Problemas de la reforma agraria en Colombia

Primero adquirir, luego redistribuir. El presidente izquierdista Gustavo Petro reforma la propiedad de la tierra en Colombia. Pero el proyecto plantea interrogantes. ¿Distribuye el gobierno colombiano tierras robadas?

Mercado en Quibdo, Colombia. La agricultura contribuye en un 6 por ciento al PIB anual de Colombia.

Fuente: dw.com



En el oeste de Colombia, en el Valle del Cauca, Orlando y su familia han vivido y trabajado durante generaciones. Llegaron aquí hace 150 años. «Pachamama significa que nuestra tierra es nuestra madre biológica y natural», dice este campesino. Tener tierra, ser agricultor, es más que un trabajo. Ser un campesino es identidad, cultura, tradición, autoorganización. La tierra, dice Orlando, no se compra ni se vende.

En la Casa de Nariño, el palacio presidencial en Bogotá, se ven las cosas de otra manera: Gustavo Petro,el primer presidente de izquierda de la historia del país, se ha propuesto hacer una reforma produnda en Colombia. Se trata de que el gobierno compre 3 millones de hectáreas de tierra a la asociación ganadera FEDEGAN y las distribuya entre los campesinos con poca o ninguna tierra. Para ponerlo en perspectiva, hay unos 45 millones de hectáreas de tierras agrícolas en total.

¿Por qué una intervención estatal tan masiva? En la actualidad, solo el 1 por ciento de los terratenientes controla entre el 75 y el 80 por ciento de las tierras agrícolas de Colombia. Sin embargo, uno de cada seis colombianos trabaja en la agricultura, que contribuye con un 6 por ciento al PIB anual de Colombia. En Alemania, la proporción oscila constantemente entre un 0,5 y un 1 por ciento.

Reforma «profundamente positiva»

Los planes de redistribución son importantes, dice el gobierno. Podrían hacer avanzar el proceso de paz en el país. Carlos Duarte, sociólogo y experto en reforma agraria de la Universidad de Cali, coincide. La medida tendría el potencial de proteger a los campesinos, reforzar su independencia y, al mismo tiempo, reducir el cultivo ilegal de plantas de coca. Si los numerosos campesinos de Colombia disponen de tierras suficientes para ganarse la vida dignamente, la pobreza no les empujará a los brazos de los productores de droga, afirma el sociólogo. Según Duarte, la iniciativa del gobierno es «profundamente positiva». Por primera vez se gastaría suficiente dinero para poder hablar de una verdadera reforma.

 Gustavo Petro. Gustavo Petro, presidente de Colombia.

Pero no todos se muestran tan entusiastas. FEDEGAN es un socio controvertido y se dice que tuvo buenas conexiones con paramilitares de derechas en el pasado. Las tropas paramilitares fueron durante mucho tiempo el contrapeso de las FARC marxistas. Los grupos paramilitares también expulsaron a los campesinos de sus tierras en las últimas décadas para cultivar coca, entre otras cosas.

Orlando fue una de las víctimas. Fue expulsado varias veces, pero siempre pudo volver a su tierra, a veces solo después de años, cuando los paramilitares abandonaron de nuevo la zona. No tiene muy buena opinión de la reforma agraria de Petro. Teme que, al vender tierras que en su día fueron robadas, ahora se pueda legalizar el robo. «Tampoco se puede vender una manzana robada», dice.

¿Tierras robadas?

Si se cree al presidente Petro, es imposible que tierras robadas estén a la venta. Solo se podrán comprar tierras cuya propiedad esté clara. Carlos Duarte, de la Universidad de Cali, también apacigua: en cuanto se denuncien las expropiaciones, se pueden utilizar los números catastrales para identificar estos terrenos de la masa de ventas y congelar la transferencia de FEDEGAN al gobierno. Pero «no se han notificado todos los casos de expropiación o desplazamiento. El número de casos no denunciados es probablemente enorme», afirma.

FEDEGAN niega también que las tierras vendidas sean tierras robadas. Preguntado al respecto, el presidente de la asociación, José Félix Lafaurie, reaccionó con dureza: «Los ganaderos somos víctimas, no victimarios.»

Los conflictos armados del pasado llegan hasta el presente, Orlando también lo sabe. Lo único que quiere ahora es la paz. Algunos de sus hermanos fueron asesinados, él también fue amenazado. Ahora tiene 67 años, su vida está marcada por el conflicto. Pero abandonar su país nunca fue una opción para él. «Resisto con todo lo que tengo». Ya no tiene miedo.

(gg/ers)