Ir por Irán…

Carmen Beatriz Ruiz

carmen-beatriz-ruiz-ar_0014 Y salir trasquilado. La realidad debería ser el mejor escudo para defenderse del riesgo, siempre presente, de asumir la intolerancia como una forma de defensa de las propias creencias y decisiones.

Lamentablemente, la historia del mundo está saturada de formas extremas de intolerancia, que en su peor versión, cuando se juntan política y religión, llega a situaciones de horror, como la acción de los kamikazes durante la Segunda Guerra Mundial y actualmente las personas mártires del Islam, inmolándose al tiempo que asesinan. Quizá una de las más estremecedoras historias de esa práctica ocurrió en octubre del 2002, cuando un grupo de rebeldes chechenos atacó el teatro Dubrovka, en Moscú, en una acción que dejó 170 muertos. De los 42 terroristas, 22 eran mujeres. La menor tenía 16 años. Son las llamadas “viudas negras”, mujeres musulmanas que vieron caer bajo el fuego del odio a maridos, hermanos y padres, y también están dispuestas a morir matando por sus ideas.



De ese modo, se pretende apagar el fuego con fuego y ahogar los gritos de dolor con los de la venganza, escribiendo con más fuego, dolor y sangre las páginas de la historia. Sólo que la misma historia se ha encargado de demostrar el camino sin salida que escribe con la convicción de que la violencia es su partera. Pero los muertos no hablan. Se convierten en cifras transitando macabramente a través de las noticias que consumimos y olvidamos día a día. En cambio, hablan, a gritos, los líderes de allá y de aquí, que quieren construir sobre cuerpos ajenos sus sueños de grandeza.

Para eso recurren a las mentiras burdas y se escudan en la frágil memoria de la comunicación masiva. Un día nos dicen que las políticas de industrialización se impulsarán con el fortalecimiento de relaciones bilaterales con la República Islámica de Irán. Y otro día “los presidentes Morales y Ahmadineyad firmaron un memorándum de entendimiento para desarrollar la energía nuclear con fines pacíficos, ya que Bolivia prevé generar electricidad y exportarla. El Ministro de Minería y Metalurgia negó que exista algún acuerdo ni decisión alguna respecto a que Irán industrialice el litio”. Un día reconocen que el narcotráfico es un problema de preocupación nacional, y al otro reclaman airados por la recomendación de defender a los menores de esa influencia delincuencial. Un día se declaran pacifistas, y al otro “plantean al Ejército una estrategia de defensa “para sostener una eventual guerra con ejércitos superiores en número de tropas y de armamento”.

Pero ese amor por sus antiguos contrarios, a manera de un ataque masivo y fulminante de Síndrome de Estocolmo que parece haber contaminado a la cúpula gobernante es altamente contagioso, como lo demuestran feministas e intelectuales que en recientes momentos (y cargos) se dijeron demócratas y ahora besan, en silencio, las túnicas y los uniformes de quienes lapidan mujeres y matan ideas.

La Razón – La Paz