Se va el 2010

Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo5110x110_thumb El 2010 no fue un año de moderación, por lo menos en nuestro país. Algunos aplaudirán ilusorios buenos momentos; otros pondrán en evidencia el infortunio de un largo año de inquietud y de penurias. Habrá quienes se animarán a pronosticar, como una expresión de deseos, un futuro mejor, esperando que prosperen los negocios y las relaciones personales; que los que hacen política guarden tolerancia y aseguren la democracia y la libertad. En el lado opuesto, estarán los satisfechos: los que, insensibles, se regodean con el poder, asumido como absoluto y sin freno.

En el recuento de los sucesos del año, muy pocas veces predomina el equilibrio y la objetividad. En una sociedad dividida y crispada, es difícil mantener la equidistancia; los problemas y el espíritu sectario agudizan las diferencias. Sin embargo, muchos, aun corriendo el riesgo de pecar de parcializados, encuentran que esta época es propicia para intentar realizar un balance. Por supuesto que es improbable que los análisis, por la soberbia predominante, vayan a tener repercusión o influencia para conservar lo bueno y para cambiar lo malo.



En este año, de forma creciente, hubo acciones de dudoso carácter democrático. Es que hay la tendencia a confundir mayoría circunstancial con democracia, asumiendo que esa mayoría da ‘patente de corso’ para conculcar derechos. Es más, el epíteto malintencionado sustituyó al razonamiento, pretendiendo que los malos están agrupados en un solo sector ciudadano: el de los disidentes, que piensan distinto, y que los buenos e impolutos son los que mandan, desenfrenados por el abuso del poder.

Se ha afirmado que la corrupción está confinada en las derechas, cuando, en verdad, todos somos parte de una sociedad que ha ido perdiendo valores y relajando el imperio de la ley; esa ley que se modifica tan frecuentemente para hacerla un instrumento de predominio. Así se consigue defenestrar al oponente, encarcelarlo y hacerle pagar la ‘culpa’ de no compartir el ideario –si se tiene alguno– de los encumbrados.

Ha quedado claro: todos los que en el pasado fueron políticos, funcionarios, candidatos o dirigentes cívicos van a ser acusados de algo; de ese algo que se fabrica con la inquina. Los procesos judiciales, con parcialidades manifiestas, impedirán, por ahora, cualquier cambio hacia el restablecimiento del Estado de derecho, menos aún un cambio de conducta política.

Se dice que la esperanza es lo último que se pierde. Pero ¿qué es lo que podría esperarse frente al acoso judicial desenfrenado, pretendiendo así el predominio total? ¿Será, entonces, que ya no hay futuro para la libertad en Bolivia? Pero, “no es posible –por lo menos indefinidamente– sembrar nabos en las espaldas del pueblo”.

María Teresa Romero escribió sobre el futuro de su patria, Venezuela, lo que bien puede aplicarse a Bolivia: “Ahora, estoy segura de que en la medida en que las leyes y los desmanes de la ya abierta dictadura se hagan sentir, se irán despertando y reaccionando los demócratas venezolanos e internacionales. El 2011 será, sin duda, un año plagado de protestas, enfrentamientos y pronunciamientos. Pero ello será insuficiente en la difícil tarea de enfrentar la autocracia militar pese a la impopularidad acelerada de ésta. El único y urgente camino es la construcción de una sólida movilización nacional de todos los sectores opositores, tanto políticos como socioeconómicos. Llegó la hora nona y, por tanto, la de la lucha realmente unitaria y madura” (El Universal, Caracas, 22/12/2010).

El Deber – Santa Cruz