Analistas: La polarización se presenta como inevitable, compleja y llena de odio

La moderadora del encuentro, Estefani Tapia expresó su frustración sobre que parece difícil pensar en un proceso de reconciliación, aunque la sociedad en sí misma esté cansada de las confrontaciones, si bien alentó la necesidad de seguir discutiendo alternativas a los problemas del país por fuera del “círculo de las polarizaciones”.

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Participantes del Grupo de Reflexión en el Conversatorio sobre polarización. Foto: Captura de pantalla ANF

Fuente: ANF

Las condiciones históricas, regionales y coyunturales provocan de forma supuestamente inevitable la polarización política y social en el país, como se ha visto en el último tiempo a propósito de varios hitos conflictivos y electorales marcados por la confrontación entre el Movimiento al Socialismo (MAS) y las oposiciones partidarias, sociales y regionales.



El tema fue debatido por analistas reunidos por la Agencia de Noticias Fides (ANF) dentro de su proyecto de diálogos democráticos bajo la moderación de la politóloga Estefani Tapia.

“Un punto de partida es reconocer que el país, por sus condiciones históricas y coyunturales, es especialmente vulnerable a la conformación de narrativas y de escenarios polarizantes”, dijo el politólogo Rodrigo Pacheco al iniciar el debate y para quien cabe preguntarse si la polarización en el país implica solo a las élites políticas, se produce en la base social o es dialéctica.

Y es que, según dijo, en Bolivia existen muchos factores sociales, políticos, culturales o históricos que fácilmente pueden devenir en esos escenarios, si bien reconoció que el fenómeno por más que es citado siempre para caracterizar al país, en realidad está poco estudiado.

Cuando se habla de polarización, agregó, el debate se remite al conflicto de Cochabamba en 2007, la aprobación de la Constitución en 2009, el referendo contra la reelección de Evo Morales en 2016, y los procesos electorales del 2019, con la consiguiente crisis política del mismo año.

Es lógico que en la sociedad haya divergencias ideológicas, de clase, identidad o cultural, pero “solo se habla de polarización cuando se cree que esas diferencias se pueden traducir fácilmente en conflictos y crisis que amenazan la estabilidad social”, sostuvo, aunque lamentó que toda esa complejidad se reduzca actualmente a la adscripción a los discursos de “golpe” o “fraude”.

En los últimos años, la polarización tuvo niveles elevados en el plano ideológico y en la evaluación política, elementos que “sumados a las condiciones históricas de opresión y estigmatización de las clases subalternas” propiciaron un escenario vulnerable en el país, dijo.

Para la comunicadora Yara Espinoza, la polarización es importante para los partidos políticos porque juegan a posicionarse con la fórmula “quién soy sin el otro”, de tal modo que uno dirá “soy opositor, no soy masista” y el oficialista replicará “soy masista, no soy pitita”.

“Los partidos políticos no aceptan medias tintas, no aceptan análisis, no aceptan sus errores, no aceptan guiar hacia caminos del diálogo, de mediación de comprensión del otro porque es necesaria la existencia del otro para permanecer en la boca de la sociedad”, dijo.

Según Espinoza, en el Parlamento la polarización discursiva es usada para evitar el debate sobre temas concretos relacionados con la sociedad y la economía, lo cual está provocando una desconfianza respecto a los partidos y un cansancio de la ciudadanía y en su menor participación en los asuntos legislativos con la consecuencia de una reducción del horizonte democrático.

De su parte, el analista Rubén García, de Santa Cruz, sostuvo que “la polarización es inevitable” dada la génesis del Estado con “fracturas regionales, étnicas, de clase social” y eventualmente refleja las posiciones extremas, pero consideró que en sí misma “no es necesariamente mala y puede ser sana para la democracia porque estimula que no haya un pensamiento homogéneo”.

Igual, advirtió, que la polarización crea el riesgo de invisibilizar las “visiones moderadas” por una ausencia de la cultura democrática en Bolivia y por la “imposición” de un punto de vista basado en un triunfo electoral sin respeto por las minorías, como, en su criterio, hace el MAS.

Aunque advirtió que seguramente la polarización será creciente con vistas al bicentenario en 2025 cuando se discutan cambios al Estado, abogó para que el Estado y la sociedad “maduren” de la “adolescencia” en que, a su juicio, se encuentran para alcanzar la conciliación en una “construcción colectiva de horizontes que nos lleven a mejores condiciones de desarrollo”.

García también ve posible una disminución de la polarización nacional a partir de un desarrollo de las autonomías regionales con sus propias contradicciones y diferencias, tomando en cuenta que las mayores disputas por el poder están marcadas por el centralismo desde La Paz.

Callapino: “Hay una polarización llena de odio y cero empatía”

Para la politóloga potosina Evelyn Callapino, la polarización en el país “está llena de odio y cero empatía” porque se ha llegado a un momento de “extremos peligrosos” que ha provocado que ya “no nos veamos como bolivianos, sino como enemigos” a los que hay que “eliminar”.

En ese escenario, desahució las posibilidades de una reconciliación política precisamente por la pérdida de empatía y por la “desesperanza” que causa la clase política a la que acusó de haber “bailado sobre el luto de la gente” durante la pandemia por su falta de consideración con los problemas de salud y la economía, como el desempleo.

También pidió a los medios de comunicación abrir espacios a otras voces que planten espacios de diálogo, tras cuestionar que los líderes políticos tengan “muchísima” cobertura para que fijen sus posiciones contrarias, una actividad que, a veces, parece ser lo único visible de su gestión, según dijo.

El analista Guido Alejo comentó que si hay algo “transversal” a la polarización: es lo “colonial” que está asociado “a la estructura racializada, pero idealizada”, ya que la confrontación no funciona con base en hechos concretos, sino a “ficciones” que se construyen para lograr alguna identificación política o ideológica, por ejemplo, con propósitos electorales.

Subrayó que por la estructura colonial y racializada y por los rasgos fenotípicos, a la gente suele asociarla a determinado tipo de roles o filiaciones culturales e ideológicas y eso pasa “por más uno tenga dos o tres cholets”, de tal forma que como se vio en 2019 más que una polarización de clase, puede suceder una confrontación con factores “étnico raciales”.

En el mismo sentido, también cuenta la polarización espacial en la relación urbano y ciudad, entre ciudades como La Paz y El Alto, e incluso entre barrios paceños, como Calacoto y Chasquipampa, además de la de “indio y k’ara” marcando dicotomías que “logran movilizar a la gente” cuando son impulsadas por intereses de los actores políticos.

Alejo consideró que “gran parte de la gente ya está hastiada y aburrida” de las posiciones enfrentadas y concluyó con que la “tragedia boliviana es que nuestras polarizaciones impiden a nivel estatal superar taras que ya debimos superar hace tiempo”.

De su parte, la moderadora Tapia llamó la atención sobre el radicalismo al que se llega en un proceso  polarizador y lo atribuyó a la postura de las élites políticas y a los caudillismos de los jefes de los partidos políticos que impiden acercamientos en niveles inferiores de participación en sus agrupaciones.

Tapia expresó su frustración sobre que parece difícil pensar en un proceso de reconciliación, aunque la sociedad en sí misma esté cansada de las confrontaciones, si bien alentó la necesidad de seguir discutiendo alternativas a los problemas del país por fuera del “círculo de las polarizaciones”.