La filosofía y el arte de vivir

El pasado sábado se presentó en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz la obra más reciente de Emilio Martínez Cardona, Filosofía en la hamaca, publicada por la Editorial 3600. La escritora y pedagoga Angélica Guzmán Reque fue la encargada de comentar el libro, con el texto que sigue a continuación.

Angélica Guzmán Reque



La filosofía, desde sus inicios allá en el mundo griego, fue definida como “amor a la sabiduría”. Es también una forma propia de entender el mundo y la vida. Significa templanza, fortaleza o serenidad para afrontar una situación complicada. En este sentido, la expresión ‘tomarse las cosas con filosofía’ significa relativizar un problema.

Por lo que, después de leer y releer algunos conceptos emitidos en el libro que hoy presenta Emilio y, aunque son ensayos con temas dispares, advertí que entre todos hay un hilo conductor, son temas que abordan filosóficamente lo esencial del ser humano y, se advierte que, a través de innumerables alusiones a obras y autores, unos lejanos, otros actuales, hay un movimiento constante en el desarrollo del pensamiento crítico, reflexivo y analítico, con una visión ética y de orientación moral que proporciona recursos para vivir mejor a título individual y social, en el intento de reunificar el conocimiento, cada vez más fraccionado y especializado, y la filosofía, por su carácter multidisciplinar, es la que aporta conceptos para fomentar el diálogo y los vínculos entre el arte, la religión, la biología, la tecnología y muchas otros.

Los ensayos que Emilio Martínez reflexiona (24 más dos poemas finales) en Filosofía en la hamaca, versan en su mayoría sobre la vida cotidiana actual, con innumerables referencias a Platón, Aristóteles, Heidegger, Burke, Spinoza, Rilke, Montaigne, Kant, Séneca y otros, que pertenecen al mundo clásico, que vivieron años, siglos antes que nosotros. Sin embargo, nos legaron preocupaciones con la visión del mundo de hoy. De ellos, Emilio recoge ejemplos de pensamiento que nos permiten entender que las dificultades que hoy afrontamos no son consecuencia de la crisis de la que tanto se habla; que desde que existe la humanidad la vida ha sido difícil y que la felicidad no es tener una vida fácil, sino que amar la vida es amar también sus dificultades porque deseamos y juzgamos lo que es bueno para nosotros.

Al presentar esta magnífica obra de Emilio, Filosofía en la hamaca, de ensayos filosóficos, abordaré algunos de una serie de conceptos e interpretaciones muy diversas que hace el autor, con una minuciosa idealización de sus propios conceptos, como de muchos autores, maestros en el pensamiento de su época y estudiosos acuciosos de la materia que les interesa.

Emilio hace un paseo fenomenal por distintas rutas. Desde sus años infantiles, en su primer artículo Kant en bicicleta, vislumbrándose como un adolescente rebelde pero con causa, porque pocos son los que a esa edad puedan desviar su propósito hacia lecturas filosóficas, de grueso calibre lingüístico. Por cierto, sí que los entendía. De lo contrario, no tendríamos el presente libro. Sí, de filosofía, pero, como él dice, ficcionales, pero con lenguaje cultural apetecible para muchos.

Pienso que su reflexión en Filosofía en la hamaca, que es el ensayo que da el título a la obra, manifiesta cómo un ejemplo tan simple, como es el oscilar de la hamaca, para muchos de descanso, de ensoñación; una “aporía de la hamaca” que ya había sido referida por el filósofo Manfredo Kempff Mercado. Que las dudas en forma de aporías están al alcance del pensamiento y las deducciones. Con el oscilar de la hamaca, o no, lo cierto es que nuestro autor refiere su mundo de principios y conceptos generales de temas que nos aquejan a los seres humanos, de todos los tiempos, como la misma filosofía, la economía, el manejo social, el pensamiento político y, sobre todo, los temas literarios, con distintos aspectos. Así debemos entender a este amigo pensador.

Gran admirador de Borges, que, en su ensayo Borges y la filosofía, cita a muchos autores que pretendieron interpretar la afinidad o inclinación del pensamiento de Borges, para asegurar que fue y es un gran escritor o como dijo Savater: que está ubicado entre aquellos escritores que piensan por imágenes y que lo hacen mediante abstracciones. De dar vida imaginativa a filosofemas.

Otro de los grandes problemas que aqueja al mundo es el de las revoluciones por el poder, las distintas revoluciones que han hecho historia, la imposición de nuevas ideas, los conservadores y los renovadores, las de ideales de igualdad y restablecimiento de la libertad del individuo, como los derechos de masas, tan vigente. La lucha por conseguir la libertad de pensamiento y accionar. Son fenómenos de la vida social, política y económica para los que ni siquiera la ciencia tiene respuesta; pero sí, nos permite tomar distancia de la realidad para someterla a examen crítico, para poder ejercer su libertad y responsabilidad, hablamos de forma racional y argumentada, a escuchar los ajenos y estar dispuestos a modificar nuestro propio punto de vista, siempre que fuera necesario.

En lo referente a la literatura y al lenguaje, como elemento clave, son variados los pensamientos filosóficos referidos a este tema. Así se refiere a la poesía, porque la elegía busca expresar a través de la palabra la brevedad de la vida, aquello que se conserva en la memoria más allá de la pérdida o la desaparición. En resumen, la elegía marca esa etapa de la vida, vivencias que nos acercan al dolor por lo inefable, por lo que apenas conocemos. La expresión de lo invisible, después de lo visible. Emilio cita a grandes poetas de la lírica, los nombres de Kant, Burke, Rilke y Heidegger, cultores de lo efímero de la vida. Para recalcar que la diferencia entre lo bello y sublime está precisamente en esa realidad de vida: la apreciación de la belleza de la vida y la sublimidad que experimentamos, en la magnificencia de saber que no morimos si sabemos dejar en versos y obras humanas nuestro propio quehacer, que trasciende. En lo que Rilke decía “el amor vive en la palabra y muere en las acciones”.

Pensando en la posibilidad de transformar la realidad mediante innovaciones en el lenguaje literario, manifiesta teorías y expresiones relacionadas con el modo de analizar, como la de Ludwig Wittgenstein, en la relación del lenguaje y su poder creador. Emilio llega a su propia conclusión, diciendo que, en realidad, “los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje. Son los límites del lenguaje los que ponen fronteras a nuestra existencia. Explica, además, desde el punto de vista de la poesía que el lenguaje no es un espejo de la realidad. Más bien, el mundo es la totalidad de lo que decimos sobre él. Como un juego del lenguaje. Sólo posible en el mundo de la ficción literaria.

Nos manifiesta una historicidad de lingüistas y estudios filológicos, desde tiempos pasados, ocupados con esta finalidad, para centrarse en el escritor latinoamericano Julio Cortázar y en su intento de crear un lenguaje diferente, el glíglico, que es más bien un lenguaje musical, no de textura semántica. Toda creación del lenguaje viene a convertirse en un objeto nuevo en el universo, porque el lenguaje es viva expresión, por eso mismo cambiante, manipulable, creciente. Y la literatura, a través de la ficción que puede mover montañas, cambia la realidad cotidiana. Podemos recordar los cambios causados en la historia de la humanidad por obras eminentemente de ficción, como la Biblia o el Kapital de Karl Marx.

Los países imaginarios como el de la Utopía de Tomás Moro, son los juegos del lenguaje que nos permiten manifestar un sinfín de realidades, no siempre palpables; que el fuego robado a los dioses, no fue sino el lenguaje, y desde entonces, piensa Emilio, somos ladrones del fuego todos, los que nombran y son nombrados.  Que para los cabalistas, el lenguaje es creador y la Torá contiene todos los textos, todas las combinaciones que pueden darse para crear otros mundos y otras realidades. Es el alfabeto o el lenguaje, creador del universo a través de sus letras. La Torá, escrita en el lenguaje de Dios, en ese lenguaje que es Dios, revela el mecanismo del mundo y funciona como “manual de instrucciones” para intervenir en él. Y concluye diciendo que el lenguaje es la Gran Tautología, el Diccionario Absoluto, la Manzana de la Palabra. Es infinito y, por lo tanto, es la clave de nuestra libertad.

A estos cambios y contradicciones hace referencias en las utopías, también manifestadas en obras literarias. Hace un análisis y prospección partiendo de concepciones literarias, relacionadas con ideales político-sociales, unas veces ideológicos con excesivos defensores de sus elucubraciones y posiciones de sus ideales de triunfo y totalitarismo. Emilio toma esos idealismos que fueron expuestos en obras utópicas. La palabra utopía proviene de la obra de Tomás Moro, donde los habitantes de una isla, llamada Utopía, viven de forma pacífica y armónica, compartiendo sus bienes y cuidando unos de otros. Se trata de una «sociedad perfecta» en todos los aspectos y que contrastaba, de forma clara, con la sociedad inglesa de la época. Donde paradójicamente, se concibe como alcanzables, pasando luego por las distopías, que son anverso y reverso de un mismo género filosófico, sociológico, antropológico y literario. Lo que diferencia a la utopía de la distopía es el desenlace. La utopía describe una luminosa sociedad futura, mientras la distopía opta, por lo contrario: lo que anticipa es una sociedad sombría y ominosa.

Obras como la de Orwell, con Rebelión en la granja, Aldous Huxley enUn mundo feliz, como mencionando que importa más en nuestra época la ciencia ficción que la ciencia. Desarrolladas también en nuestra literatura, en El viaje de Rodrigo Antezana o las obras de Edmundo Paz Soldán, hasta llegar a las ucronías, un género literario que también podría denominarse novela histórica alternativa y que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado, en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad.

Lo ciento es que han tenido que pasar un sinfín de hechos históricos e ideales en la conformación de sociedades y gobiernos, perfectamente idealizados, aunque siempre desde el punto de vista de sueños y ensoñaciones muy personales, siempre sin tomar en cuenta las conformaciones sociales por seres pensantes y de ideologías individuales, genética y culturalmente particulares y perfectamente libres de su accionar y pensamiento. Muchas han quedado en obras literarias o ensayos político-sociológicos que el cine se ha valido de ellos para presentar al mundo esas posibilidades de cambio, casi completamente diferentes a las formas de vida, inclusive a la conformación arquitectónica y geográfica de las regiones.

Otro elemento, por demás inquietante y actual, es el tratado en el ensayo La Adikia del siglo XXI, la injusticia entre los griegos, hoy manifestada como justicia entre nosotros. Interpretada según el precepto latino, como la voluntad de dar a cada uno su derecho. Por lo que, la Adikia enmascarada, se entiende como la ausencia de aquella voluntad, su usurpación o suplantación por un falso código de equidad. Interpretado, sobre todo entre los gobiernos de socialismos totalitarios, que se manifiestan como mesiánicos justicieros, y que se implantaron como sistemas despóticos e inequitativos de la historia.

Por lo tanto, la Adikia enmascarada por la ausencia de voluntad humana, un falso código de equidad. definida por el poeta Luis Alberto de Cuenca como “la peor tiranía que ha habido nunca”. Una injusticia que atribuye méritos y deméritos no en función del “contenido del carácter” individual, como manifestaba Martin Luther King, sino por adscripciones identitarias grupales como el género, la etnia e incluso la pertenencia generacional. Ya expuesta en la novela de Philip Roth, La mancha humana, donde se cuenta una historia que nos muestra de cuerpo entero el accionar perverso de esta falsa justicia.

Una inversión de los valores, proféticamente prevista por G. K. Chesterton cuando dijo que “algún día tendremos que desenvainar la espada para defender que la hierba es verde”. De no hacerlo así seremos cómplices de la injusticia, que sucede (dicho por Platón/Sócrates en el Cratilo) cuando “el hombre atenta contra su propia alma: lo más importante de su vida”.

Podría seguir exponiendo esas ideas tan actuales, como interesantes, pero dejaré que sean los lectores que acumulen conocimiento y propicien sus propias idealizaciones. Con la lectura y reflexión a que los llevará este libro de libros. Me agradaron mucho sus dos últimos poemas, que son paráfrasis. Uno de ellos, El filósofo del mediodía, nos recuerda el acertijo de la esfinge que cumplió Edipo, al entrar en su cárcel verdadera, la ceguera total; en una de sus estrofas dice: “Preguntó la Esfinge:/ ¿qué ser camina / el reverso del tiempo / y es camello en el ocaso, / león al mediodía / y niño en un infinito / amanecer?” Refiriéndose al gran maestro que fue, para Emilio, Nietzsche, aquel que vislumbró el futuro de nuestro mundo actual.

El otro poema es como una sátira a la vida, con el tango Cambalache, hace un análisis de la pobreza de conocimiento y crítica en la que está inmerso nuestro siglo; como dice una de sus estrofas el Tango filosófico: “Que el mundo fue y será/ una aporía ya lo sé, /para Bertrand Russell /y para William James. Pero que el nuevo siglo / es un despliegue /de clausura metafísica /ya no hay quien lo niegue; /vivimos revolcaos /en un cosmos difuso /y en una misma nada /todos alienaos”.

Felicito a Emilio por este nuevo libro que, como siempre, nos envuelve en serias disquisiciones y nos invita a pensar cuál es nuestro espacio, cuál es nuestra imagen, frente a tanta ruindad en que vivimos. Creo firmemente que sólo el arte y el conocimiento nos pueden hacer libres. Leamos y luego me darán la razón. Gracias por estar ahí y acompañar al autor que merece toda nuestra estima y agradecimiento.