Médicos y medicuchos

Que en Bolivia tenemos excelentes médicos, a no dudarlo, me consta ya que en varias oportunidades he sido sanado y salvado por la mano prodigiosa de estas personas que desde los albores de la humanidad (pasando por el chamanismo hasta el más exiguo conocimiento científico actual) han contribuido a que tengamos una mayor y mejor vida.

ivariasduran3 Iván Arias Durán – Ciudadano de la República de Bolivia

Mis honores y agradecimientos a estas mujeres y hombres que día a día cumplen los nueve preceptos del juramento hipocrático resumidos en estos tres: “A cualquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres libres o esclavos. Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser públicos, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas. Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro”



Sin embargo, existen cientos de médicos que no merecen ser llamados tal, sin o medicuchos: traficantes de la salud, mercaderes de la vida de las personas. Quien no ha tenido alguna mala experiencia con estos mediquillos de quinta que uno no sabe quien les ha dado atribuciones para permitir el ejercicio de la medicina? Y es que una de las raíces del mal parte desde las universidades que deberían mejorar su curricula científica y tener estrictos estándares al momento de graduar a estos profesionales en quienes los ciudadanos depositamos nuestra vida ya sea de forma preventiva o curativa.

La formación de los galenos bolivianos necesita serios ajustes tanto en lo científico (los requisitos para abrir la carrera de medicina deberían ser muy estrictos) como en lo humano. Y es en este punto, el del trato humano, que nuestros médicos deberían ser obligados a formarse antes de ejercer la profesión. El trato que dispensan a los pacientes es pésimo. Uno va con dolor de cabeza y sale con ataque al corazón porque algunos médicos tratan la paciente con la punta del zapato: soberbios, fríos y despreciativos. El otro día, me cuenta un amigo, fue a una consulta al urólogo de su seguro privado. El mediquillo que le atendió, ya que no pudo ir donde su médico de cabecera en estos asuntos, es de los típicos individuos que se creen con el derecho de maltratar a los pacientes que ponen sus partes intimas en sus manos: “ a qué ha venido!?, qué le molesta?”-preguntaba en un tono despectivo el medicucho. “Póngase de pie, bájese el pantalón!”. Luego de auscultarle con la rapidez de un rayo, el mediquilllo se sienta en su escritorio y comienza a redactar la receta, sin decirle qué padece el enfermo. Cuando mi amigo pregunta las razones del recetario, que como siempre está escrito en una letra que solo entienden los medicuchos, el individuo lanza una serie de diagnósticos ofensivos que sacan de quicio a mi amigo pidiéndole que modere su lenguaje a lo que el galenillo responde echándolo del consultorio:” no lo voy atender más, salga de mi consultorio!”. Ahí se produjo un altercado entre paciente y mediquillo.” Qué puedes hacer cuando un medico te echa de su consultorio y se niega a atenderte?” me dice mi amigo: “Salirte e irte con la impotencia entre las piernas…imagínate si esto pasa en un seguro privado, como será en el seguro público!”

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