El movimiento en defensa del derecho al aborto toma las ciudades de EE UU tras la decisión del Supremo

Miles de personas, de feministas a activistas LGTBI, protestan por la derogación de ‘Roe contra Wade’ en el arranque de un fin de semana de movilizaciones en al menos 70 ciudades

IKER SEISDEDOSMARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJOLUIS PABLO BEAUREGARD



 

Fuente: https://elpais.com

Ante el imponente edificio del Supremo en Washington, cerrado a cal y canto y protegido por una valla de tres metros de altura, una mujer vestida con capa roja y la cara tapada por una cofia blanca sostenía este viernes al caer el sol un cartel que decía: “Esto no es una ficción”. No quiso desvelar su nombre: “Los nombres no son importantes, los símbolos lo son”. Y ese símbolo, una referencia a la novela (y la serie) El cuento de la criada, de Margaret Atwood, solo podía, para ella, tener un significado al final de un día histórico, en el que el alto tribunal derogó la sentencia Roe contra Wade, que consagró constitucionalmente en 1973 el derecho al aborto en Estados Unidos: “La distopía se ha hecho realidad en mi país”.

La mujer-símbolo se encontraba entre las miles de personas que al final de la tarde protestaban en Washington por una decisión que devuelve a los Estados la potestad para regular sobre la salud de 36 millones de mujeres en edad reproductiva, y que acarrea graves consecuencias para las ciudadanas de 26 de los 50 Estados, que se han anunciado dispuestos a promulgar leyes restrictivas con carácter inmediato. El movimiento en favor del aborto se echó a la calle también en ciudades como Nueva York, donde se manifestaron miles de personas, Los Ángeles, Nashville, Detroit, Boston o Atlanta, entre otras, en un ambiente pacífico en el que se percibía más la rabia que la felicidad del encuentro. Era el arranque de una movilización que se prolongará durante el fin de semana en al menos 70 ciudades.

En Washington, los manifestantes se apretujaron en el paseo que serpentea por una suave colina y deja a un lado la mole neoclásica blanquísima del tribunal y, al otro, los jardines que conducen al Capitolio. El poder judicial y el legislativo, frente a frente. Y en medio, una muchedumbre, sobre todo de mujeres (y en su mayor parte, jóvenes), que, como explicó Andrea Fuller, no sabían bien “cómo canalizar la rabia” y se sentían defraudadas por ambos.

“Aquellos de allí”, dijo Julia Elman, estudiante en Princeton, para referirse a los políticos demócratas que estuvieron desfilando durante todo el día por la concentración, “nos piden que votemos. ¡Pero ya les votamos!”. “Tienen el control del Senado”, agregó, “de la Cámara de Representantes y de la Casa Blanca, y no han sido capaces de codificar Roe”. Elman se refería a la aspiración, un esfuerzo hasta ahora condenado a la melancolía, de sacar adelante una ley que proteja el aborto en Estados Unidos y lo aparte de los vaivenes de la jurisprudencia, que puede cambiar, aún con un precedente de medio siglo, lo mismo que se tarda en alterar la composición de los nueve miembros del Supremo.

“Hay que reconocer que los republicanos han montado una estrategia maestra. Les ha llevado tiempo, pero lo han conseguido”, consideró Andrea Fuller, para explicar el modo en el que en solo seis años, “gracias a la despiadada paciencia de Mitch McConnell [líder del partido conservador en el Senado]”, han moldeado una mayoría conservadora de seis a tres, después de que el presidente Trump lograra introducir un trío de magistrados con la expresa intención de tumbar el derecho al aborto.

La concentración ante el Supremo ha empezado según se ha conocido la sentencia, pasadas las 10 de la mañana, hora de la Costa Este. La noticia la han recibido con júbilo y champán un puñado de antiabortistas que estaban apostados ante las vallas del tribunal de buena mañana. Durante las siguientes horas, los partidarios de uno y otro lado se han manifestado frente a frente. Pero luego los antiabortistas han ido abandonando el lugar y solo han quedado los partidarios del derecho a decidir de las mujeres.

A las cinco de la tarde, había convocado un mitin en la explanada de la estación de tren de la capital, en el que han hablado Ilhan Omar (representante por Minnesota) y la alcaldesa de Washington, Muriel Bowser. “Hoy, la gente se ha dado cuenta de dos cosas: que han perdido una importante cobertura de salud que daban por hecha, y que nuestro Tribunal Supremo es un nido de radicales”, sentenció una vez bajó del estrado la congresista demócrata de Colorado Diana de Gette. Al término de los discursos, el grupo, de unas mil personas, ha seguido a Alexis McGill, directora ejecutiva de Planned Parenthood, uno de los grupos en defensa del aborto más importantes de Estados Unidos, rumbo al Supremo, que está a unos 700 metros de la estación. Han marchado entre gritos de “Mi cuerpo, mi elección” a reunirse con los congregados ante las puerta del tribunal, al que han saludado con proclamas de “Fuck the Court!” (que le jodan al tribunal).

El primero de los lemas resonó con fuerza por las calles de Manhattan (Nueva York). Una doble convocatoria en dos plazas distintas, la primera “la de la rabia” y la segunda, “la del cuidado”, confluyó en una marcha encabezada por afroamericanas, latinas y representantes de otras minorías en la que la marea de activistas del aborto se mezcló generosamente con un mar de banderas arcoíris.

Mientras una manifestante que rehusó identificarse realizaba una performance, tumbada en el suelo sobre una toalla blanca supuestamente ensangrentada, con las piernas abiertas y la ropa interior también manchada de rojo, mientras sostenía una percha —símbolo del aborto ilegal—, las hermanas Marina, de 67 años, y Elizabeth, de 68, ondeaban un cartel el que podía leerse “Suprema Misoginia”, como orla de una fotografía de los jueces del Supremo. “Tengo una nieta de dos años”, decía Elizabeth, “y tendrá que venir aquí cada día si no hacemos algo”. “Ya nos manifestamos a favor del aborto antes de Roe contra Wade, pero entonces no teníamos el derecho; ahora es muy distinto, es la primera vez que nos lo arrancan de las manos”, explicaba Marina. “Si los republicanos toman el control de la Cámara [en las elecciones de medio mandato], habremos perdido definitivamente. Por eso a las jóvenes que hoy se manifiestan aquí sólo les diría una cosa: que voten, que voten en noviembre”, añadía Marina, temerosa de que la coyuntura económica y otros asuntos cotidianos destierren de las preocupaciones inmediatas la lucha por los derechos civiles.

Junto a ellas estaba Nancy, de 77, pareja de Elizabeth desde hace décadas. “Es terrorífico lo que está pasando, porque además no se detendrán ahí, lo siguiente será prohibir el matrimonio homosexual, y después seguirán otros derechos”, decía Nancy. “La prohibición afectará especialmente a las mujeres sin recursos y marginadas, porque cualquier neoyorquina podrá seguir abortando sin problemas, y también las hijas de los políticos, estoy segura de que Trump ha pagado unos cuantos abortos”, concluía Marina. A su lado, un amigo de las tres enarbolaba una pancarta con un mensaje claro: “Recordad esto en noviembre”, en las elecciones de medio mandato.

“Que mi hija tenga menos derechos que yo no es de recibo”

Mangana y Maya, madre e hija, se manifestaban juntas, con un cartel que rezaba “Las armas tienen más derechos que las mujeres”. “Estamos aquí hoy porque mi hija va a tener menos derechos que yo y eso no es de recibo. Yo dejé Irán para ser libre y ahora sufro un retroceso”, explicaba Mangana, que llegó a EE UU tras la revolución islámica de 1979. La chica, que contaba orgullosa que empieza en la Universidad de Berkeley el próximo curso, se ha manifestado ya por otras causas, como el control de armas o la inmigración. “Estoy tan aterrada como furiosa, aunque no espero nada de la movilización, los jueces están enrocados en la sentencia, y van a ir cercenando otros derechos, uno tras otro. Pero al menos deben saber que nos tienen en contra, quedarse en casa no es una opción, hoy menos que nunca”, contaba.

A su lado, Raymond Lotta, portavoz de un grupo llamado The RevComs (revolucionarios comunistas), impartía doctrina sobre la oportunidad que, a su juicio, supone el enfado de la sociedad civil por el fallo del Supremo. “Es la punta del iceberg de la involución fascista del país, perceptible en todos los niveles: el Supremo, los gobernadores, el Ejército… Aspiramos a subvertir el sistema y creo que el aborto lo puede precipitar, es la brecha que ha colmado la paciencia de la gente, que está muy cabreada. Porque esta vez se han pasado: han denegado a las mujeres su completa humanidad”, decía.

En la protesta, mucho más nutrida tras incorporarse la marcha procedente del cercano campus de la universidad, había variedad de sensibilidades: desde representantes de un grupo llamado Judías por el aborto, a la abundante corriente latina —las hispanas, como minoría, serán las más perjudicadas junto con las afroamericanas—, que revivió hoy la marea verde que ha recorrido el continente en los últimos años. Una joven colombiana que declinó ser identificada, lucía al cuello un pañuelo verde escrito en castellano. “Es terrible, no solo para Estados Unidos sino para la región, porque muchas de las decisiones que se han tomado al respecto en América Latina están inspiradas por Roe contra WadeColombia de hecho cita esta sentencia en la legalización del aborto”, explicaba la joven, que reside en Nueva York. “Esto va a ser difícil revertirlo, no espero nada a nivel judicial, si depende de los Estados vamos por mal camino… Únicamente el Congreso… Porque esto es la punta de un iceberg, por eso hoy se han reunido aquí tantos grupos LGTBI, pero también de izquierda y de trabajadores. Es un retroceso para toda la región”. El ambiente apenas festivo, y sí de rabia contenida, fue mitigado por una ambarina luz de poniente.

“Sentí la urgencia por hacer algo”

Lorena, de 57 años, dice que la noticia que llegó desde el Tribunal Constitucional de Washington le provocó el mismo sentimiento de derrota que la noche en que se anunció que Donald Trump se convertiría en presidente de Estados Unidos. “Es un país lleno de mentiras y de miedo”, dice esta chilena que se ha naturalizado estadounidense. Dice que acciones como la de esta mañana le recuerdan la nación de la que huyó junto a su familia por la dictadura de Augusto Pinochet. “Siento que una dictadura se está apoderando de este país, quien tuvo un fascista como presidente que aún sigue, no ha enfrentado a la justicia y quien puede volver a la presidencia”, añade. Esta cineasta de profesión fue una entre cientos que acudieron al centro de Los Ángeles a manifestarse contra el fallo de la mayoría conservadora de la corte. “Me pareció una noticia nauseabunda. En cuanto la oí sentí la necesidad por hacer algo al respecto”, asegura.

Otra mujer, quien no quiso dar su nombre, dijo que el fallo le recordó la desesperación que vivieron algunas de sus mujeres al quedar embarazadas antes de Roe contra Wade. “No deberíamos volver a eso”, aseguraba con un gancho en la mano, un símbolo de los tiempos que amenazan con retornar. Otra manifestante sostenía frente al edificio de la alcaldía una pancarta con información de Aid Access, un servicio en línea con el que las mujeres pueden hacerse con pastillas abortivas.

Diversos llamamientos a la movilización se hicieron desde el centro de la ciudad, que fue escenario de un par de protestas. Había rabia y desconcierto en los manifestantes, la gran mayoría de ellos nacidos en el tiempo en que Roe contra Wade amparó a las mujeres en EE UU. Las protestas fueron organizadas en caliente. Dos comitivas se manifestaron, sin coincidir, en las principales avenidas del primer cuadro de la ciudad. Un grupo, escoltado por la policía, irrumipió en la hora punta en la muy transitada carretera 110, donde bloquearon el tráfico durante algunos minutos. A las nueve de la noche, la policía declaró ilegal la asamblea, una forma de disperar a la multitud. Este sábado, se esperan nuevas movilizaciones en protesta por la derogación del aborto.