Policía reduce pero no erradica el turismo carcelario en San Pedro de La Paz

Decenas de mochileros sienten atracción por la “ciudad prohibida” de San Pedro. Cada turista pagaba entre 50 y 70 dólares por la visita. Varios de ellos se quedaban durante un día. La afluencia de turistas extranjeros mermó en febrero, pero éstos continúan ingresando en el penal.

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Espera: tentada por la curiosidad, una turista aguarda el momento preciso para visitar el panóptico paceño



La Prensa

La Policía Nacional logró reducir pero no erradicar el “turismo carcelario” en el penal de San Pedro.

Las 13 secciones con las que cuenta el recinto siguen siendo objeto de curiosidad para los extranjeros que cada mañana llegan hasta sus puertas para observar la vida de unas 1.400 personas privadas de libertad.

Desde hace años la “ciudad prohibida” de San Pedro, ubicada en pleno centro de la sede del Gobierno, ha sido visitada por mochileros extranjeros.

Con sus 8.302 metros cuadrados, San Pedro es, dentro del mapa turístico paceño, uno de los sitios más atractivos para ser visitado por los extranjeros.

Es un lugar donde, según los presidiarios, “el pueblo gobierna para el pueblo”, y todos “conviven de manera pacífica” con reglas que el tiempo las fue instituyendo en los últimos 100 años.

Sus secciones están definidas según el estrato social de los privados de libertad. Es una ciudadela donde los ricos viven alejados de los pobres y los mendigos conviven con los “delincuentes”, comenta Enrique, uno de los reos, quien pide mantener su apellido en reserva.

Esta inusual forma de vida ha dado la vuelta al mundo mediante internet, y en las dos últimas décadas ha despertado un gran interés entre los turistas. Éstos, al margen de pagar por ver las ruinas de Tiwanaku, escalar el Illimani, el Huayna Potosí o simplemente realizar un treeking por las sinuosas rutas de los Yungas, también cancelan por un boleto que los lleve hasta el “paraíso de los privados de libertad”.

De a uno

Hasta febrero, el “turismo carcelario” era normal, y a nadie le importaba lo que sucedía dentro de los muros de San Pedro.

Un turista podía pagar entre 20 y 50 dólares y entrar para convivir con la población y sus familias. El panóptico, a diferencia de los penales europeos, sólo tiene barrotes en el ingreso principal.

A partir de marzo estas visitas fueron puestas en evidencia y se conoció que eran sólo unos cuantos quienes se beneficiaban con los ingresos que los ocasionales turistas dejaban en la puerta del recinto.

La Prensa comprobó que el negocio continúa, aunque de forma más velada.

Los tours por los callejones del penal aún se publicitan de manera clandestina en algunos hoteles, hostales y agencias. Todavía ciudadanos de Irlanda, Israel, Alemania, Suiza y otros, con guía en mano, se aproximan hasta sus puertas para averiguar por el costo de ingreso.

Roberto, interno en el sector La Posta, y Marcelo, de Los Álamos, coincidieron en que si bien ya no ingresan grupos, como solían hacerlo hace unos meses, actualmente lo hacen en forma individual y con mayor discreción.

Roberto apuntó que los “gringos” son abordados en inmediaciones de la penitenciaría por las esposas de algunos privados de libertad, quienes ofrecen paquetes para visitar la ciudadela.

“¿Quiere visitar San Pedro? No es caro. Vamos, yo le contactaré con el guía”, le dice a este medio una de las intermediarias que buscan clientes en la plaza de San Pedro.

Obtener detalles es muy difícil. Hay temor de perder ingresos o de sufrir sanciones.

Clemencia, una vendedora ambulante que suele pasear por la plaza Sucre de la zona de San Pedro para vender sus productos, afirmó que hace cinco meses “ver gringos era normal” en ese sitio.

Otro de los reos, quien pidió el anonimato, dijo que hubo quienes “se enojaron y denunciaron que había extranjeros que entraban y salían de la cárcel sin control”.

Debido a denuncias e informes de “turismo carcelario” en La Paz, las autoridades del Ministerio de Gobierno decidieron cerrar sus puertas a los extranjeros.

Un estricto control

El coronel José Osvaldo Cabrera Ferrufino, director de la cárcel de San Pedro, sostuvo que “no hay ingreso para los extranjeros”, y que si alguien pretende traspasar la reja, debe contar con una autorización expedida por la Dirección Nacional de Régimen Penitenciario o haber cometido algún delito y haber sido remitido a ese sitio por un juez.

“Sólo puedo decir que aquí no hay ‘turismo carcelario’. No puedo hablar más porque el numeral 7 del artículo 74 de la Ley 2298 de Ejecución Penal y Supervisión me lo prohíbe”.

Pese a la afirmación del oficial, en la plaza, algunos turistas, claramente identificables por su tez blanca y su forma de vestir, continúan sentados en las bancas en espera del momento oportuno para satisfacer su curiosidad. Desean comprobar que hay una penitenciaría en la que no hay celdas, que el sitio tiene la apariencia de un viejo conventillo en el que incluso hay habitaciones improvisadas con maderas y material de desecho.

Otra de las comerciantes asentadas en la famosa plaza aseveró que “antes entraban grupos de seis, ocho, diez y hasta 15 personas, que pagaban entre 70 y 80 dólares, sean días de visita (jueves y domingo) o días ordinarios. Ahora el número ha bajado, pero igual siguen entrando”.

La noticia de que los mochileros extranjeros hacían turismo en la cárcel de San Pedro circuló por el mundo entero, pues el servicio se ofrecía incluso a través de internet en varios idiomas. Y el negocio sigue llevando a turistas hasta ese penal.

Un recorrido por el penal

Una enorme reja de hierro fundido es el punto de ingreso a la cárcel de San Pedro, antes de pasar a la plaza que es el lugar de reunión de los privados de libertad con los visitantes. Un pino ofrece su sombra y da nombre a la sección Los Pinos. El lugar tiene algunas comodidades, pues hay una sala de billar y un gimnasio. Hay también un sauna improvisado y algunas celdas con comodidades.

A la izquierda están La Posta y Prefectura, donde se levanta una edificación de dos plantas con todos los servicios básicos incluidos, aunque sus habitantes no pagan por la luz ni el agua.

Cada una de las “celdas” tiene incluso baño privado para evitar incomodidades. Unas callejuelas empedradas conectan a los ricos con la “villa” de la clase media, San Martín, Guanay y Los Álamos. En el camino se encuentra un quiosco donde se pueden adquirir refrescos, frituras, dulces, chicles y otros productos. Unos metros más allá, los internos aprovechan la mañana para degustar un plato de sajta, thimpu o bisté, que cada jueves y domingo prepara una de las esposas de los internos.

El camino —que al principio era estrecho— se amplía en el sector de La Cancha, donde está recluida la gente más pobre. Allí están los mendigos que durante las noches duermen en los oscuros pasillos y en el día se ganan la vida como “taxis” (mensajeros). Una cancha de fútbol de salón es utilizada por los reos de la sección, que de vez en cuando se convierte en un cuadrilátero de ocasionales pugilistas.

Quienes sufren son los castigados que van a parar a La Muralla y La Grulla, dos secciones de aislamiento. San Pedro es un mundo de fantasía donde, a pesar de los controles, hay delincuencia, droga y alcohol.

Las agencias dicen que ya no venden “paquetes”

Empleados de las agencias de turismo que hace algunos meses hacían buenos negocios gracias a la cárcel de San Pedro afirmaron que el “turismo carcelario” ya no está incluido en sus paquetes”.

De acuerdo con una de las agencias de la calle Sagárnaga (que no quiso identificarse), antes había guías y “volanteras” (jóvenes que ofrecían las visitas) que captaban turistas en esa zona.

“Aquí hay varios hoteles, hostales, pubs y tiendas de artesanías, donde se reúnen los turistas. Era fácil hablar con ellos porque incluso había guías que recibían un porcentaje. Los reclutaban y llevaban hasta la plaza de San Pedro”.

Pero este sistema “ha desaparecido” y solamente en algunos hoteles y hostales, ubicados en la calle Illampu y la plaza Eguino, se menciona el tour por la cárcel de San Pedro. Además figura en algunos libros de turismo y planos en los que está inserta “la ciudad o paraíso prohibido”.

Algunos de los propietarios de estas agencias afirmaron que esta propuesta no está incluida en su oferta y que sus paquetes están destinados a promocionar el Salar de Uyuni, la Isla Pescado y las lagunas de colores de Potosí; Coroico, Caranavi, Chulumani y el descenso por la carretera de Sud Yungas y el montañismo en los nevados.

Otro de los agentes explicó que “muchos viajeros llegan para visitar el lago Titicaca y ver las ruinas de Tiwanaku, pero a otros les gusta el turismo de aventura”.

Actualmente en la calle Sagárnaga funcionan más de 20 agencias de turismo de aventura, entre ellas Pacha Tours, Victoria, Bolivia Pachamama, Fortaleza y Nueva Continental. En la calle Murillo están las oficinas de viajes y turismo, donde se pueden adquirir boletos de avión o de bus.

Mientras tanto, otro grupo de agentes ha abierto sus establecimientos en la calle Illampu, en medio y al frente de hoteles y hostales.

Algunos turistas, consultados por La Prensa, afirmaron que lo que más se promociona en el exterior y que para ellos “parece llamativo” son las instalaciones de la cárcel de San Pedro, donde hay habitaciones en vez de celdas y se puede observar la vida cotidiana.

Entretanto, las agencias han dejado de lado, por ahora, la promoción que atrajo a turistas al penal, aunque éstos no han dejado de recorrer su alucinante interior.

Requisitos para visitar a los reos

El visitante debe portar su cédula de identidad para ingresar en el penal y visitar a sus amigos o familiares. En la puerta, los policías requisan y controlan los alimentos que internan antes de pasar por el equipo electrónico que está ubicado a unos pasos de la reja principal.

Los agentes cuentan con dos áreas de revisión, una para damas y otra para varones. Cada visitante es prácticamente desnudado antes de entrar en San Pedro. Posteriormente, recibe un “salvoconducto” que lo acredita como visitante y que es la “llave” de salida.

El barbijo, desde que las autoridades de salud alertaron de la pandemia de la gripe A, es indispensable, pues nadie, ni los mismos guardias, puede ingresar en el panóptico sin él. Es una de las medidas diseñadas para evitar que la enfermedad se propague dentro del recinto carcelario.

Está prohibido portar llaveros, celulares, cámaras fotográficas y dinero. Para evitar robos y por seguridad interna. Los objetos deben ser dejados en la puerta y en todo caso en las casetas improvisadas como guardarropías se entrega una ficha. El costo del servicio es de dos bolivianos.

Los privados de libertad sólo pueden recibir a tres personas como máximo los días de visita (jueves y domingo). Éstas pueden quedarse sólo hasta las 18.00. Después de esa hora deben contar con un permiso especial de la Gobernación o de Régimen Penitenciario.

Está prohibido introducir bebidas alcohólicas, pintura, aditivos, clefa, hojas de coca y medicamentos, además de hierbas medicinales, y en general todos los elementos considerados como precursores y atentatorios a la salud de la población penal.

Fuente: RÉGIMEN PENITENCIARIO

Detalles

Los privilegiados cuentan con televisores y servicio de Tv cable que pagan puntualmente.

Naciones Unidas señala en un informe que en San Pedro se respetan los derechos humanos.

Tres personas se hicieron millonarias gracias al denominado “turismo carcelario”.

Los turistas llegan al penal en horas en que no existe mucha afluencia de gente.

Se hacen pasar por familiares o amigos los días de visita para conocer la “ciudad prohibida”.

Existen 80 menores que están recluidos en la penitenciaría de San Pedro.

Los ricos del penal cuentan con guardias privados, a quienes pagan 50 bolivianos al mes.