Mirar a otro lado…

Cayetano Llobet T.

cayetano-llobet-101_thumb1 Puede ser bueno mirar a otro lado… siempre que el precipicio no esté delante. Y taparse voluntariamente los ojos sólo sirve para jugar a la gallinita ciega. Si uno escucha a no importa qué funcionario de gobierno tiene que llegar a la conclusión inevitable de que la situación en Bolivia no sólo es buena, sino que nuestras expectativas son aún mejores. Si uno ve el despliegue publicitario gubernamental, especialmente en la televisión, se tiene la certeza de que Bolivia nunca ha estado mejor. Si se escucha al Vicepresidente, la situación de bonanza es tan extraordinaria que servimos de lección a más de un país y, lo verdaderamente impactante, es que los que no lo ven de esa manera son, simple y llanamente, un hato de imbéciles. Si se lo escucha al Presidente, estamos ganando una guerra terrible contra el imperialismo y, sobre todo, el gobierno está a punto de ganar la batalla final contra una oposición poderosísima encabezada por unos empresarios no menos poderosos e inescrupulosos que hicieron lo posible para derrocarlo… y hasta para matarlo.

Es entonces cuando uno se pregunta, ¿dónde están?, ¿de dónde vienen?, ¿en qué planeta habitan? No tienen idea, para comenzar, del fracaso de su gran nacionalización de los hidrocarburos, “piedra angular en la construcción de la nueva Bolivia, comienzo de nuestra soberanía energética, alimentaria, política, inicio de la era de dignidad, promesa y garantía de las próximas generaciones, ejemplo para el continente, etc., etc.” (consultar por favor la antología de disparates contenida en los discursos). Hoy, nuestra situación energética es la más rezagada del continente, nadie quiere pronunciar la palabra “inversión”, nos hemos llenado de mentiras, de demagogia y de discursos, y estamos peor.



En términos alimentarios, estamos tan bien que el Presidente puede regalar toneladas de arroz a Venezuela. Toda la gente que hace cola desde al amanecer para conseguir una libra de azúcar, todas las protestas por el alza de los precios de la canasta familiar, todos los enfrentamientos por el precio del transporte público, todas las marchas portadoras de rabia, todos los paros y huelgas son parte de la imaginación mediática: son montajes de la oposición, versiones interesadas que buscan perjudicar al gobierno. Groseras mentiras que, afortunadamente, son desmentidas por la claridad, sabiduría y seguridad de los ministros que, afortunadamente, gozan de una credibilidad sin límites.

Y es lo mismo cuando miran hacia afuera: están convencidos de que el capitalismo está muriendo, que los proyectos socialistas están triunfando, que Cuba es un ejemplo -¿será por la falta de alimentos?- y que Chávez es el paradigma de la buena gestión. Creen que los vecinos están impacientes por seguir nuestro ejemplo. Y la verdad es que la mayor parte de los peruanos no va a votar por Ollanta Humala, porque no quieren experimentos como el de Bolivia, quieren progreso. En su ceguera voluntaria ¡hasta creen que Chile nos va a dar salida soberana al mar!

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Es el problema de mirar a otro lado. De no querer mirar. No sé si, en el fondo, ellos creen que no hay crisis y no saben que la gente está harta y creen que puede aguantar todo como lo demostraron con la decisión del gasolinazo. ¿Creerán, sinceramente, que somos tantos los idiotas? ¿Esperarán un milagro? No les vaya a suceder lo que decía Sánchez de Lozada, su odiado Goni, cuando reflexionaba que “siempre hay una luz al final del túnel… el problema es cuando esa luz es del tren que viene de frente”.