Desconfianza

Valentín Abecia López*

valentinabecia Tengo un fiero presentimiento que, de rato en rato, me molesta. Es como un escozor que empieza suavecito y sube, poco a poco, de intensidad, a medida que se van presentando los desafectos y estropicios.

Es el presentimiento de la desconfianza, que le dicen, de esa que no requiere código ni fecha ni calendario, desconfianza de lo que se dice y no se dice, de lo que se insinúa, de lo que se escucha, de lo que no se escucha; desconfianza, en realidad, que es una especie trucha de la angustia, que acapara de repente mi atención a la fuerza y me invade y me sacude y me inunda e incomoda.



Es cierto, siento desconfianza del Ministro de Economía que dice que no se pagará a los trabajadores un salario de 2.000 bolivianos para que no se indigesten. Así de simple, para que no se empachen de gusto y, claro, se enfermen. Es cuidadoso el señor Ministro, se preocupa por todos, en especial de los más necesitados.

Siento desconfianza, de la pesada y bruta, de las cifras que lanza el INE porque no coinciden con la pobreza franciscana en la que nos revolcamos; los datos sobre la inflación parecen haber sido cocinados por un principiante y nosotros, antes de indigestarnos y empacharnos, debemos tragar bolas cuadradas. Toda una maravilla.

Siento desconfianza del Vicepresidente que un buen día bate palmas al aprobar y hacer propaganda a favor del gasolinazo, la medida del siglo, para después, al cabo de cuatro días, compungido y azorado, anotar que no había sido tan así, que alguito estaba fallando. Ese mismísimo Vicepresidente dijo, ante los últimos despelotes sociales que nos han martirizado, que el primerísimo jamás se reuniría con la cúpula de la COB para tratar de arreglar lo desarreglado; sin embargo, a las pocas horas, Morales Ayma le enchufaba una maratónica sesión, importándole un bledo los vaticinios adelantados por el segundo de a bordo.

Siento desconfianza del Ministro de Trabajo que tiene una fascinación creciente por las rimas, el Gustavo Adolfo Becker del gabinete, y que además hace gala de una picardía autóctona ininteligible, a tal punto que él mismo no se entiende; confundir “traidor” con “traído” fue una de sus últimas muestras de sutileza mal pulida, que cayó como un bodrio a todos los que lo escuchábamos boquiabiertos.

Siento creciente desconfianza del Presidente de YPFB que, sin que medie una explicación plausible, ha tenido la ocurrencia de guardar por meses, bajo siete llaves, el informe sobre nuestras agotadas reservas de gas, elaborado por la empresa consultora norteamericana Ryder Scott. Esperando, seguramente, una ocasión favorable políticamente para hacerlo conocer públicamente. En el informe se constata una dramática rebaja de las reservas que deben tener, con nombre y apellido, un depredador.

Siento enorme desconfianza del Ministro de Minería, cómo no, que ha tenido el mal gusto de ordenar la elaboración de los términos de referencia de proyectos faraónicos que no se pueden ejecutar porque jamás se tuvo el cuidado de definir las fuentes de financiamiento y los sistemas de pago, dejando todo en una indefinición que da espanto. Ese mismo Ministro, por otra parte, en el colmo de la indiferencia y el no-importismo, abandona en manos de personal secundario todo el manejo de las licitaciones de Huanuni, sin que nadie pueda intervenir porque se podría estropear el pastel.

Ésta es la desconfianza que nos embarga, que aprieta, que se retuerce y quema. Ésta es, finalmente, la desconfianza amarga que me acongoja, desconfianza de mi sombra que me sigue, impenitente, a todas partes.

*Economista e historiador

La Prensa – La Paz