Las novelas…

 

cayetano Cayetano Llobet

Son malísimas. Por lo menos las que escribe el gobierno. Es probable que estén pensadas asumiendo que la mayoría de los lectores somos iletrados, ignorantes y que retozamos felices en las praderas de la estupidez, lo que en el caso boliviano es rigurosamente cierto. Pero aun en ese supuesto, la inventiva del gobierno es limitada, pobre y carente de imaginación. 



¿Quién diablos se puede imaginar o admitir que los conflictos sociales derivados de las demandas salariales son el fruto de la infiltración de la derecha en las filas de los trabajadores?  Que el movimiento obrero está infiltrado es un hecho comprobado: ¡pero por el gobierno!  Tarea nada difícil porque, en  realidad, la COB dejó de existir desde la promulgación del 21060.  Paz Estenssoro, cirujano de la política, quebró el espinazo del movimiento obrero liquidando a la Federación de Mineros. El único núcleo proletario real, el minero, quedó desintegrado y nunca más hubo una clase social capaz de suplir ese pedazo de historia que fue el sindicalismo minero. Ninguna otra clase, en Bolivia, ha sido protagonista de historia.

Y el gobierno nos cuenta de infiltración de la derecha. Tanto, que ha tenido que convertir  -versión García Linera- al magisterio urbano, en  “protagonista  de la contrarrevolución”. Pero para novela, la de Caranavi, y sin  el menor respeto por su desenlace trágico. Los protagonistas: unos funcionarios de la Embajada de los Estados Unidos, otros de USAID dedicados a la formación de unos grupos político-militares entrenados y armados para provocar la mayor cantidad de bajas en la policía, unos grupos civiles con el encargo de bloquear las rutas y, todo esto, para lograr un cuadro subversivo y un clima insurreccional que culmine ¡en un golpe de Estado contra Evo Morales! El Vicepresidente ve una coincidencia con la convocatoria a la huelga general indefinida convocada por la COB , procede a la lectura de  los manuales de agitación de las escuelas primarias del marxismo de hace cuarenta años y los convierte en novela oficial… ¡en 2010!

De qué tamaño habrá sido el cuento que toda esa inmensidad de complot con semejantes protagonistas, se derrumbó en una simple reunión de rutina sindical presidida por Evo, para quien una reunión de esa naturaleza es un juego de recreo. ¡El intento de golpe de Estado, desmontado por el propio Presidente en una reunión con los protagonistas del golpe!  Imaginación desbordante o estupidez total.

No es que al gobierno le gusten las novelas. Pero el intento de cualquier proyecto totalitario siempre pasa por la misma condición: hay que definir el campo de los buenos y de los malos. Y en su simplicidad  -porque es un gobierno de lecturas simples- cree que el mecanismo de la novela sirve para esa definición de buenos y malos. Y entonces inventa argumentos que corresponden a su simplicidad totalitaria. Desaparecen los matices, las diferencias, las variedades y complejidades de una sociedad: sólo hay revolucionarios y contrarrevolucionarios. Y así como una Wilma Plata se convierte en una derechista enemiga de la revolución, se convierte en revolucionario cualquier empresario oportunista que presta nombre e instituciones para hacer méritos con el gobierno.

No es sencillo, es simple. Tanto, que en la novela gubernamental hasta puede aparecer la aclaración presidencial  de que fue el Papa quien “le pidió audiencia a Evo”: ésa es la explicación de su visita al Vaticano. Como ejercicio de desubicación y de simplismo, adorable. Como novela, pésima.