El infierno de la evacuación de Kabul: «No nos dieron ningún tipo de información»

Ahmad R. es una de las 5.347 personas evacuadas de Kabul por el ejército alemán. Maryam K. no ha logrado ser evacuada. Ambos contaron sus historias a DW.

    
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Ahmad R., desarrollador de software (sur de Alemania)

Me casé en Masar-i-Sharif, en el norte de Afganistán. Queríamos salir antes del país, pero todos los vuelos fueron cancelados. Por eso reporté nuestra situación en el portal del Ministerio alemán de Exteriores. A principios de la semana pasada, me respondieron diciéndome que debíamos dirigirnos al aeropuerto de Kabul. Allí fuimos el mismo día que llegamos a la capital afgana, pero encontramos demasiado tumulto, había muchísima gente y soldados lanzando al aire disparos de advertencia. No nos atrevimos a entrar en el edificio con nuestras maletas.



Al día siguiente, preferimos llevar mochilas. Tenía en mi poder tan solo un correo electrónico del Ministerio de Exteriores, diciéndome que debía presentarme en la puerta norte del aeropuerto cuando me fuera posible. Además, el departamento de seguridad de mi empresa me comunicó que había contactado con alguien del aeropuerto para que nos recogiera en la puerta. Pero las carreteras estaban atascadas y tuvimos que ir cinco o seis kilómetros a pie. El gentío era enorme, más de 10.000 personas empujándose y tratando de abrirse camino. La multitud casi hizo caer al suelo a mi esposa, que se desmayó. Por suerte, un hombre la ayudó, apartándola hacia un lado. Hacía un calor insoportable, nos lavamos la cara con agua y la dejamos correr por la cabeza.

Afghanistan | Kabul AirportUna multitud en las inmediaciones de aeropuerto.

Delante de la puerta norte había una enorme aglomeración, así que acabamos en otra puerta, pero allí solo había soldados estadounidenses gritando «go away!» y amenazando con sus armas. Tras varios intentos, encontré a un soldado alemán. Le pregunté si podíamos entrar también por allí y nos dijo que esperáramos un momento porque tenía que hablar con alguien. Lo hicimos, pero el soldado no volvió. A las 8 de la tarde ya no aguantábamos más con el calor, sin comer y en medio de la multitud. Emprendimos el regreso a casa y en el camino nos dispararon gas lacrimógeno. Afortunadamente, teníamos agua para lavarnos, pero vi mujeres y niños cayendo al suelo. Vi muchos heridos, gente pisoteada y personas con los ojos inyectados en sangre por el gas lacrimógeno. Lo peor que vivimos fue el gas lacrimógeno. A la mañana siguiente, había perdido toda esperanza. Nadie había venido a ayudarnos, aunque tenía los documentos. Nadie nos dio ningún tipo de información, solo que debíamos dirigirnos a la puerta norte. Llamé a todas partes, a todos los números que tenía, también a teléfonos de ayuda internacional, pero no podía hacer nada. No quería volver al aeropuerto, pero mi mujer me dijo que debíamos seguir intentándolo. Esta vez logramos llegar a otra puerta de entrada después de tres o cuatro horas. Le mostré mis papeles a un soldado afgano, quien finalmente nos permitió entrar al edificio. Dentro había soldados alemanes, con los que pude hablar y, a partir de ese momento, todo fue más fácil. Nuestra documentación nos permitió salir del país. El sábado 21 de agosto por la tarde despegó el vuelo, primero hasta Tashkent y después hasta Fráncfort. Estoy contento de volver a estar en Alemania, pero la situación de mi familia en Afganistán sigue siendo incierta. Me preocupa sobre todo mi padre, que dirige allí un jardín infantil y una escuela de niñas. Además, seguimos conmocionados por todo lo que hemos vivido estos días.

Maryam K., educadora (Kassel)

Estoy casada con un afgano, tengo una hija y estoy embarazada de seis meses. El mes de julio visitamos a la familia de mi marido y teníamos billete de vuelta a Alemania para el 24 de agosto. Nadie esperaba este final, todo el mundo decía que los talibanes nunca podrían tomar Kabul. De respente, todo ocurrió muy deprisa. Reportamos nuestra situación en la página del Ministerio alemán de Exteriores y el lunes por la tarde (23.08.2021) logramos hablar con un amable caballero del ministerio, que nos tranquilizó y tomó nota de nuestros datos. También registró los nombres de otros miembros de la familia y comprobó nuestra documentación. Nos dijo que recibiríamos en las dos horas siguientes un correo electrónico con un fichero pdf adjunto con pasajes emitidos a nuestro nombre. Con ese documento, tendríamos que presentarnos en un lugar concreto cerca del aeropuerto para que nos recogieran. Preparamos rápidamente nuestras cosas, pero el correo que esperábamos no llegaba. Pasaron las horas, las 12 de la noche, la 1, las 2… Estuvimos esperando despiertos hasta las 5 de la madrugada, pero no llegó nada. El martes tampoco.

El miércoles, mi hermana trató localizar desde Alemania a alguien del ministerio de Exteriores, pero no lo logró. Entonces recibimos la llamada de una empleada del ministerio para decirnos que no nos podía comunicar nada nuevo, pero que estábamos registrados y que nuestros nombres estaban en la lista, aunque tenía que volver a tomar los datos de los miembros de la familia de mi marido, porque, al parecer, no los tenían. Eso fue todo. Después no supimos nada más, solo recibimos un correo advirtiendo que no debíamos ir por nuestra cuenta al aeropuerto debido a la situación de seguridad. A pesar de ello, fuimos, pero fue una catástrofe. Pensábamos que si mostrábamos nuestros pasaportes alemanes nos dejarían pasar. Tratamos de abrirnos paso a pie, había una increíble aglomeración de personas procedentes de todas las provincias, había heridos, recién nacidos. Mi esposo vio una mujer muerta y otra que lloraba por su esposo. Había gente desmayada, el calor era espantoso. Pasamos por el puesto de los estadounidenses, pero nos dijeron que los alemanes estaban más adelante, así que seguimos andando dos kilómetros hasta la siguiente puerta. Allí había un enorme tumulto, pero no vimos a los soldados alemanes, así que decidimos volver.

Una conocida nuestra trabaja para la Fundación Konrad Adenauer en Kabul. Pasó las últimas noches con nosotros, con la esperanza de que yo recibiera un correo por ser ciudadana alemana y poder salir del país con nosotros. Desde Berlín, su jefa hizo todo lo posible por ayudarla. El jueves decidimos de nuevo por cuenta propia volver al aeropuerto. Entonces nuestra conocida nos dio el número de un alemán, que no sé si era soldado o diplomático: «¿Puede usted ayudarnos de alguna manera? Estamos muy cerca del aeropuerto, ¿puede alguien ayudarnos a entrar? ?» Su respuesta fue: «Voy a ser muy directo: no, ya no salen más vuelos. Corren un enorme peligro si continúan cerca de las puertas. Mejor regresen a casa». Volvimos, pero ahora no sé qué debemos hacer. No nos queda nada más que esperar que, en algún momento haya vuelos civiles, pero no tengo grandes esperanzas.

Tan solo tres horas después, un atacante suicida hizo estallar un explosivo en el aeropuerto. También en la ciudad de Kabul hubo un ataque. Numerosas personas murieron en el ataque, entre ellas, 13 soldados estadounidenses. El último vuelo del Ejército alemán partió de Kabul el jueves (26.8.2021) por la tarde.

(ms/ers)

Fuente: DW