalistas alertan que hay  un escenario altamente favorable -similar al de 2019- para los fuegos forestales, puesto que se ampliaron los permisos de chaqueos hasta el 31 de julio y a que la Chiquitania  atraviesa una aguda sequía.

Se ha cuantificado un total de 47.000 hectáreas afectadas por los incendios en el departamento de Santa Cruz y son  los del Área Natural de Manejo Integrado de San Matías (más de 9.000 hectáreas) y El Carmen Rivero Tórrez, zona de Candelaria (más de 1.800 hectáreas) extremos, porque alcanzaron columnas de humo de hasta 10 metros de altura, informó Yovenka Rosado, coordinadora del programa de Manejo de Fuego de la Gobernación cruceña.

Asimismo, alertó que se han atendido 31 emergencias por fuego en  los primeros días de julio, mientras que en el mismo período de 2019 y 2020, estos hechos  oscilaban entre 10 y 15.

“Estas emergencias han requerido la intervención de bomberos forestales de la Gobernación, porque no pudieron ser atendidas por la logística de los municipios. Preocupa que recién empezamos la época crítica y ya tenemos estas emergencias de magnitud. Los incendios de ANMI San Matías y Candelaria no han sido comunes, son similares a los de 2019 que eran eventos extremos; en Candelaria las llamas  estaban por arriba de los cinco metros”, comentó Rosado.

De acuerdo con  la entidad Productividad, Biosfera y Medio Ambiente (Probioma) -con base en los datos de la Autoridad de Bosques y Tierra (ABT)- entre 2015 y 2020 el fuego consumió 24,9 millones de hectáreas en todo el país. El año más crítico fue 2019, con 5,3 millones de hectáreas devastadas por el fuego.

Más permisos para chaqueos

A principios de este mes, la Autoridad de Bosques y Tierras (ABT)  revirtió su resolución que prohibía quemas a partir del 1 de julio en Bolivia y amplió los permisos hasta el 31 de este mes, pese a que la misma entidad destacó el incremento histórico de focos de calor entre mayo y junio de este año en comparación con el trienio pasado.

Rosado  indicó que la Gobernación  ha pedido a la ABT que haga una pausa en los permisos, además de que se fiscalicen los autorizados y que se sancionen las quemas ilegales. Agregó que el programa de Manejo de Fuego  ha coordinado con diversas instituciones para reducir el impacto de los incendios, pero no sucede lo mismo con la entidad estatal.

“Nos está costando mucho coordinar con el nivel nacional. Para Otuquis y ANMI San Matías pedimos que se mueva maquinaria de la ABC, pero no obtuvimos buenos resultados;  entonces se procedió a mover maquinaria del Sedcam y de tractores agrícolas de los estancieros”, explicó.

El director de la Fundación Tierra, Gonzalo Colque, afirmó que en años pasados, con excepción de las dos últimas gestiones, se autorizaba, en promedio, la quema de 300 mil hectáreas para chaqueos y que este año serán más. Ello tiene una relación directa, tanto en el asentamiento de nuevas comunidades de interculturales como en la titulación de grandes propiedades.

“Se ha anulado una decisión que tenían el año pasado de no permitir quemas en julio. Es una señal de que los intereses de grupo se sobreponen a la decisión de las autoridades. Todos quieren quemar y muchas de estas acciones quedan fuera de control, porque no hay regulación ni mecanismos de manejo de fuego. Son bastantes permisivas las autoridades”, manifestó el director de Tierra.

Explicó que los chaqueos de los ganaderos son los que tienen más impacto, porque abarcan grandes extensiones  para renovar sus pasturas, con el consiguiente efecto  negativo para el entorno, además de ser una práctica de los años 70 que ya no se utiliza en muchos países. Las comunidades -agregó- queman entre 10  y 20 hectáreas; el problema es que no tienen mecanismos de manejo de fuego.

“Al final del ciclo vamos a tener una cifra de hectáreas afectadas por los incendios  aproximada a la del año pasado. Ojalá  no se repita la de 2019, que fue la más catastrófica”, recalcó Colque.

En este contexto, Carlos Salinas, director jurídico nacional de la ABT, informó que se inició un proceso para citar a cuatro ganaderos de San Matías, porque presumiblemente los incendios se iniciaron en sus propiedades. Acotó que cuando se identifica a los causantes, pueden caer sobre ellos penas de dos a seis años de privación de libertad.

“Ellos son los responsables de lo que pasa en su predio y no coinciden los incendios con los permisos de desmontes. Si se pide un permiso de desmonte, se supone que se tiene que cumplir todo lo que dice la norma técnica, pero si se genera un incendio a partir de la mala acción del permiso, entonces tiene que caer el peso de la ley”, dijo Salinas.

Una bomba de tiempo

Para Miguel Ángel Crespo, director de Probioma, las heladas y ahora la sequía  hacen que la vegetación se convierta en el mejor combustible para cualquier chispa de fuego, sea natural o por la mano del hombre. Por eso considera que se deben derogar las leyes “incendiarias” que fueron promulgadas durante el gobierno de Evo Morales y que se mantienen hasta la actualidad.

“Todo indicaba que éste sería un año seco y con altas temperaturas, que son condiciones ideales para  incendios. Sin embargo, no se ha hecho nada para evitarlos,    por el contrario  la ABT autorizó la ampliación de  quemas;  parecería que hay una intencionalidad  de que se repita lo de  2019”, advirtió.

Voluntarios  en acción en la localidad de San Matías.

Crespo hizo notar que las quemas no sólo afectan al medioambiente, sino también al sistema respiratorio de las personas. Por ello, es partidario de eliminar la práctica del chaqueo y reemplazarlo por un modelo armónico y amigable con la naturaleza.

En tanto, Armando Rodríguez, gerente de proyecto en Geomática Aplicada de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), explicó en un conversatorio de “La Voz de la Naturaleza”, que ha habido experiencias en Pando y Beni que buscaban eliminar los chaqueos, pero al final no tuvieron resultados.  Por eso considera que es muy difícil que desaparezca esta práctica a   corto plazo. En ese sentido, plantea que se regulen los chaqueos organizando a las comunidades y hacendados.

“Se deben regular las quemas;  es decir, que tengan un calendario para que no quemen todos el mismo día, que tengan las mínimas condiciones en caso de que el fuego se descontrole, que estén capacitados y con las herramientas apropiadas en el manejo del fuego. Así no se restringe, pero sí se organiza para evitar un incendio forestal”, explicó.

Focos de calor suben en 70%

Otro indicio que hace prever que este año podría compararse a 2019  en cuanto a incendios es el considerable incremento en el número de focos de calor en el país.

Cabe aclarar que un foco de calor no es necesariamente un incendio.  Aceaa-Conservación Amazónica explica que el primero es una anomalía térmica que es detectada por los satélites y puede deberse a una pequeña quema, superficies calientes como techos de calamina, acumulación de vehículos, entre otros factores. Un incendio en cambio se puede detectar por la sobreposición y acumulación de varios focos de calor.

“A través de la combinación de datos de focos de calor con imágenes que detectan emisiones de humo se puede determinar la presencia de incendios grandes que queman cantidad de biomasa que puede  descontrolarse y expandirse rápidamente”, explica en un boletín Aceaa.

La unidad Saviors  de Puerto Quijarro en una reunión.

Según datos del Centro de Planificación Territorial Autonómica (CPTA), durante los dos últimos meses se registró un incremento considerable de los focos de calor, pasando de 9.296 el mes de mayo a 15.815 en junio. Mientras que en el mismo período de  2020 sólo aumentaron de 6.300 en mayo a 7.199 en junio. Del total de focos de calor de  junio de este año: 13.123 se encontraban en el departamento de Santa Cruz, 1.466 en Beni, 616 en Tarija, 266 en La Paz, 139 en Cochabamba, 96 en Potosí, 63 en Oruro, 24 en Pando y 22 en Chuquisaca.

En este marco, de acuerdo con  los datos de Probioma, en los últimos seis años,  la gestión con más focos de calor fue 2019, alcanzando un total de 383.039  en Bolivia. La cifra disminuyó a 308.941 puntos en 2020.

Los expertos advierten que en este  2021, dadas todas las condiciones favorables para los incendios, se pueden alcanzar las cifras de  2019 o en el mejor de los casos  las del año pasado.

Saviors de Puerto Quijarro, bomberos de primera línea

 Con una experiencia de nueve años y conmovido por los incendios de 2019,  que combatió en primera línea, el chiquitano Paul Tomichá Egüez  creó en diciembre  la compañía de bomberos voluntarios Saviors en Puerto Quijarro. A la fecha,  el grupo ha combatido  en casi todas las emergencias que se registraron en Santo Cruz.

Este cuerpo de bomberos nació con 10 voluntarios y actualmente cuenta con 33, entre efectivos de primera línea (24) y personal administrativo (nueve). Para poder sostenerse reciben apoyo de instituciones y personas particulares, además de realizar rifas y kermeses.

Tomichá teme que este año se pueda repetir el desastre   de 2019 a causa de los incendios.   debido a la ampliación de los permisos de quema, el clima seco y las altas temperaturas.

  “A estas alturas de julio no debería existir ningún tipo de autorización para quemas, aunque sean controladas. En este momento tenemos un suelo totalmente seco y sumado a las altas temperaturas, hace un buen combustible que a la menor chispa -incluso de forma natural- puede iniciar un incendio”, dijo Tomichá.

Tras participar en varias acciones de contención de fuego, los saviors  han sugerido a los municipios que promulguen ordenanzas que prohíban y sancionen las quemas en áreas urbanas, puesto que uno de los últimos incendios en Puerto Quijarro, que dejó una casa  en cenizas, fue producto de la quema de basura.

Pese a las carencias   esta unidad -falta de transporte propio, de una motosierra, de una motobomba, de uniformes y máscaras antihumo-,  los bomberos no cesan en su tarea voluntaria. Aunque su labor  no es remunerada económicamente y deben dejar  a su familia (una esposa y cinco hijos, en el caso de Tomichá) por varios días, “es gratificante porque ayuda a la naturaleza”.

“Debemos estar preparados tanto física como psicológicamente, no es fácil llevar tu mochila con 20 litros, caminar hasta ocho kilómetros en una jornada y combatir día y noche, sin contar los peligros del monte. En estas últimas intervenciones  encontramos  dos veces cascabeles púa, que son las más letales”, contó.