A los mártires del 15 de enero y a Gloria

SUSANASusana Seleme Antelo *

Fue hace 30 años. "El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos", canta y se lamenta Pablo Milanés, pues "el amor ya no se refleja como ayer". Pero los miristas de toda la vida, sí seguimos reflejando el amor a nuestros ocho compañeros asesinados y a Gloria Ardaya, la única sobreviviente, como ayer: con convicción y espíritu de lucha por la democracia, sin ambiciones personales.

Fue hace 30 años cuando aquellos jóvenes -Arcil Menacho, Jorge Valdivieso, José ‘Pepe’ Reyes, Ramiro Velasco, Ricardo Navarro, Artemio Camargo, José Luis Suárez, Gonzalo Barrón y Gloria Ardaya- fueron sitiados por los esbirros de Luis García Meza y Luis Arce Gómez en una casa propia de tiempos clandestinos: libre de toda sospecha, en la calle Harrington de Sopocachi (La Paz). Hacía seis meses, desde el 17 de julio de 1980, Bolivia vivía oscuros tiempos de dictadura, que a principios de 1981 había decretado un ‘paquetazo’ económico, ‘gasolinazo’ incluido.



Era la tarde del 15 de enero de 1981, cuando nueve miembros de la dirección nacional clandestina del Movimiento de Izquierda Revolucionaria se reunían en aquella casa para estudiar medidas de resistencia y de defensa de la economía popular. A primeras hora de la tarde se produjo el asalto: ocho fueron acribillados uno a uno. Gloria vio toda la masacre: murió ocho veces. Sobrevivió porque se identificó como la hermana del capitán Rubén Ardaya y porque su destino no era morir, sino sobrevivir para contar el crimen y desmentir a los asesinos que -como siempre en estos casos- achacaron las muertes a un ‘enfrentamiento’.

Por diversas razones, recuerda Gloria, faltaron a esa cita Wálter Delgadillo, Juan del Granado, ‘Coco’ Pinelo y Pedro Mariobo, además de Ernesto Araníbar, que no llegó del exilio. Ellos también son sobrevivientes, afirma ella. Es cierto, son sobrevivientes, pero ninguno sobrevivió con la imagen de ocho asesinados ni con la ‘sospecha’ y ‘cuasi’ acusación que le hizo este Gobierno por ser la única sobreviviente. Malévolos, sí, y precisamente de este Gobierno del que, salvo Araníbar, los otros son ministros y funcionarios, y Del Granado, ex aliado.

Fue hace 30 años, pero nuestra memoria política y afectiva sigue viva y tiene más y mayor convicción de lucha por la democracia. Pero la memoria histórica, que suele ser malagradecida casi siempre, no les ha rendido el honor que se merecen. Otras veces, el honor se torna en deshonra, cuando se utiliza su memoria y en su nombre se apoya aventuras que a título del ‘cambio’ y de los pueblos indígenas -en los hechos ambición de dominación y de poder- deshonran la democracia, reniegan de la pluralidad democrática, envilecen los principios del Estado democrático y social de derecho, y burlan los ideales por los que murieron los hombres del 15 de enero, hace 30 años.

En esa época ya estábamos convencidas(os) de que no eran tiempos de ‘tirar tiros’, como hasta hoy. Que la democracia podía y puede ser socialista si la política se juega por el respeto a los derechos humanos, por la libertad individual de hombres y mujeres como personas; por la justicia y la diversidad económica, cultural, de género y étnica.

Por esos ideales nunca envejecidos, mi recuerdo a los siempre vivos-asesinados hace 30 años. Mi admiración a Gloria, siempre compañera, y mi solidaridad a las familias de los mártires

* Máster en Ciencias Políticas