Trabajo sexual, oficio olvidado por la pandemia que crece en la clandestinidad

La brecha de género también se nota entre los escenarios de promoción y trabajo de mujeres y hombres de este «negocio», en un mercado que parece ser más «bondadoso» con ellos. 

 

Imagen referencial de una trabajadora sexual en Cochabamba. DICO SOLÍS
 Imagen referencial de una trabajadora sexual en Cochabamba. DICO SOLÍS

Fuente: Opinión / Cochabamba

Sin saber si les transmitieron VIH, alguna infección de transmisión sexual o COVID-19, así es como las y los trabajadores sexuales prestan servicios, obligados a rebajar tarifas al 50% debido al incremento de personas que se dedican a este rubro a causa de los terribles efectos económicos de la pandemia del coronavirus.

El último sondeo realizado por el Movimiento de Trabajadoras Nocturnas (MTN) en Bolivia estima que la cantidad de mujeres que se dedican a este rubro se incrementó en un 50%, debido a la migración de comerciantes, trabajadoras del hogar y estudiantes -principalmente- que quedaron desempleadas a causa de las cuarentenas que entraron en vigencia en todo el país desde marzo y abril de 2020.

«Si antes teníamos 10 compañeras en un local, ahora vemos 15, por ejemplo. En algún punto diría que la población llegó a ser el doble, pero desde la flexibilización de las cuarentenas muchas regresaron a sus antiguos trabajos, pero no todas. Hay compañeras que no pudieron regresar a su antigua vida o a sus lugares (natales) por la crisis. El rubro ha crecido bastante», indica Jeancarla Torres, una de las dirigentes del MTN.

El aumento de trabajadoras sexuales obliga a muchas de ellas a rebajar sus tarifas incluso al 50%.  Hay más «competencia», pero menor demanda.

El coordinador del programa VIH-SIDA del Servicio Departamental de Salud (SEDES) de Cochabamba, Freddy Zambrana, coincide con la estimación poblacional mencionada por Torres. «Diría que se ha incrementado en un 50%, el impacto económico para este sector es realmente lamentable. Muchas de ellas son mujeres solas o madres solteras».

Aunque no existe un censo oficial reciente respecto a las mujeres y hombres que actualmente prestan servicios sexuales en el país, los Centros de Vigilancia, Información y Referencia (CDVIR) indican que antes de 2020 existían más de 50 mil trabajadoras sexuales registradas a nivel nacional, en el caso de Cochabamba eran más de 10 mil. Sin embargo, en las calles y en redes sociales «siempre hubo muchas más», expresan desde el sector.

Una trabajadora sexual ofrece sus servicios en una céntrica calle de Cochabamba. DICO SOLÍS

MÁS HOMBRES Y MUJERES TRANS EN EL «ESCENARIO»

El investigador del Instituto para el Desarrollo Humano (IDH), Harold Mendoza, también afirma que hay un gran incremento de trabajadores sexuales en el país. Sí, se refiere a hombres y mujeres transgénero que se sumaron a las filas de este oficio.

«Sin duda ha crecido el número, pero no significa que los clientes crecieron, sino que ahora son más personas disputándose un cliente. El número no creció por la demanda de trabajadoras sexuales, sino por la desesperación de la crisis económica. Entonces, no sabemos cuántas de ellas que han intentado hacer trabajo sexual persisten o lo han dejado porque no les ha rendido. Tampoco sabemos siquiera si todas las que estaban registradas antes en el CDVIR siguen en el rubro o si siguen vivas, eso hay que mejorar», señala.

“Coco” y “Gabo”, de 20 y 24 años, se iniciaron en el trabajo sexual en agosto de 2020 promocionando sus servicios en redes sociales, antes de la pandemia ambos eran meseros y la cuarentena rígida les quitó el empleo y por poco el lugar donde viven.

“Teníamos mucha vergüenza y miedo al principio, pero con el tiempo te acostumbras e incluso vas ganando clientas fijas, la mayoría de ellas mayores y de familia. El trabajo sexual nos dio de comer y para pagar el alquiler todo este tiempo”, asegura “Coco”, a tiempo de reconocer que no cuenta con carnet sanitario ni se realiza exámenes médicos para saber si no contrajo coronavirus, VIH u otra infección.

El caso de las mujeres trans resulta más complicado porque, además de cubrir sus gastos básicos como vivienda y alimentación, hacen lo posible por solventar sus tratamientos y poder pagar un médico endocrinólogo que las quiera atender en el proceso de transición de género, aun en pandemia.

Varios testimonios aseguran que las mujeres trans dedicadas a servicios sexuales no realizan sus labores en sus ciudades natales, toda vez que huyen de la discriminación y otros estigmas sociales. A muchas las cuarentenas “las pillaron” desprevenidas, lejos de sus hogares y obligadas a acudir incluso a ayudas sociales.

Una trabajadora sexual ofrece sus servicios en una avenida céntrica cochabambina. DICO SOLÍS

SIN CARNET SANITARIO, MÁS RIESGOS

Jeancarla Torres, del MTN, lamenta que la emisión del carnet sanitario se haya suspendido desde marzo de 2020, cuando se detectaron los primeros casos de coronavirus en el territorio nacional, y que no se autorice la reactivación de este requisito hasta hoy.»A las antiguas les dan como una papeleta de revisión médica, pero hay tantas compañeras nuevas que no pueden acceder al carnet sanitario y deben trabajar prácticamente a la suerte, imagínese, salen a las calles todos los días sin saber si tienen VIH, alguna otra enfermedad o COVID», manifiesta.

El carnet sanitario es un requisito para las trabajadoras sexuales, tanto para su seguridad como la de los clientes. Funciona a través de sellos otorgados en cada revisión médica que, según se recomienda, debe realizarse cada mes. Además, en cada visita se les concede cierto número de preservativos de forma gratuita.

Zambrana explica que, de marzo a septiembre de 2020, no se realizaron exámenes médicos en el CDVIR de Cochabamba. A partir de agosto, se reinició con las revisiones pero no con la dotación de carnets sanitarios, sino mas bien con boletas que certifican el bienestar de las trabajadoras sexuales que ya cuentan con dichas credenciales con anterioridad. Es decir, «las nuevas» no pueden acceder.

Stefany Britto, una de las representantes de la Organización de Travestis, Transexuales y Transgéneros Femeninos (Otrans Bolivia), lamenta que este sector sea uno de los más vulnerables frente a las prohibiciones y la urgente necesidad. Denuncia que muchas de sus compañeras -nuevas- se ven obligadas a ofrecer sus servicios en las calles, ya que «allí no hay quién les exija el carnet sanitario».

«La calle expone a las trabajadoras sexuales a clientes violentos e incluso a la extorsión de malos policías. Dónde están las autoridades, nuestra seguridad va por nuestra cuenta», indica.

Un hombre apostado en la esquina de una calle céntrica de Cochabamba. ARCHIVO

RUBRO «BONDADOSO» PARA ELLOS

Carlos (nombre cambiado) es gay y presta servicios sexuales en la ciudad de La Paz. Percibe que este trabajo puede llegar a ser incluso «más bondadoso» para los hombres. A su criterio, están menos expuestos a la violencia, pues no tienen necesidad de “mostrarse” en las calles ni en locales nocturnos y nadie les exige el carnet de sanidad.»Escucho en las noticias la violencia que sufren las trabajadoras sexuales y es muy triste, realmente están muy expuestas. Me pasó alguna vez que algún cliente quería obligarme a algo, pero me sé defender», señala.

Asegura que el servicio sexual «entre hombres» no es violento porque «se crea una especie de complicidad».

«Tengo muchos clientes adultos, padres de familia. Incluso hay un cliente fijo que es pastor. Entonces es un acuerdo de suma confidencialidad y respeto a su vida privada, no hay violencia y hay menos riesgo», asegura.

Carlos, así como Mendoza del IDH, afirma que también hay más hombres que se sumaron al rubro. Añade que no pudo trabajar en el periodo de cuarentena rígida de 2020, pero cuando las restricciones se flexibilizaron «el trabajo se multiplicó».

No hay registros de algún local nocturno que preste servicios sexuales masculinos con exclusividad, por lo que las herramientas habituales de «promoción» para los hombres son las redes sociales y anuncios en periódicos. «Esto posibilita incluso que los extranjeros, la mayoría venezolanos, también puedan ofertar».

Aunque se identificó al menos una docena de trabajadores sexuales en Cochabamba, los anuncios en periódicos suman más. Pero, varios de ellos admiten que habilitan hasta cuatro números de celulares para ser contactados.

Mendoza informa que solo una organización de estos trabajadores en La Paz aglutina cerca de 40 miembros.

INVERSIÓN CONTRA LA COVID-19, VIH Y OTROS MALES

En el caso de las trabajadoras sexuales, la inversión se acrecentó bastante y las ganancias son mínimas frente a la rebaja forzosa que deben hacer en sus tarifas.»Las chicas que trabajan en locales dan un porcentaje a los dueños o administradores, en muchos casos llega hasta un 50% porque ahora ellos tienen que dar alcohol para desinfectar, fumigar el local, a la gente, poner pediluvios y demás. Pero, para la revisión médica en el CDVIR ahora tenemos que ir con una prueba COVID que pagamos de nuestro bolsillo, aparte de comprar preservativos. Ha crecido también el gasto», explica Verónica Lino, representante de la organización de trabajadoras sexuales Warmi.

El incremento en la inversión y la rebaja de tarifas agravan la situación. Muchas trabajadoras aseguran que prefieren invertir y tener la certeza de que se encuentran bien de salud, toda vez que «varias viven hacinadas con sus hijos y demás familia, y el descuido representaría un riesgo para sus seres queridos», apunta Zambrana.

Respecto al tema, Carlos asegura haber tenido la «suerte» de contar con el apoyo de distintas organizaciones que no solo dotan preservativos de forma gratuita, sino también de barbijos y alcohol desinfectante. «Así que creo que en ese aspecto no hemos sufrido mucho, como las mujeres», señala.

Dos trabajadoras sexuales ofrecen sus servicios durante el día. DICO SOLÍS

CORONASUTRA, EN EL DÍA Y SIN AUTORIZACIÓN

Aunque no existe autorización oficial para la reactivación del trabajo sexual en Cochabamba, desde el SEDES se viene impulsando la  aplicación de medidas de bioseguridad en los burdeles -muchos que funcionan desde tempranas horas-, adjuntando el coronasutra, una serie de recomendaciones de posiciones sexuales cuyo fin es evitar la cercanía de los rostros y así los contagios de coronavirus.»Lastimosamente no se ha podido lograr una autorización formal por parte de las autoridades, que parecen haber olvidado totalmente a las trabajadoras sexuales, pero la realidad es que es un oficio que nunca va a parar aunque hayan mil pandemias. Por eso es necesario, desde el SEDES, instruir y recomendar formas para que estas trabajadoras se cuiden, así también los clientes y por ende a sus familias», explica Zambrana.

Lino relata que «nunca faltan los clientes que se resisten», pero que con el tiempo y buen trato terminan aceptando que es para su propia protección.

Por otro lado, la representante de trabajadoras sexuales de la calle, Eva Flores, indica que este sector no tuvo grandes conflictos. «Cuando trabajas en la calle todo es pues rápido, ni besos ni caricias. Los clientes hacen lo que vienen a hacer y listo, chau. Pero si quieren pasarse de vivos, ya nosotros conocemos nuestros derechos».

AUTOGESTIONARIAS EN LA PAZ

En diciembre de 2020, cerca de 17 mil trabajadoras sexuales denominadas “autogestionarias”, lograron conseguir del Servicio Departamental de Salud (SEDES) la Paz la autorización para el uso de una guía de bioseguridad con la que volverían, progresivamente, a ofrecer servicios en las ciudades de La Paz y El Alto, informó Aylin Aparicio, una de las representantes de la Organización de Trabajadoras Nocturnas de Bolivia (OTNB).“El oficio más antiguo del mundo está lejos de desaparecer”, advierten desde la OTNB, toda vez que es una alternativa a la falta de empleo, más aún, en tiempos de pandemia.

La migración desde otros rubros, la itinerancia, el posible contagio de COVID-19 y otras enfermedades hace casi imposible tener un registro exacto de lo que ya es evidente, el incremento de mujeres, mujeres trans y hombres que se dedican al trabajo sexual para subsistir en pandemia.