El expresidente de la República Carlos Mesa, habló sobre su percepción acerca de las tres décadas de democracia que vive el país y del actual Gobierno. Indicó que no existe una ruptura de la democracia, pero sí se percibe “autoritarismo” y que hace falta renovar el “pacto social”.
Mesa alerta de la “anomia social”
El expresidente de la República Carlos Mesa en entrevista con Los Tiempos
Los Tiempos (LT).- Después de 30 años de democracia, ¿los bolivianos hemos aprendido a vivir en democracia?
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Carlos Mesa (CM).- Primero decir que inevitablemente uno está muy condicionado cuando habla de los 30 años de democracia a este momento, casi todos nuestros razonamientos están muy condicionados por los años del Gobierno de Evo Morales. Es lógico que así sea, pero no hay que perder de vista el tiempo. El primer elemento es el destacar un proceso democrático, el más largo de la historia republicana, lo que muestra una sociedad dispuesta a construir su futuro a partir de una visión de libertad. Ese es un logro extraordinario del 10 de octubre de 1982, un logro además producto de un impulso popular. Esa concepción de vivir en libertad y de construir una sociedad basada en valores democráticos se estrella contra el problema de fondo: una sociedad que no ha interiorizado la democracia en la combinación de derechos y responsabilidad.
La lógica, cuando uno viene de dictadura, es la recuperación del derecho a la libertad, de los derechos humanos, de la palabra, etc.
Cuando pasan los años, cuando uno va madurando, también tendría que encontrar una respuesta en sus obligaciones, ahí creo que estamos en un grave problema. El problema mayor es que no tenemos una conciencia de responsabilidad ciudadana, no entendemos la vinculación del tengo derechos, pero a cambio tengo obligaciones y tengo que responder a ellas.
Termino diciendo que si en la crisis del 2003 tomamos conciencia de que nuestro pacto social se había agotado y que había que renovarlo, y se lo hizo de una manera complicada y a trompicones, ese pacto social no respondió en los hechos a lo que tenía que responder, es decir a que el ciudadano y el Estado tuvieran una nueva relación en la que el sometimiento a la ley fuera una norma.
El peligro en el que estamos ahora es la anomia social, es el creer que la democracia en las calles es pura teoría, que es una cuestión abstracta. Eso no es verdad, como lo estamos probando cotidianamente, con la forma desorganizada, de presión, con la violencia latente siempre que tenemos en Bolivia.
LT.- ¿Se puede hablar de una ruptura en este proceso democrático, a partir del Gobierno de Evo Morales y el “proceso de cambio” que instala en el país?
Hay un cambio, pero no una ruptura ni una fractura. Es lógico que en el discurso oficial lo que manda es eso, decir nosotros somos los fundadores de la nueva historia del país, la estamos refundando, incluyendo el cambio del nombre del país a Estado Plurinacional. Pero en los hechos, objetivamente, no hay ninguna ruptura, creo que lo que hay son algunos elementos de transformación que tienen que ver con un pasado largo, desde 1952, y que tiene que ver fundamentalmente con la continuidad de la idea de democracia que se abre en 1982.
No podría entenderse en absoluto el proceso de 2006 sin la recuperación democrática, sin las transformaciones modernizadoras de los años 90 y sin el proceso de construcción de la democracia participativa que se inició el 2004 con las reformas constitucionales.
Ahora bien, Morales plantea una paradoja, por una parte cambios positivos que tienen que ver con la inclusión indígena, con el tema autonómico, que no es un mérito del presidente Morales, sino más bien un logro histórico de las regiones, con una falta de vocación genuina de espíritu democrático. Si en una punta colocamos al presidente Hernán Siles Suazo y en la otra al presidente Morales, hay una diferencia fundamental entre ambos; el espíritu genuinamente democrático de Siles y, en lo íntimo, el espíritu más autoritario de Morales.
Morales construye la idea de democracia sobre la hegemonía de un partido, sobre la hegemonía de un discurso; Siles, en cambio, construye la idea de democracia sobre la idea de pluralidad, sobre el diálogo, a pesar de los riegos que esto implicó y los costos que le significaron, pero creo que eso hace la diferencia.
Hay una debilidad del espíritu más profundo de la democracia, a la vez de que hay elementos positivos de transformación en temas como la Constitución, la inclusión indígena y las autonomías.
LT ¿Cómo evalúa el tema de las libertades ciudadanas en este proceso democrático?
CM.- Creo que hay una diferencia con relación al respeto a las libertades democráticas previo al 2006 y posterior al 2006, hay una ventaja para el período 1982-2006, podríamos criticar muchas cosas al proceso democrático anterior, pero está claro que hubo en todos los gobiernos una vocación de respetar los derechos a la libertad de expresión, intentar la construcción de una institucionalidad por imperfecta que esta fuera y marcar una línea de aceptación de que la libertad era un denominador común.
En cambio, en el proceso del presidente Morales lo que hay es la idea de la democracia participativa está por encima de las libertades individuales, que estas son moldeables y guardables, por tanto estamos en la judicialización de la política, se han tenido procesos políticos desmesurados, todos los ex presidentes democráticos hemos pasado por el trance de ser acusados de algo, unos hemos tenido la posibilidad de demostrar la falta de pruebas para esas acusaciones, otros han tenido que afrontar situaciones diferentes, está la Ley de Autonomías que suspende a personas con solo acusación, hay personas asiladas y/o refugiadas, cosas que no se habían vivido en el proceso democrático anterior.
Hemos tenido un choque muy fuerte entre el Estado, el poder del gobierno y los medios de comunicación, con juicios, amenazas y restricciones que no se pueden aceptar como genuinamente democráticas.