Pablo Javier Deheza
El poder cruceño está de capa caída por la incapacidad de sus dirigencias e instituciones para generar nuevas propuestas, pero, sobre todo, de hacer democrático y transparente su sistema de poder. El autor dialoga con un politólogo cruceño sobre esta falta de renovación de discursos y prácticas.
No hay nada que hacerle, las verdades, como el sol, no se tapan con un dedo. Y, la verdad sea dicha, es que hoy Santa Cruz revela vacíos imposibles de ocultar entre sus estructuras políticas y de representación ciudadana. No sólo ha quedado en evidencia la falta de preparación política, filosófica, ideológica y doctrinaria de los liderazgos existentes –para comprobarlo basta con remitirse a la superficialidad y elementalidad de los discursos que emiten–, sino que las estructuras mismas de representación han sido rebasadas por la dinámica de la realidad, y sus posibilidades como continentes de representación ciudadana se han desmoronado. Líderes sin formación política, estructuras obsoletas, negación y pensamiento único, todo eso sumado a una pegatina de intereses antes que de ideales; un cocktail del que nada bueno puede salir.
Acerca de la situación de la dirigencia, de los liderazgos existentes y la institucionalidad cruceña, el politólogo cruceño Edward Serrate señala que este asunto “es complicado, pero veamos. Los tres escenarios que mencionas siguen teniendo presencia política, tanto a nivel local como nacional, eso es innegable. Pero al mismo tiempo es trágico, porque las señales que se emiten desde estos escenarios son de desubicación y desacierto. Da la impresión que tanto la dirigencia como la institucionalidad están resquebrajadas desde su interior y están en una búsqueda desesperada por encontrar elementos que los aglutinen nuevamente. Sobre los liderazgos, no hay mucho que decir. Santa Cruz viene, como diría la Bersuit Vergarabat, de pasar del éxtasis a la agonía. En ese péndulo, la representación política cruceña se debate entre lo legal y lo legítimo”.
¿Es posible rescatar y rearticular los espacios de representación tradicionales que ha tenido Santa Cruz, como el Comité Cívico Pro Santa Cruz y las diversas agrupaciones empresariales corporativas –Cainco o Fegasacruz por dar dos ejemplos– en tanto que portavoces del discurso cruceño, generadores de visión y expresiones de representación ciudadana? Respondiendo a esto, Edward indica que esto “no sólo es posible, es lo que se tiene que hacer. Lastimosamente para generar o encontrar elementos aglutinadores, se tiene que partir de la autocrítica, una asignatura pendiente. ¿Por qué digo que es una asignatura pendiente? Porque bajo el discurso de la unidad de los cruceños y de sus instituciones, hemos enmascarado todos nuestros males. Se ha tenido miedo a la crítica propia porque se hizo creer que el reflexionar y cuestionar era una muestra de debilidad ante el adversario político. Haciendo una analogía, es como cuando al niño le dicen: no llore, sea macho”.
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Efectivamente se cerraron las puertas a un necesario y saludable debate. Hasta se hicieron listas de traidores con aquellos que levantaron su voz para cuestionar cosas que estaban haciéndose meridianamente mal. Se negaron a asumir que Santa Cruz existe más allá del segundo anillo y que la cruceñidad no estaba compuesta únicamente por los que asistían al Comité. Cuando se les planteó democratizar las instituciones cívicas, la respuesta fue un no rotundo. Al proceder de esa manera no sólo asumieron una línea antidemocrática y de pensamiento único, sino que se negaron a representar a los otros cruceños que hasta el día de hoy no son visibilizados por el discurso dominante. Consecuentemente, entregaron esa representación en bandeja de plata al poder de enfrente.
Sin embargo, Edward Serrate precisa que “las circunstancias actuales se presentan propicias para generar un espacio de reflexión. Los momentos de crisis son los más adecuados para hacer un ‘análisis FODA’ institucional, algo que los cruceños sí manejamos muy bien. Tanto la dirigencia como la institucionalidad tendrían que aprovechar este momento para redefinir su actuación; y lo tendrían que hacer sin miedo, porque las circunstancias están dadas para que este proceso de reflexión y rearticulación sea visto como un paso de madurez y de crecimiento político”.
Esto tendría que apuntar a generar una institucionalidad en verdad democrática. El efecto de tener una institucionalidad cerrada, corporativa, de pensamiento único, comprometida con camarillas de poder –las mal llamadas logias–, ha sido la generación de líderes que funcionan en esos ámbitos y bajo esas lógicas; líderes con mucha capacidad para digitar una elección entre cuatro paredes pero incapaces para representar políticamente a los ciudadanos cruceños y para convencer. Esto hace que Santa Cruz precise, como señala Edward Serrate, “una institucionalidad renovada en su totalidad. Más transparente, abierta, menos sectorizada y con una vinculación transversal. Lo que tenemos ahora es un limbo dirigencial e institucional”.
Una sociedad tan dinámica como la cruceña, que está en permanente ajuste con la realidad, necesariamente y para el bien de su propia construcción como sociedad, precisa de espacios para el debate. Actualmente no se encuentra en Santa Cruz un debate político serio y constructivo. Lo que hay, en lugar de debate y dialogo, son o bien discusiones entre convencidos de uno u otro bando o espectáculos mediáticos con diálogos de sordos e insultos de por medio. ¿Cómo es posible entonces la construcción de espacios de debate para la sociedad cruceña en estas circunstancias y cuál la incidencia –o no– de la actual dirigencia política cruceña a este respecto? Serrate considera que “esos escenarios los va a crear la propia ciudadanía con las respuestas a las demandas de apoyo por parte de la actual dirigencia e institucionalidad. Y de ese poder de convocatoria ausente tienen que darse cuenta la dirigencia y la institucionalidad. Los escenarios van a tener que ser convocados por parte de la actual dirigencia, ante la presión de la población”. Claro, es que necesariamente y en última instancia, la respuesta está en la sociedad civil cruceña. Ésta, a falta de respuestas por parte de los actuales representantes políticos y de la institucionalidad existente, tendrá que generar nuevas opciones para sí a partir de sí misma”.
Es posible afirmar actualmente que los mecanismos de representación política para la ciudadanía cruceña se han vaciado. Ni Comité ni Gobernación ni Alcaldía muestran tener un amplio poder de convocatoria ni mucho menos un discurso propositivo y articulado. Sobre estos aspectos, Serrate concluye afirmando que “los mecanismos de representación se tienen que construir a partir de los roles para los cuales fueron creados. Actualmente hay una dañina confusión de roles y actores. Este proceso de redefinición de roles es lo que más cuesta porque algunos o muchos actores tendrían que dejar el escenario. De ahí hasta reconstruir estos escenarios de representatividad existe un trecho muy largo. Pero bueno, creo que estamos en el momento justo”.
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