Autonomías de pliqui

image Urupesa urbana -Maggy Talavera – Periodista

¿Hasta cuándo seguiremos viviendo de impostura en impostura en Bolivia? Parece que hasta los siglos de los siglos, ¡amén! Al menos, por lo visto hasta ahora, así nomás será. Vivimos alimentando mentiras como si fueran verdades y, por si eso no bastara, ¡hasta celebramos que así sea! ¿Qué otra cosa, sino falacias, es lo que el Gobierno central ofrece a Bolivia en su paquete de “Autonomía”? De autonómico, nada. Lo que acaba de entregar el Gobierno no es otra cosa que una autonomía de pliqui, de mentirita, útil a sus propósitos de emborrachar la perdiz mientras caza a gusto.

No se necesita ser una experta en leyes para darse cuenta de ello. Basta ver las contradicciones de fondo y forma, y en cantidades industriales, que hay entre los principios que hacen a un régimen autonómico departamental, como el que se demandó y aprobó soberanamente en cuatro departamentos, y los niveles y competencias reconocidos en la nueva Constitución Política del Estado. O las contradicciones, más notorias aún, que existen entre el mandato constitucional y lo que ordena la ley transitoria de autonomías aprobada por la Asamblea nacional, a la hechura del Gobierno central.



La prueba más leve, pero más absurda, de esta nueva impostura oficial está en la obligatoriedad del juramento de los gobernadores departamentales nada menos que ante el máximo representante del Gobierno central. ¿Cómo es posible que tamaña contradicción se imponga, ante una vergonzosa falta de carácter de quienes fueron investidos como autoridad de los gobiernos autónomos departamentales? No hablamos apenas de los seis gobernadores que son afines al partido de gobierno, el MAS, sino también –y sobre todo- de los otros tres que están en la oposición.

Lo que acaba de ocurrir en Sucre –nueve gobernadores jurando a su mando autónomo frente al máximo exponente del centralismo- no es apenas un acto protocolar cualquiera. Es el símbolo o prueba contundente de que lo que se inicia ahora en Bolivia es cualquier cosa menos un proceso autonómico, ya que dista mucho de lo que se entiende en el mundo entero por gobiernos autónomos. Hay ahí un mensaje explícito del Gobierno central a los nueve gobernadores departamentales, recordándoles quién es pues el que mandará en los departamentos, por muy autónomos que se declaren. Un recordatorio que llega no sólo con un acto protocolar, sino también con un paquete de normas y leyes que recortan competencias, centralizan recursos económicos y cercenan las alas de quienes pensaban volar en libertad.

Esa es la realidad, por ahora, la verdadera, no la de pliqui, que insisten en ofrecer y recibir las autoridades de turno. Cuánto tiempo persistirá en el país esta nueva impostura, difícil saberlo. Todo dependerá ya no de la reacción de las dirigencias políticas que pelean por ocupar la representación popular, y luego se acobardan, sino de la capacidad de aguante o rebeldía que tengan los ciudadanos para aceptar o romper la maldición de las imposturas que, esta vez, disfrazan la persistencia del centralismo bajo el rótulo mentiroso de “autonomía”. ¡Autonomía de alasita, pues!