Descolonización: el desmontaje de la identidad boliviana

Horacio Poppe Inch

HORACIO A diferencia de lo que la mayoría cree o percibe, la llamada “descolonización” no es exclusivamente un proceso que pretende sepultar la endeble institucionalidad y el inicuo sistema neoliberal del antiguo régimen republicano, así como a sus representantes y operadores, sino que es también un proceso que intenta desvirtuar y destruir la subjetividad de lo boliviano, es decir, sus raíces occidentales y cristianas.

En este sentido, el proceso de descolonización -conducido con una constante manipulación histórica y substitución simbólica-, ha venido atacando progresiva y sistemáticamente los valores históricos, culturales y religiosos que hacen a la nacionalidad boliviana, a través de la introducción de conceptos etnicistas, neopaganos y materialistas que producen fisuras en las bases subjetivas de la identidad nacional.



Neopaganismo y negación religiosa

Neopaganismo versus Catolicidad.– En el fondo el proceso de descolonización trata de resquebrajar la unidad espiritual de la nación boliviana cimentada en los valores de la catolicidad que trascienden a toda identidad étnica, social, de sexo y generacional, con la justificación de que la Iglesia Católica es el núcleo del proceso de colonización o el símbolo máximo de dominación occidental al “ejercer un poder que más allá de lo terrenal se ejerce sobre el alma de los pueblos”.

Con este fin se inicia un proceso de retorno hacia lo plural de lo “originario”, hacia sus diversas creencias y costumbres ancestrales, idólatras y precarias, casi siempre inventadas a conveniencia para legitimar un paganismo plural, étnico y “moderno” que se sobreponga o anule a un catolicismo universal, lo que supone entrar no sólo en apostasía (negación de Cristo y su doctrina) y en entera contradicción con los valores de la civilización occidental grecolatina, sino también la posibilidad de consolidar –a través de lo supuestamente nativo- una nueva hegemonía ideológica inmanentista (1), asentada en un nuevo “sentido común” (2), donde el modo común de pensar y sentir del pueblo esté determinado por la dialéctica materialista y totalmente distanciado del espíritu católico.

Unicidad versus Pluralidad.- Para conseguir quebrar la unicidad del espíritu católico que, como hemos dicho, subyace a toda diferencia, los neomarxistas han iniciado un proceso de etnificación o desmembramiento que consiste en reinventar y reposicionar lo nativo, considerado como único elemento válido, desconociendo o poniendo en duda la verdad reconocida y revelada por Jesucristo y enseñada por su Iglesia, con una estrategia bastante conocida: desprestigiando lo que está elevado, ensuciando lo que parece puro, dividiendo lo que está unido, haciendo vacilar lo que parece sólido, lapidando lo que es respetado.

“Teología de la Liberación” (La Infiltración).- Llevando el materialismo hasta sus últimas consecuencias, los neomarxistas entendieron que la lucha radica entre trascendencia e inmanentismo, entre la Iglesia de Dios y el comunismo ateo. Pero tras varios intentos se dieron cuenta que con combatir a la Iglesia perdían, entonces se infiltraron, y desde adentro, empezaron a desmontarla. Según su enfermo y dislocado entendimiento potenciaron el Evangelio de Cristo con el Capital de Marx y así nació la “Teología de la Liberación”, y con ella, los sacerdotes “tercermundistas”, que no son más evangelizadores sino exaltados activistas políticos de izquierda, como Xavier Albó, preclaro masista y uno de los teóricos del “diálogo interreligioso” y de la “plurinacionalidad”.

Ecumenismo y “diálogo interreligioso”.- El ecumenismo es indiscutiblemente una de las metas de este gobierno, implícitamente expresado en su Constitución Política del Estado.

El ecumenismo parte del principio de reconocer a cada religión o cosmovisión su propia verdad, e intenta integrar a todas esas supuestas verdades en un movimiento a través del diálogo interreligioso. Este ecumenismo intenta construir una unidad adaptada a una mezcla de verdad y error, arguyendo que toda religión o cosmovisión constituye un medio legítimo de salvación. Reconocer aquello es equivalente a desconocer que el Cuerpo Místico de Cristo es la Iglesia Católica y que fuera de Ella no hay salvación. O en su defecto es pensar que la Iglesia Católica no es ya la única verdadera Iglesia de Dios y que el paganismo está a su mismo nivel, cuando está dicho en las Sagradas Escrituras que las religiones paganas o cosmovisiones seudoespirituales pertenecen al reino de las tinieblas y están bajo el poder de Satanás (Act. 26, 18; II Cor. 10, 20).

Esta teología pluralista de las religiones, al decir de la cual todas las religiones o cosmovisiones son expresiones igualmente legítimas de la experiencia del fundamento divino del mundo, destruye el cristianismo en su raíz. Y es también precisamente este pluralismo religioso o ecumenismo el que destruye la unidad en la fe (3).

La negación de la Patria

La Patria y su significado.- El 6 de agosto de 2009, Álvaro García Linera, en una representación perfecta de Robespierre, intentó convencernos de que la Patria no es más el vínculo espiritual e instintivo que hay entre el hombre y su tierra, su comunidad y su pasado, sino una situación constitucional, es decir, un pacto entre ciudadanos circunstancial y por tanto relativo, constantemente mutable. En otras palabras, intentó decirnos que la Patria es sinónimo de Constitución y que –en consecuencia- quien no está de acuerdo con la Constitución Plurinacional es un apátrida y, o se muda, o se atiene a ser “aplastado”.

Esta interpretación constitucionalista de patria tiene sus raíces en el racionalismo (5) e intenta imponer una visión ideológica materialista de la realidad, que no es otra cosa que el proyecto político del MAS.

El Patriotismo.- Para Álvaro García Linera uno es patriota cuando se encuentra identificado o adherido a los preceptos de la Constitución Política del Estado o, en el peor de los casos, cuando la ha aceptado como un hecho irremediable. Dicho de otro modo, para Álvaro García Linera uno es patriota cuando se encuentra acompañando el “proceso de cambio”.

No obstante, el verdadero patriotismo se sitúa fuera de las corrientes ideológicas, pues es simplemente un estado de conciencia que deviene del instinto territorial (el que a su vez deriva del instinto de agresividad y de reproducción), que consiste en identificarse con la tierra en donde se ha nacido y con la comunidad nacional que la habita, así como con sus antepasados que están allí bajo esa misma tierra.

El “patriotismo constitucional” del MAS niega esta naturaleza instintiva, pues eleva el patriotismo a un mero contrato jurídico donde además existen privilegiados y excluidos. De allí que, como bien apunta un patriota español, “negar esta realidad espiritual e instintiva del hombre es negar su naturaleza o, como mínimo, desconocerla. De ahí que todo lo que suponga una negación intelectual del verdadero patriotismo sea siempre una construcción teórica deshumanizada y despersonalizada”.

Asimismo, todo régimen patriota que se jacte de tal, deberá –en consecuencia- preservar la soberanía y la unidad territorial; fomentar el culto a los héroes y a los antepasados como formas de unir el pasado con el presente y proyectarlo hacia el futuro y conservar los valores calificados como “valores patrios”. Premisas que no se cumplen con el actual gobierno.

Plurinacionalidad y negación nacional

La negación nacional.- Los izquierdistas en su más amplia variedad de presentaciones, han sido insistentes a lo largo de nuestra historia en su intención de mermar la identidad Nacional.

Desde los marxistas ortodoxos que sostienen la invención burguesa de nuestras fronteras y proclaman la universalidad del proletariado por sobre la Nación, pasando por la tesis del “absurdo geográfico” o inviabilidad territorial de la Nación sostenida por los “piristas” (4) en la década de los cuarenta, hasta llegar a nuestros días, en que los masistas nos descomponen racialmente en 36 partes, todos los marxistas nos dicen que la Nación no existe, que somos una utopía de 184 largos años.

¿La justificación? Casi siempre la misma: el atraso material atribuido a lo occidental y cristiano. Cuando en realidad esa miseria es consecuencia de una burguesía liberal contraria a los preceptos cristianos y salvajemente egoísta, que ha condenado a las masas a vivir en la marginalidad o en la periferia de lo nacional, es decir, fuera de los beneficios que da el acceso a la civilización occidental: ciencia, cultura, arte, literatura, música, cine, etc. Por tanto, la solución no pasa por un regreso abrupto al pasado, sino por la incorporación de aquellas masas a la civilización.

Plurinacionalidad.- Por otro lado, negar la Nación es negar su historia y sus particularidades concebidas en todas sus edades y vicisitudes: sus lazos afectivos, emotivos y simbólicos, su inconsciente colectivo, sus valores religiosos, tradicionales, culturales y su integridad territorial. La descolonización parte de esa negación, del supuesto de que todo lo vivido, apreciado, sentido, pensado y creado como Nación Boliviana está asentado sobre la mentira, y que, consecuentemente, hay que deconstruirla, desmontarla, desarmarla para volverla a armar, no en una sino en 36 partes, y sobre una nueva visión, materialista, inmanentista, gramsciana, donde el modo común de pensar y sentir de la gente esté determinado por un pequeño grupo de “intelectuales orgánicos” que juegan a ser dioses.

Se trata pues, de “desbolivianizar”, de sepultar a la Nación, a la religión católica y su civilización, de transformar la moral y a la familia cristiana, sirviéndose del caos producido por la confrontación étnica, generacional, de sexo y regional, para terminar fatalmente en la “dictadura de clase”, con una nueva “ideología hegemónica” atea y materialista.

Por último, la plurinacionalidad (lucha de etnias) no es sólo una transfiguración terminológica vacía de intenciones, es, ante todo, la anulación de nuestra identidad con la imposición de otra nueva inventada con leyendas negras.

(1) Corriente filosófica gramsciana que persigue instalar el paraíso comunista en la tierra, negando toda trascendencia y divinidad.

(2) Aquí por "sentido común" no se entiende la noción clásica tomista que consiste en el sentido que se deriva del conocimiento innato de los primeros principios, sino "como el modo común de pensar, el común sentir de la gente, que históricamente prevalece entre los miembros de la sociedad" (Antonio Gramsci).

(3) Para esta teología pluralista ya no existe una Verdad absoluta y objetiva, porque somete la Revelación divina al método histórico, que entiende que toda verdad surge en un determinado contexto histórico y así como todo contexto histórico cambia, la verdad también lo hace, convirtiéndose la Verdad revelada por Cristo en relativa y subjetiva y, por tanto, mutable y alterable. Y ahí donde la Verdad es tergiversada o reemplazada, la moralidad colapsa (Mons. R. Williamson).

(4) PIR: Partido de la Izquierda Revolucionaria, de tendencia stalinista.

(5) Doctrina que sostiene que todo lo real es racional y sólo lo racional puede aspirar a ser real, por tanto todo lo que es material es, a la postre, real y no existe más realidad que la material.