Contenidos significativos para aprender

 

En estos días terminé de leer Hotel Bolivia. La cultura de la memoria en un refugio del nazismo de Leo Spitzer, un hijo de refugiados judíos, nacido en La Paz. Spitzer presenta, a través del testimonio personal y familiar, el papel que Bolivia tuvo al conceder refugio a miles de europeos, desesperados por huir de la persecución nazi. Los padres de Spitzer, tres de sus abuelos, una tía y dos tíos, estuvieron entre los afortunados que consiguieron un visado para escapar del Holocausto.



“Mientras que un país tras otro en el mundo entero cerraba sus puertas a los refugiados durante esa oscura hora de desánimo, desesperación y desplazamiento, Bolivia hizo lo contrario: los recibió. Se convirtió por ello realmente en un refugio, una tierra de salvación y sobrevivencia. Sin embargo, a pesar de los años este acto de generosidad humanitaria de Bolivia y los bolivianos no ha recibido prácticamente ningún reconocimiento ni gesto de gratitud internacional. Incluso en la propia Bolivia solo un grupo muy pequeño conoce algo sobre el hecho y no muchos bolivianos han podido realmente comprender o apreciar el significado ejemplar de esta historia en tiempos —los del siglo XXI— en los que el mundo está sufriendo, otra vez, una importante crisis de refugiados”, dice el autor en el prefacio a la primera edición en español.

Apenas me introduje en las páginas de este documento histórico, no podía dejar de pensar en la canción titulada Bolivia, compuesta por uno de los mayores representantes de la canción de autor latinoamericana, Jorge Drexler (Uruguay). De hecho, busqué alguna referencia en el listado de entrevistas anexo y en el índice onomástico y toponímico del libro, pero no había ningún Drexler. Yo había escuchado esta composición, de pura casualidad, en Córdoba (España) en octubre de 2015. Recuerdo con mucha precisión esa oportunidad porque quiero creer que el compositor, a través de un par de “bolitas”, le agradecía a todo un país cantando solo para nosotros. Drexler cerraba un festival de poesía con una única presentación en esa ciudad. Las posibilidades de conseguir entradas eran remotas. Mi esposa y yo estuvimos parados, un buen rato, frente a la boletería, a la espera de alguna vacancia.

Fruto de nuestra perseverancia, logramos ingresar al teatro Góngora. A la mitad del concierto, en sus acostumbrados diálogos con el público, el uruguayo preguntó si había bolivianos en la sala. Nuestras manos fueron las únicas levantadas, mientras él, dirigiendo su mirada hacia nuestras butacas, comenzó a cantar a capela, y nosotros reíamos nerviosos: Europa, 1939 / Todos decían que no en las cancillerías / (años de guerra caliente / varios años antes de la guerra fría). / Todos decían que no, / cuando dijo que sí Bolivia…”. La familia Drexler (el padre de Jorge tenía cuatro años) —al igual que los Spitzer—, se refugió en Bolivia. Vivieron ocho años en Oruro.

Confieso que yo ignoraba los detalles de este hecho histórico. Además de tener una mala memoria, soy producto del aprendizaje por repetición y la mera incorporación de datos carentes de significado. Hoy, con el constructivismo, un maestro de historia podría hacer escuchar a sus alumnos esta canción, y a partir de ese momento didáctico motivador —en el que Bolivia juega un rol protagónico—, recién comenzar a hablar sobre el antisemitismo, la migración forzosa, los nazis, la Segunda Guerra Mundial y todas sus consecuencias.

Como está comprobado, solo hay aprendizaje significativo cuando lo que se trata de aprender se logra relacionar de forma sustantiva y no arbitraria con lo que ya conoce quien aprende, es decir, con aspectos relevantes y preexistentes de su estructura cognitiva. El aprendizaje significativo es un aprendizaje relacional. El sentido lo da la relación del nuevo conocimiento, con conocimientos anteriores, con situaciones cotidianas, con la propia experiencia o con situaciones reales. Me consuela saber que, aunque me cuesta más, nunca es tarde para aprender (Gracias Spitzer y Drexler por motivarme).