Violencia de género, el elefante en la habitación

En el mundo se suele utilizar la expresión “un elefante en la habitación” para referirse a un problema que todo el mundo sabe que existe, pero ante el que todo mundo actúa como si no existiera y es un problema sin resolver; y es así que a medida que nuestro país ha ido creciendo en población el elefante se ha vuelto más grande y ahora la decisión de ignorarlo requiere un verdadero esfuerzo inconsciente por parte de todos los bolivianos.

Las olas de violencia que con frecuencia sacuden a nuestra sociedad son un fenómeno al que hay que enfrentarse cuanto antes. En este sentido, la prevención es la única manera de detener la violencia antes incluso de que ocurra, y es que cuán importante es el valorar la educación para enfrentar a la cultura de la violencia. Y es así que los educadores (padres de familias, profesores, maestros, mentores, coach), tenemos un amplio campo de actuación, ya que se nos presenta la posibilidad de modelar a las generaciones futuras en unos valores de colaboración, paz y tolerancia de forma transversal, mediante la educación para la armonía y la convivencia.



Los agitados cambios producidos en la última década han hecho proliferar la intolerancia y la violencia, no sólo física sino también verbal. La sociedad ha aceptado la violencia como normal: los valores «ocultos» de la sociedad, deben ser revisados cuanto antes y es que quizás lo que está en crisis es el valor mismo de educar, en una sociedad que no siempre manifiesta de forma clara cuáles son sus valores.

Ante la importancia de generar unas sólidas bases sobre las que estructurar la educación para la no violencia. Pues bien, éstas deben comenzar desde las faldas mismas del sistema educativo, desde la Educación Infantil. Es en esta etapa donde se comienza a imprimir la formación, los principios, la responsabilidad, el respeto, la colaboración y la tolerancia de la futura sociedad. Tal cual como describe el psiquiatra, investigador y profesor español, Luis Rojas Marcos, «las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de vida, se desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos perversos en la adolescencia». Por ello, debemos centrar nuestros esfuerzos en estos alumnos si deseamos una sociedad cercana más justa, racional y pacífica.

Existe también una tendencia generalizada a considerar lo diferente como malo y lo que es peor aún que se atañe todo al racismo y discriminación. Partiendo de esto, los colectivos de personas que apenas tienen algo en común, o nada con nosotros, son una amenaza. Es así que debemos cambiar el discurso, debiendo ver lo diferente como un enriquecimiento de la cultura, lo cual no implica que no admitamos las diferencias, cosa que es buena, pero partiendo en todo momento de una cultura del respeto. Del respeto a diferencias que van desde lo social y cultural a lo religioso, sabiendo que ambos tienen unos derechos y unas obligaciones.

Se requiere de un compromiso político el cambiar el sistema educativo en Bolivia de cara a un siglo XXI, totalmente globalizado y digitalizado, es primordial el modificar las leyes de la igualdad de género, por la de equidad de género, siendo que no es lo mismo, ya que ningunos somos iguales, pero si queremos igualdad de oportunidades y derechos para convivir en una sociedad más sana y responsable de sus acciones, es primordial invertir en organizaciones de mujeres y abordar las múltiples formas de discriminación a las que se enfrentan las mujeres a diario. En un papel clave el desarrollo de políticas basadas prevención de la violencia contra las mujeres y niños, centrada en la educación de la primera infancia, en unas relaciones respetuosas y en trabajar con hombres y niños, especialmente a través y dentro de los medios de comunicación, las industrias del deporte y el mundo laboral.

La educación es reflejo de la sociedad, desde nuestra labor como padres de familias y educadores tenemos la posibilidad de cambiar el mañana, de guiar a nuestros hijos inculcándoles valores sociales positivos de respeto al prójimo, de colaboración, de protesta ante las injusticias: es decir, debemos por tanto cambiar el rumbo de la sociedad si queremos que las nuevas generaciones sean más dinámicas y justas, en las que imperen valores de igualdad y en las que los derechos humanos se vean reflejados en todas las áreas. Hay que educar para la paz.

 

Gabriela Jiménez, Publicista Corporativa