Álvaro Robespierre

AGL El vicepresidente Álvaro García Linera se ha definido como “el último jacobino”, a tiempo de expresar su admiración por el dirigente revolucionario francés que instaló el Terror mediante la guillotina, Maximilien Robespierre. Como su modelo, quien terminó sus días a merced del sangriento aparato con el que había hecho ejecutar a las víctimas de su dictadura, el afán persecutorio del vicepresidente contra los opositores al “proceso de cambio” podría acabar convirtiéndose en un boomerang que acabe con su propia defenestración, visto el creciente consenso político y social para su salida del gobierno.

García Linera se ganó primero el rechazo de la oposición con sus “estrategias envolventes” contra los distintos contrapoderes regionales, que invariablemente derivaron en escenarios de violencia, necesaria o “revolucionaria”, diría él, para alcanzar el anhelado “punto de bifurcación”. Más recientemente, Álvaro Robespierre se ha ganado también la furia de los sectores disidentes de la alianza (ex)oficialista, al descalificar de manera despectiva y soberbia las distintas protestas obreras e indígenas contra el régimen. De hecho, la idea de revocar el mandato vicepresidencial parece estar alcanzando la cualidad de punto de convergencia para las fuerzas más diversas, uno de los pocos acuerdos nacionales que existen en el momento.

Por supuesto que el proceso para hacer realidad la revocación del mandato sería sumamente complejo, habida cuenta del control del MAS sobre el Órgano Electoral (que pone en duda la transparencia de cualquier consulta), pero ya el hecho político de un consenso para el retiro de la figura más radical y violentista del gobierno es un síntoma de maduración y lucidez social. No se trata, tampoco, de convertir a García Linera en una suerte de “chivo expiatorio” que exculpe a Evo Morales de sus responsabilidades, blindándolo con su salida del esquema gubernamental. Claramente, el primer mandatario es el principal responsable por el sometimiento a la injerencia chavista y la ampliación de cultivos de coca-para-cocaína. Sin embargo, el retiro de García Linera sería sin duda un primer paso, insuficiente pero positivo, para la reconstrucción de la malherida democracia boliviana.



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