ORE JAE IYAMBAE. NOSOTROS SOMOS SIN DUEÑO
1. ANTECEDENTES
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En la historia del pueblo chiriguano, [1] no se puede olvidar a los caciques Mandeponai y a su padre Turuncuti. Este último que fue un enemigo acérrimo de las misiones y de quienes se avinieran con los religiosos, con los años fue persuadido por los franciscanos para cooperar con ellos, lo que generó una feroz oposición de los pobladores de Guacara y Cuevo, al parecer porque la misión les impedía tener comercio con los machareteños. El 25 de mayo de 1868, Turuncuti es cruelmente asesinado por indios cueveños. Luego de intentos infructuosos por vengar a su padre, Mandeponai continuó apoyando el trabajo de los religiosos, poniendo varias condiciones para que se respete a su pueblo. Ejerció una hábil intermediación entre la comunidad misionera y el resto de la sociedad republicana, llevando la prosperidad a Macharetí, pero en octubre de 1874, esta localidad y otros puntos del Chaco son violentamente atacados por una confederación indígena a la cabeza de un nuevo chamán de nombre Güirariyu, cuyo propósito era reconquistar sus tierras y recuperar la independencia ava. [2] Mandeponai falleció a edad avanzada (entre 1920 y 1928). “Cualquiera que hubiese sido la fecha, lo cierto es que su figura lo destaca como a uno de los grandes conductores de su pueblo. Supo combinar lo posible con lo deseable, separar la realidad del mundo de la irrealidad de los mitos. Marcó una ruta que sirve de orientación para quienes buscan hoy en día reencausar el destino de los ava bolivianos”.[3]
Luego, aparecería un segundo movimiento de carácter indigenista –encabezado por el chiriguano Apiaguaiqui – Tumpa de la parcialidad de Ivo–, generado por el despojo de sus tierras a cargo de terratenientes y latifundistas, apoyados por fuerzas del poder central.[4] En diciembre de 1891 los principales jefes del pueblo chiriguano reunidos en Cuyuruqui o Kuruyuqui –situado en la prolongación del valle de Ivo o Ibo (voz guaraní: ibú, manantial), [5] cerca de Camiri, a sólo dos leguas de Boyuibe–, se pronunciaron por la guerra contra el pueblo blanco ‘karai’.
Este alzamiento de los ‘cambas’ chiriguanos[6] era un acontecimiento más de una larga historia de casi 300 años de enfrentamientos, que comenzó en 1564 cuando los nativos de esta región destruyeron Santo Domingo de la Nueva Rioja, fundada por Andrés Manso a orillas del río Parapetí (voz guaraní: parapiti, matanza = río matador, seguramente por los desastres que sufren las sementeras, por sus inundaciones.[7] Los ‘cambas’ chiriguanos aún tenían en el recuerdo el escarmiento que le dieron al virrey Toledo en las postrimerías del siglo XVI cerca de Cuevo, obligándolo a replegarse con su tropa, todo maltrecho. Similar situación se presentó con Francisco Antonio de Argamosa en 1729, cuando España emprendió una nueva guerra contra el imbatible pueblo chiriguano. Cuando los caciques amigos de Apiaguaiqui insistieron para que Mandeponai se uniera a la guerra, encontraron un nuevo y duro rechazo, aduciendo que “la guerra no es buena pues ningún provecho se saca de ella” y sobre las cualidades del Tumpa guerrero, declaraba que era un impostor.[8]
Este llamamiento a las armas traía a la memoria el genocidio realizado en diferentes momentos, primero por los europeos y luego por tropas bolivianas azuzadas por algunos hacendados lugareños. La causa inmediata de la sublevación fue el permanente estado de abuso y sobreexplotación al que se encontraban sometidos los indios chiriguanos de Ibo. Estos, para conjurar su desdicha en manos de los colonos y terratenientes cristianos, advirtiendo que era más favorable su dependencia de una acción conversora, solicitaron a los misioneros franciscanos la fundación de una misión en dicho lugar. En conclusión, reclamaban la reparación de las injusticias del pasado. “Lamentablemente, las gestiones de los padres franciscanos no alcanzaron el éxito deseado debido a la oposición cerrada de los hacendados de Ivo, quienes dirigidos por Octavio Padilla, consideraban que la organización de una misión les privaría de la fuerza de trabajo gratuita que hasta entonces utilizaban…”.[9] La noticia de la sorprendente aparición del Tumpa recorrió las tierras cordillereñas. Con mucho sigilo “iniciose así la preparación febril para la guerra. Indios de Caipependi, Itatiqué, Pipi, Ururigua, Tacuarandi, Oquitas, Parapeto, Yute, Choreti, Macharetí y otros lugares semejantes se entregaron de lleno a la fabricación de rústicas ballestas”. [10]
Se unieron más de cinco mil querembas (guerreros) alrededor del ‘Tumpa’ Apiaguaqui, o Chapiaguasu, como lo llama Francisco Pifarré, porque fue para su gente algo así como una expresión del hombre transformado en Dios.[11] De acuerdo al ‘Diccionario Histórico de Bolivia’ de Lorenzo Calzavarini, se dice que Apiaguaiqui Tumpa nació en Huacaya, departamento de Santa Cruz, el año 1863. Su nombre habría sido Chapia Guasu (mozalbete grande), cambiado a Hapia Oeki (eunuco de Dios, calidad de castidad que connotaría su estatus divino), al ser proclamado Tumpa. Este líder indígena asistió en 1877 a la masacre de Murucuyati, donde murió su madre. Aprendió las artes shamánicas, asumiendo después “las características de los ‘hombres dioses’ tradicionales…”, [12] que hablaba de sus poderes mágicos y su invulnerabilidad frente a las balas enemigas. Según Alfred Metraux (1942), antropólogo suizo estudioso del ‘tumpaísmo’, el nuevo Mesías chiriguano no era la encarnación de dios en hombre, sino la transformación del hombre en dios.
2. MASACRE DE CURUYUQUI (28 de enero de 1892)
Un incidente ocurrido el primero de enero de 1892 habría sido el detonante de la guerra. Esa noche el corregidor de Cuevo, ebrio, viola y mata a una mujer chiriguana, pariente de un cacique o Mburuvicha local. Durante todo el mes de enero la cordillera se enciende y se producen ataques esporádicos a puestos ganaderos. Comenzaron las hostilidades. Ibo fue isolado de inmediato, el pueblo de Ñumbite fue incendiado; igual suerte corrió Cangapemí, situado ‘a dos leguas al poniente de Cuevo’. El primer enfrentamiento serio entre nacionales y chiriguanos se produjo en la quebrada de Mandiyuti. El 10 de enero se dirigía hacia Santa Rosa, –convertido en el fuerte contra la sublevación chiriguana–, el primer auxilio a cargo del subprefecto de Azero, don Tomás Frías, siendo obligado a tocar y hacer fuego en retirada. No satisfecho con esta victoria, en el amanecer dominical del 21 de enero, el Tumpa a la cabeza de 1.000 indígenas a píe y 300 a caballo, inician la ofensiva contra la misión de Santa Rosa de Cuevo, no consiguiendo tomarla. Poco después “Camiri cayó en poder de los insurrectos, siendo pasado a degüello varias personas cristianas… (Mientras tanto) La ciudad de Charagua estremecíase de ansiedad”[13], salíendo luego jinetes rumbo a Santa Cruz, pidiendo apoyo y reclamando armas para defenderse.
La reacción del gobierno central no se hizo esperar. El 27 de enero (1892) llegó desde Lagunillas el general Ramón González, apodado Pachacha (dos veces hombre en aimara), [14] entonces prefecto de Santa Cruz. Nacido este militar en Sucre, tenía 61 años, tuvo destacada actuación en las batallas de San Francisco y Alto de la Alianza, durante la guerra del Pacífico. Por instrucciones del gobierno de Aniceto Arce “organizó una fuerza expedicionaria de mil seiscientos noventa hombres, mil quinientos indios aliados, cien rifleros y cuarenta nacionales con escopetas”. A las seis de la mañana del 28 de enero de 1892, se posesionaron frente a la serranía de Agauragüe, en Curuyuqui (voz guaraní: cururú, sapo; yuqui, sal = salitral de sapos),[15] en una prolongación del valle de Ivo. En este lugar se dio una horrenda batalla, siendo derrotadas las fuerzas de los cambas chiriguanos. “El combate se prolongó desde las seis de la mañana hasta las dos de la tarde; las fuerzas del gobierno tuvo nueve muertos y treinta heridos, los chiriguanos seiscientos, no se precisaron cuantos heridos”. “El teniente coronel Tomás Frías, en una carta dirigida al Prefecto del Departamento de Chuquisaca, calculaba que los muertos chiriguanos alcanzaban la cifra de novecientos a mil, entre hombres, mujeres y niños”.[16]
De inmediato se inició la persecución de Apiaguaiqui. Durante la misma, tanto las tropas militares como los propios terratenientes iban asesinando a los miembros de este pueblo, confiscando ganado y alimentos también. Cuentan que el que dirigió esta masacre fue el coronel Melchor Chavarría, el ‘llulla’ (mentiroso en quechua), delegado del gobierno central en Sucre “cuyas instrucciones eran limpiar la zona de todo vestigio de rebeldía indígena”. [17] De acuerdo a los poderes extraordinarios que el gobierno boliviano le había otorgado, esta autoridad posteriormente adjudicó tierras al Colegio Franciscano Misionero de Potosí, para que fundara una misión conversora en Ibo.
Dicen que el Tumpa cayó preso en Monteagudo, gracias a un ardid traicionero del capitán Guagerai [18] o Guatinguay, el tubicha de Caruruti, como lo llama Hernando Sanabria. Informado Chavarría de la captura de ‘Apiaguaiqui Tumpa’ en el llamado cerro Agaragüe (voz guaraní: aguara, zorro; güei, que fue = zorro de antaño), [19] es trasladado al pueblo de Sauces, hoy Monteagudo del departamento Chuquisaca, quien después de ser sometido a consejo de guerra y seguramente a torturas, fue fusilado en la plaza de Monteagudo a las cinco de la tarde del 29 de marzo de 1892.[20] Anteriormente ya habían sido ejecutados sus otros dos capitanes, Güaracota y Ayemoti. Cuentan que el líder de la rebelión tenía 29 años. El Delegado gubernamental Chavaría en su informe escribía: “Apiaguaqui murió con la altivez de un gran caudillo. En cumplimiento de lo dispuesto en la ‘orden general’, el cadáver permaneció expuesto en el patíbulo hasta el día siguiente”. [21] Era el doloroso epílogo del que hoy se conoce como Apiaguaiqui o Apiaiqui o Hapia oeki Tumpa. A eso agrega Suárez Medina: “Así terminó este episodio de la vida chiriguana, y las ansias de libertad del valeroso pueblo camba”[22] o ‘nación indomable’ como los llamara el historiador y militar Enrique Vidaurre Retamozos.
La derrota de la sublevación hizo que “miles de hombres, mujeres y niños, como en los peores tiempos de la esclavitud, fueron repartidas entre las haciendas, en las misiones, y en el peor de los casos, padecieron el escarnio de ser transportados hasta la ciudad de Sucre, donde fueron generosamente obsequiados para cumplir faenas domésticas”.[23]
3. CONCLUSIONES
En general, varios de estos acontecimientos –como la revolución federal de los Domingos el 2 de enero de 1891 en Santa Cruz–, se pueden considerar como divergentes al centralismo gubernanmental[24]. Otra reflexión la expresa la historiadora Paula Peña cuando dice: “A lo largo del siglo XIX, en lo político, la región apostó por el federalismo. A su vez, fue también el inicio de un anhelo cruceño que se mantiene vigente hasta nuestros días: la autonomía”[25]. En fin, “la masacre de Kuruyuqui es la vergüenza histórica más grande para las élites dirigentes de Bolivia”. Fue “la última resistencia guerrera de los chiriguanos, en la que fueron asesinados 6.100 chiriguanos en una horrenda cacería humana ejecutada con las armas del ejército boliviano…”.[26] Para Thierry Saignes fue la “última carrera hacia la muerte, un verdadero suicidio preferible antes que un destino de esclavitud y dominación”.
“Santa Cruz condenó la forma brutal y sanguinaria con que fuera aplastado el gran alzamiento chiriguano. Se había hecho un derroche de furor y salvajismo, muy propio de los hombres de caverna… La prensa cruceña, bajo el señorío intelectual del doctor Aurelio Jiménez, lapidó al general Gonzáles con el título de ‘Mata cambas de Curuyuqui’. La nación chiriguana no fue entonces vencida ni humillada. Simplemente se la castigó de un modo asaz bárbaro y torpe. Ella continua segura de su innata altivez, fuerte el músculo y la mirada en alto. Nadie puede quitarle el honor de un pasado glorioso, de más de tres siglos, en que jamás fue arriada la bandera de la libertad… Día llegará en que se habrá confundido, como una gota en otra de agua, con los cristianos que tanto combatieron”. [27]
A 117 años de esta masacre que avergüenza a la historia de Bolivia, honor y gloria a los mártires del pueblo ‘camba’ chiriguano, que cayeron por la libertad y la dignidad de su gente indómita y rebelde, que conforma un pueblo Iyambae (sin dueño).
[1] “Aunque no se tenga la certeza de obtener una definición etimológica del vocablo, en conclusión se puede decir que la palabra chiriguano es sinónimo de indio malo, bravo, guerrero… que en ningún caso corrobora la significación de origen quechua”. Guillermo Pinckert Justiniano. La Guerra Chiriguana. Talleres Gráficos ‘Los Huérfanos. Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. 1978:38.
[2] José Luís Roca. Economía y Sociedad en el Oriente Boliviano (Siglos XVI-XX). Editorial Oriente. Santa Cruz. 2001:536-538.
[3] José Luís Roca. Economía y Sociedad en el Oriente Boliviano (Siglos XVI-XX). Editorial Oriente. Santa Cruz. 2001:540.
[4] “La palabra tumpa, “dios”, remite a una antigua potencia divina guaraní, dueña del trueno y de la tormenta, destructora del mundo. Es el nombre adoptado en la Cordillera para designar a unos chamanes andariegos, dotados de poderes excepcionales, al igual que los antiguos karai de Paraguay, encargados de anunciar a la vez la pronta destrucción y el camino de la salvación” Thierry Saignes. Historia del pueblo chiriguano. Compilación, introducción y notas a cargo de Isabelle Combès. Plural editores. La Paz, Bolivia. 2007:127.
[5] Baldomero Eberlein. Onomatología Corográfica del Departamento de Santa Cruz. UPSA. Santa Cruz de la Sierra. 2001:34.
[6] Saúl Suárez Medina. Almanaque Oriental. Santa Cruz de la Sierra, 1990:55.
[7] “El río San Miguel es el más largo curso en la hidrografía nacional y puede decirse que es la arteria más sustancial del suelo boliviano. Nace en el departamento de Chuquisaca, recorre la Provincia de Cordillera, del Departamento de Santa Cruz, insumiéndose en los arenales del Izozog. De allá, reaparece con el nombre de Parapetí y, rumbo al Norte, ofrece su linfa a muchos pueblos llaneros, atravesando los paralelos que abarca la planicie oriental, hasta legar al lago de Concepción, en Chiquitos…”. Juan B. Coimbra. Siringa. Editorial Puerta del Sol. La Paz, 1989:11.
[8] Thierry Saignes. Ava y Karai, ensayos sobre la frontera chiriguana (siglos XVI-XX). La Paz. 1990:196.
[9] Joaquín Loayza Valda. La sublevación chiriguana de enero de 1892. Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz. Boletín Nº 57. 2004: 103-117.
[10] Mario R. Gutiérrez G. Sangre y Luz de dos Razas. Empresa Industrial Gráfica E. Murillo. La Paz, Bolivia. 1961: 91.
[11] Para mayor información de este caudillo, ver Historia del pueblo chiriguano de Thierry Saignes. Plural Editores. La Paz, Bolivia. 2007: 149-154.
[12] Diccionario Histórico de Bolivia. Sucre. 2002: 1006-1007.
[13] Mario R. Gutiérrez G. Sangre y Luz de dos Razas. Empresa Industrial Gráfica E. Murillo. La Paz, Bolivia. 1961: 108-109.
[14] Hernando Sanabria Fernández. Apiaguaiqui – Tumpa. Editorial la hoguera. Segunda edición. Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. 2008:177.
[15] Baldomero Eberlein. Onomatología Corográfica del Departamento de Santa Cruz. UPSA. Santa Cruz de la Sierra. 2001:25.
[16] Joaquín Loayza Valda. La sublevación chiriguana de enero de 1892. Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz. Boletín Nº 57. 2004: 103-117.
[17] José Luís Roca. Economía y Sociedad en el Oriente Boliviano (Siglos XVI-XX). Editorial Oriente. Santa Cruz. 2001.
[18] Mario R. Gutiérrez G. Sangre y Luz de dos Razas. Empresa Industrial Gráfica E. Murillo. La Paz, Bolivia. 1961: 116.
[19] Baldomero Eberlein. Onomatología Corográfica del Departamento de Santa Cruz. UPSA. Santa Cruz de la Sierra. 2001:16.
[20] Hernando Sanabria Fernández. Apiaguaiqui – Tumpa. Editorial la Hoguera. Santa Cruz de la Sierra. 2008: 216.
[21] Hernando Sanabria Fernández. Apiaguaiqui – Tumpa. Editorial la hoguera. Segunda edición. Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. 2008:218.
[22] Saúl Suárez Medina. Almanaque Oriental. Santa Cruz de la Sierra, 1990:73.
[23] Joaquín Loayza Valda. La sublevación chiriguana de enero de 1892. Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz. Boletín Nº 57. 2004: 103-117.
[24] María Angélica Suárez de Rodríguez. Partidos y Movimientos políticos de Santa Cruz durante los primeros cincuenta años del siglo XX (1900-1950). En el libro Homenaje de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos en su Centenario. 2 de julio de 1903-12 de julio de 2003. Santa Cruz, 2003.
[25] Peña Hasbún, Paula y cols. La permanente construcción de lo cruceño. La Paz, Bolivia. 2003.
[26] Álvaro Jordán. Kandire (origen y evolución del llano boliviano). Editorial Universitaria (UAGRM). 2005:35; 327.
[27] Mario R. Gutiérrez G. Sangre y Luz de dos Razas. Empresa Industrial Gráfica E. Murillo. La Paz, Bolivia. 1961: 118.