Capinota: reos se vigilan a sí mismos

Los reclusos tienen la llave, salen a trabajar, vuelven a prisión y se aseguran por la noche. Hay al menos 1.400 personas recluidas en Cochabamba. Se estima que 35 por ciento son jóvenes de entre 18 y 25 años y que el 65 por ciento fue a dar tras las rejas por delitos de narcotráfico.

La cárcel de Capinota, situada a 60 kilómetros de la ciudad, cerca de la plaza del pueblo. - Andia Hernán  Los Tiempos

La cárcel de Capinota, situada a 60 kilómetros de la ciudad, cerca de la plaza del pueblo. – Andia Hernán Los Tiempos



Los Tiempos (Vásquez Katiuska). En Capinota, la cárcel está tan abandonada, que los presos tienen la llave, no hay quién los vigile, nadie les da de comer, ellos mismos salen a buscarse el alimento, aseguran su prisión con un candado (pese a que adentro no hay más que podredumbre) y vuelven en la noche a dormir.

Una casona abandonada, en ruinas, con las puertas rotas y con enormes muros de barro a punto de caer sigue siendo el sitio de confinamiento de los reos. Su rutina es madrugar y sumarse a los jornaleros que buscan trabajo en el pueblo.

Dejan dentro unas cobijas y unas gallinas. Dicen que los presos están hace un año. Muchos los conocen porque son del pueblo, pero cuentan que sus propias familias los expulsaron al descubrir las violaciones y ahora vagan por el día en diferentes oficios. A veces se van al campo a trabajar en los cultivos, otras se los ve como albañiles en las casas vecinas a la cárcel y a veces en las fábricas del lugar.

Regresan a la casona en la noche, con el corregidor de Buen Retiro (el caserío en las afueras del pueblo) controlando que los convictos duerman encerrados. Luego, éste se marcha hasta el día siguiente.

Hasta ahora no se ha sabido de fuga alguna. Incluso, los vecinos recuerdan a una mujer que estuvo cuatro años encerrada con su esposo y sus cuatro hijos por parricidio. Aunque salió libre a inicios de 2009, su recuerdo es imborrable para las vecinas. Dicen que cuando llegó ni siquiera quería salir a la puerta por temor a que la linchen. Con el tiempo se quedó y se encargaba de cocinar para todos los presos y su familia con lo que reunían en los mercados o con  ganancias de trabajos eventuales.

La cárcel de Capinota es considerada por expertos en realidad carcelaria como la peor del departamento. Los lugareños la ven como una casa más, ya que los convictos salen y entran cuando quieren. La casona, convertida en cárcel, ni  aparece entre los penales referenciales, al igual que la cárcel de Tarata. En esta otra población, el recinto es igual: una casa adaptada, con la diferencia de que los internos tienen terrenos propios que cultivan para subsistir.

Ya sea en provincias o en la ciudad, las cárceles han colapsado. Sus edificaciones están por desplomarse y son inadecuadas para la rehabilitación de los internos. Están llenas de ratas y cucarachas. Lo peor, según un experto, es que en buena parte las precarias condiciones de los penales se deben a la fraudulenta venta de un terreno de los internos en la zona de Sarco. Por ello, exhortó a los ministerios de Gobierno y de Justicia a impulsar el proceso contra quienes realizaron la transacción, tomando en cuenta que los delitos patrimoniales no se extinguen.

Al menos 1.400 reclusos

Hay al menos 1.400 personas recluidas en Cochabamba. Se estima que 35 por ciento son jóvenes de entre 18 y 25 años y que el 65 por ciento fue a dar tras las rejas por delitos de narcotráfico. Otro fenómeno es el aumento de detenidos por violaciones, especialmente en la cárcel de San Pablo de Quillacollo, según fuentes cercanas a Régimen Penitenciario y a los penales.

Las condiciones de los convictos tienden a empeorar, pese a que existen recursos para mejorar la infraestructura. En los últimos años, el Ministerio de Gobierno ha incrementado el presupuesto. En 2004 era de 15 millones de bolivianos y en 2006 llegó a 36 millones.

Para 2009 se maneja una cantidad similar y se estima que al menos dos millones son destinados a Cochabamba. Los presos, sin embargo, siguen viviendo con 5 bolivianos al día y las cárceles se desmoronan. Los Tiempos intentó conocer una explicación de la directora de Régimen Penitenciario, Jackeline Rivero, en reiteradas ocasiones, pero la funcionaria indicó que tenía llena su agenda.

DELITOS MÁS COMUNES

Encabezando el índice delictivo aparecen los detenidos por narcotráfico. Después están los robos y las violaciones.
Sin embargo, hay penales donde los detenidos por abusos sexuales superan a los demás. Es el caso de la cárcel de San Pablo, en Quillacollo.
Narcotráfico        665
Robos y atracos        309
Violaciones         252
Atentados a la vida    229
Varios         36
TOTAL        1.491
Fuente: Régimen Penitenciario
Estadística /2008

PREVALECE EL ROBO

DELITOS        CANTIDAD
Robo agravado    167
Robo        40
Hurto        3
Hurto Agravado    7
Tentativa robo        3
Robo y lesiones    4
Robo y asesinato    3
Estafa        27
Estelionato        7
Falsificación        3
Estafa y estelionato    5
TOTAL         269
Fuente: Régimen Penitenciario
Estadística /2008

MISERIAS

El Abra, sin agua

Considerada la mejor cárcel de Bolivia, abarca abarca 17 hectáreas, siete de éstas amuralladas. Alberga a 340 internos de alta peligrosidad. Es la única que tiene un hospital penitenciario, campos deportivos, celdas, talleres ocupacionales, celdas de aislamiento y ambientes de administración. Sin embargo, confronta problemas de seguridad y ha sido escenario de crímenes como el de su delegado, Ronald Alcaraz.

A pesar de ser una cárcel modelo, tiene déficit de agua potable y regularmente debe peregrinar ante Régimen Penitenciario por una cisterna de con agua potable.

San Sebastián, en ruinas

El vetusto edificio fue templo, cuartel, hospital y ahora la cárcel con más internos del departamento. Viven 500 reos en 1.200 metros cuadrados y cada día entran unas 300 visitas. Las 800 vidas están enclaustradas en enormes muros de barro a punto de derrumbarse y techos bombardeados por el tiempo.    

En el laberinto de celdas conviven internos sentenciados y preventivos. Junto con ellos están las ratas y cucarachas que han invadido el hacinado penal. Al cruzar la puerta sobresale la construcción de dos plantas rodeada por cuartos encajonados en las viejas paredes y un pequeño patio que sirve para todo: restaurante, cancha deportiva, sala de visitas y reuniones.

Cárcel femenina, chica

Antes de ser la única cárcel de mujeres de Cochabamba era una escuela. El local se adaptó y hoy alberga a unas 150 internas, más de la mitad son detenidas preventivas. Está construida sobre unos 1.200 metros cuadrados y entre las últimas mejoras están un curso de alfabetización y guardería. Todas las mejoras se hicieron con aportes de las reclusas y voluntarios.

El hacinamiento sigue siendo uno de los males de este penal. Ante la falta de espacio, el patio se ha convertido en un tendedero de ropa y un gran dormitorio por las noches. No hay campo para talleres o canchas deportivas. Las celdas están colmadas de catres, colocados unos encima de otros.

San Pedro, el peor penal 

Es considerada la peor cárcel del país por el hacinamiento y la mezcla de internos. No hay ninguna separación entre varones y mujeres. Más de 190 reos viven en un terreno de 200 metros cuadrados, sin posibilidades de ampliarse por el crecimiento del vecindario. Muchos viven junto a sus familias y provienen de Chapare, donde, pese a la gran cantidad de población, no hay cárceles.

El 80 por ciento de los detenidos está recluido preventivamente por delitos de narcotráfico y un 20 por ciento por delitos comunes. Todos usan los mismos baños y el estrecho patio para extender la ropa y para el taller de carpintería. El hacinamiento también afecta a los cerca de 21 custodios.

San Pablo, vetusta

El único penal del valle bajo tiene 130 internos, 15 de ellas mujeres. Se trata de una vetusta casa que con el paso del tiempo ha quedado en mitad de la calle. Aunque existe el proyecto de recorrer y renovar su fachada, a un mes de que acabe la gestión no se ha movido un ladrillo. Sin embargo, existiría el compromiso del Ministerio de Gobierno, a través de Régimen, de renovar la infraestructura y la red de alcantarillado, además de construir algunos ambientes para los internos.

A pesar de sus limitaciones, la cárcel tiene separados a los internos y a las internas. Sin embargo, cuenta con ocho baños y cuatro duchas para más de cien reclusos. Los detenidos subsisten con sus trabajos de carpintería, artesanía y lavandería.

San Antonio, hacinada

Estrecho, oscuro y hacinado es un penal de mínima seguridad. Nació a raíz de una necesidad en la década del 80, cuando San Sebastián rebalsó de presos por narcotráfico. Era un mercado de papas que por la fuerza se convirtió en cárcel. A pesar del tiempo, continúa siendo un lugar precario colmado de celdas hechas con cartones y donde conviven entre 270 y 300 internos –algunos con sus familias–, que purgan condenas que van desde crímenes hasta robos de bagatela.

No hay espacio ni para los talleres laborales que les permiten a los reos rebajar un día de su condena por dos de trabajo. Hay pocos baños y un patio. Una parte de los internos vive en celdas colocadas como nichos en pasillos oscuros.