Cruce verbal y farsa diplomática

Rubén Atahuichi

ATAHUICHI Los dichos de las últimas semanas entre distintas autoridades de Chile y Bolivia me hicieron recuerdo —lo escuché de chico— a un improperio diplomático de hace tres décadas, que fue más allá del “carajazo” de Eduardo Abaroa.

El jefe y almirante de la Armada chilena José Toribio Merino, entonces miembro de la Junta de Gobierno de Augusto Pinochet, se mandó una perla en las discusiones diplomáticas sobre la demanda marítima boliviana: “Bolivia nunca tuvo mar. Sus habitantes son auquénidos metamorfoseados que aprendieron a hablar”. Lo que causó indignación entre las autoridades y el pueblo boliviano. Para entonces, ni pensar —como ahora— en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Chile y Bolivia, ni guardar los equilibrios verbales. Las discusiones diplomáticas siguen siendo una farsa, a pesar de que ciertos analistas o ex cancilleres reclaman prudencia.



Más tarde, en enero del 2004, en la Cumbre de las Américas de Monterrey, los presidentes Carlos Mesa, de Bolivia, y Ricardo Lagos, intercambiaron más que ceños fruncidos en el foro. “Con Chile tenemos paz, pero no amistad”, arengó el boliviano. Y el chileno se enojó: “Si de diálogo se trata, ofrezco relaciones diplomáticas aquí y ahora”.

¿Relaciones diplomáticas sin mar? ‘Anda a tomarle el pelo a tu abuela’, habrá jugado en su mente Mesa.

Ahora, siete años después, ni Sebastián Piñera ni mucho menos Evo Morales guardan la compostura verbal. En sus formas más diplomáticas, sus declaraciones denotan, pues, otro carajazo, que han sido recurrentes desde incluso antes del 23 de marzo, cuando el Presidente de Bolivia, en un discurso muy cordial, anunció el cambio de estrategia en la demanda marítima boliviana.

En su informe del 22 de enero, Morales dijo con cierta sorna una frase alusiva al territorio del Litoral de 120.000 kilómetros cuadrados que en 1879 perdió Bolivia, a semanas de la reunión de cancilleres en La Paz: “Atacama era antes de Bolivia, esperamos recuperarlo pronto”. Al día siguiente, Piñera devolvió gentilezas: “Atacama es y va a seguir siendo chilena, con soberanía chilena, y eso nunca ha estado ni va a estar en las conversaciones con Bolivia”.

Sin embargo, el cruce verbal fue más latente desde el 23 de marzo. Piñera, en consecuencia con la política exterior de su país, decía sin desparpajo en varias ocasiones que la soberanía que demanda Bolivia no está en debate, como el Tratado de 1904, al mismo tiempo de instar al diálogo bilateral. Al otro lado, Morales planteaba soberanía y multilateralidad.

El 1 de abril, el Presidente de Chile fue frontal: “Ellos (los bolivianos) pretenden algo que es imposible”. Y un día después, su par boliviano, en Charaña (en el mismo lugar del mítico abrazo de Pinochet y Banzer en 1975), respondió:

“Que nos digan desde Chile que es imposible hablar, dialogar sobre soberanía, se equivocan. Eso se llama ignorancia, eso significa no tener sentimiento, eso significa que hay que enclaustrar a un pueblo”.

Quizás siga el intercambio verbal, como las insinuaciones de diálogo como la mejor vía para la solución del diferendo; pero si Chile se empecina en cerrar la discusión sobre soberanía a título de política de Estado, la diplomacia es una farsa, no nos lleva a nada.

La Razón – La Paz