Reportaje de empanadas

En este oficio, el mejor del mundo como lo aseguraba García Márquez, el periodista todos los días lucha por mantenerse alejado de las tentaciones del poder político.

Cuando ingresé a las aulas universitarias en la década del 90, una de las clases más importantes fue la de orientación sobre la labor periodística y lo que nos esperaba en el campo laboral, la información recibida fue un duro golpe y no era nada similar a los sueños que teníamos después de pasar el vía crucis de PAB y los 12 años de colegio.

Todos los catedráticos, a su turno, nos aseguraban que esta carrera no era para hacerse millonarios, que íbamos a tener miles de obstáculos al momento de buscar empleo, que la labor iba a ser mal remunerada, que siempre teníamos que ser contrapoder político y económico, que deberíamos ayudar a los más desposeídos y marginados, que llegaríamos a realizar un importarte servicio social y que casi era un apostolado, en suma estábamos frente a un futuro incierto y con muchas penurias.

Al final de la preparación académica de 5 años llegamos solo el 10%, y si, lo que nos dijeron en aula se cumplió sin ningún margen de error. Pocos medios, sueldos bajísimos, malos tratos, en suma cinco años de estudio y sacrifico para seguir en una situación casi de esclavos. Para escalar tenías que tener una buena muñeca, venderte a los poderosos de la política, profesionales de otras áreas tomaban por asalto muchos puestos y hasta modelitos con amplia sonrisa nos quitaban oportunidades.



Conseguir trabajo era sobrevivir haciendo estirar el sueldo o buscando alguna alternativa que lleve alimentos a la mesa, allí vemos a muchos colegas en el comercio minoristas, vendiendo todo tipo de alimentos, amenizando fiestas, al volante de algún auto vetusto o viajando al extranjero con la esperanza de días mejores. El caso de la colega Carla Villarroel es una síntesis de lo que ocurre con miles de profesionales titulados.

Claro que también existen los vendidos al poder, los que se prostituyen por mantener su espacio en los medios y muchos que en corto tiempo, llegan a dirigir medios de comunicación. Por ello, podemos ser testigos ver a esas fieras que defienden a la corrupción, al fraude y tapan los excesos de sus patrones, por citar algunos Jaime Iturri, Pedro García, Freddy Morales, Héctor Aguilar u algunos que solo buscan el poder o el placer.

En este oficio, el mejor del mundo como lo aseguraba García Márquez, el periodista todos los días lucha por mantenerse alejado de las tentaciones del poder político que busca seducir con alguna dádiva, con variadas promesas, una palmadita en la espalda o con una amplia sonrisa de campaña.

No por nada los malos políticos, los ladrones de bienes del Estado califican a la prensa como su enemigo, quieren cerrar medios contestatarios y les cortan la pauta publicitaria o la propaganda oficial. Otros presionan a los empresarios de medios para que te expulsen y tras lograr su cometido, hacen que te cierren los otros medios. Solo quienes hemos ejercido el periodismo en toda la extensión de la palabra, sabemos lo que es hacer  malabares diarios como la única forma de seguir en el oficio, no claudicar, ni desmoronarnos ante los golpes de la sociedad que no entiende sobre la importancia que tiene la prensa imparcial para la democracia y la estabilidad del país.

Sigamos en la lucha, porque la masa ya está preparada y el aceite caliente.

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