Era eso

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Índice de los Editoriales de Periódicos

  1. El Día: Muertes paralelas

  2. El Día: La muerte de Bin Laden

  3. El Día: El Maestro y la eternidad

  4. El Día: Bolítica

  5. El Día: Era eso

  6. El Día: Ante la duda, populismo

  7. Los Tiempos: DÍA MUNDIAL DE LA LIBERTAD DE PRENSA

  8. El Deber: Derrota del terrorismo

  9. Cambio: ¿Un mundo más seguro?

  10. La Prensa: Libertad de información

  11. El Diario: Atención de asuntos internos y externos

  12. El Mundo: En deuda

  13. Clarín, Argentina: Esas potencias tan impotentes


El Día: Muertes paralelas



El primer día de mayo, en que se conmemora a los mártires de Chicago inmolados por la dignificación de los trabajadores, empezó y terminó para los bolivianos  en el signo de la muerte.

En la mañana, el presidente Evo Morales decretó “la muerte del DS 21060”, en realidad el entierro de sus “restos” ante una muchedumbre exultante en la mina estatal de Huanuni y, al finalizar el día, el presidente de los EEUU, Barak Obama, anunciaba la eliminación del terrorista más buscado del mundo, el saudí Osama Bin Laden (OBL). ¿Qué tienen los dos anuncios en común, además del motivo de la muerte? Le encuentro por lo menos cuatro motivos, que autorizan a hablar, parafraseando a Plutarco, de “muertes paralelas”.

En primer lugar, ambos eliminados eran buscados desde hace mucho tiempo, desde que realizaron sus fechorías: el DS 21060 desde el 29 de agosto  de 1985 y, con más ahínco desde enero de 2006, y OBL desde el 11 de septiembre de 2001. Fue imposible dar con ellos antes debido a que estaban protegidos por una maraña de complicidades y escondites; legales el primero, geográficos y políticos el segundo.

Luego, ambas actuaciones tuvieron el impacto de un tsunami, aunque en diferente dimensión. El DS 21060 fue una medida de shock para la economía boliviana, derribando torres intocables, como el estatismo desquiciado y la hiperinflación del populismo diletante; mientras que OBL puso al desnudo las fallas de la orgullosa seguridad del imperio, sacrificando miles de inocentes ciudadanos. Ambos, con su actuación, obligaron a ajustes en la vida del ciudadano corriente: en el primer caso le devolvió libertades a cambio de menor justicia, en el Segundo le quitó libertades a cambio de mayor seguridad personal y colectiva.

En tercer lugar, ambas muertes son, en cierta medida, inútiles y anacrónicas. Ni el “entierro” del DS 21060  (realizado más por complacer a una COB desorientada que por convicción) acabará con el mercado, ni la muerte de OBL con el terrorismo. Los órganos del DS 21060 fueron extirpados y donados; inclusive se sospecha que células germinales están presentes en el quehacer de toda la economía boliviana, especialmente la informal y la cooperativa. A su vez,  el terrorismo, como todo estilo de lucha basado en el odio y la violencia, aunque con caretas religiosas o humanísticas, sólo será derrotado por el rechazo de la inmensa mayoría de los hombres, cristianos e islámicos sin diferencias, que siguen creyendo en el valor supremo de la vida.

Finalmente, ambas muertes, sin sepultura digna, son fruto del odio y la revancha. Como bien dijo el portavoz del Vaticano, contracorriente a la histeria internacional,  la muerte de un hombre, hasta del más cruel y malvado, nunca debería alegrarnos. El DS 21060, al fin y al cabo, salvó  la vida de un paciente agonizante, a costa, es verdad, del sufrimiento de algunos sectores y de la humillación de ciertas ideologías. Por eso duele que se lo entierre por mala práctica médica, como sentencia el ditirámbico y demagógico DS 861 del 1 de mayo de 2011.  Del mismo modo, a OBL, antiguo aliado del imperio que acaba de eliminarlo, hubiese sido mejor capturarlo vivo, para escarnio de sus seguidores ante la justicia internacional.

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El Día: La muerte de Bin Laden

¿Asesinato político? No hay duda, pero única salida posible para cerrar un capítulo de la historia cuyos detalles jamás sabremos. Nunca se descartó la posibilidad de que septiembre 11 fue una conspiración del gobierno de Estados Unidos con fines de expansión imperial, y Noam Chomsky acentuó las sospechas. Eso no impide saber por cierto que el fundamentalismo islámico es un problema global. Incluso argumentando sus orígenes, de algún modo para justificarlo, no soluciona nada. No se puede, ni se debe, sumir en discusiones eternas y permitir que expresiones similares se solidifiquen o crezcan. No hacerlo implica quizá el dar el papel policíaco a naciones ricas y poderosas, que son las únicas con capacidad logística para frenarlas. Y así volvemos al cuento de siempre, de dependencia y dominio.

Sin embargo, de pronto acciones tales presentan estos países a la humanidad con facciones benévolas, que apuntan a justicia para todos, bienestar colectivo. Falacias, cuyo peso, tal vez moral, sirve para alentar las esperanzas de una vida mejor. El totalitarismo fracasó. Ya es larga la data de los errores y muy pocos aciertos de la cuestión socialista. Tanto ha cambiado el mundo que los viejos eslógans caducaron, y la simple calificación de ideologías perdió peso con la inclusión de nuevos (antiguos) factores y sujetos que claman por la reestructuración del ideario político.

Bin Laden tenía que morir. Consecuencia lógica de una muerte ya predicha, de mayor importancia, determinada por la explosión rebelde del mundo árabe en contra de los semidioses que lo rigieron para mal por tantas décadas. En Túnez, Egipto, Libia, Yemén, Siria, se está dando el golpe de gracia al fundamentalismo, al abuso de poder, a las sucesiones principescas, para dar espacio a quién sabe qué, supuestamente a un sistema democrático que con sus también grandes falencias al menos permite el espejismo de las posibilidades, ausente en la noción totalitaria.

La muerte de bin Laden, como las masivas protestas del norte africano y el Oriente Medio, debieran iluminar a los dictadores y explicarles que en un mundo global ya no caben. Claro que si fuera en favor del gran capital preservarlos, lo harían. No hablamos de justicia, sino de interés. Sucede con el narcotráfico, con el genocidio de los tamiles, según relata Jon Lee Anderson, y ejemplos sin número, pero no se puede quitar a la gente la esperanza, y mucho de lo que sucede hoy no se relaciona con el poder político sino con ella. Allí es muy fácil errar, pero yerro superior sería simplemente aceptar el curso de las cosas sin derecho a opinar y a protestar.

El haber quitado el aura casi divina, de invencibilidad, a Osama bin Laden y a lo que representa, significa un golpe tremendo para los extremistas religiosos, y para todos los que de algún modo persiguen el expolio irrestricto de sus pueblos, la perpetuación en el gobierno. Lo aprendió Noriega en una lección que le costó la cárcel y su fin.

Ahora no es más el tirano amenazante, machete en mano, que se creyese amo de Panamá. Hoy es una piltrafa, un pobre diablo. Lo aprenderá el extraño Qadhafi, mezcla de pederasta y profeta satánico. Su vida, recordando la canción mexicana, no vale nada. Ya se condenó. Y después Assad, el criminal sirio, y Ahmadinejad. Lo dije, a los que piensan en la eternidad del círculo, que en la sombra se mueven cosas, que la tecnología y la inteligencia trabajan sin descanso, y que las acciones van anotándose en el diario de los pros y contras, y que cuando éste se incline de lado les caerá el zarpazo de la justicia, del poder, del imperio, de lo que quieran llamarlo que terminará con su impunidad.

No importa que un asesino como el gobierno norteamericano se haya librado de otro. Lo que pesa es la sensación de justicia, que es la que mueve la emoción de las masas, saber que también a los elegidos les llega su fin. Y es una advertencia de largos y todavía no previstos alcances. O, como acaba de poner en la Red Jon Lee Anderson, en estos movimientos verticales, la decapitación de su líder tiene como consecuencia segura el fin del colectivo. Sucedió con Abimael Guzmán y Sendero. Sucederá con al-Qaeda, ya rebasado por las protestas en masa.

Sea en Pakistán, Perú o Bolivia, los déspotas con ánimo de dioses ya perciben la venida del Apocalipsis, y sus maletas cargadas de oro serán impedimento más que ventaja.

 

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El Día: El Maestro y la eternidad

Si el universo es como una cáscara de nuez, según ha deducido el filósofo y astrofísico británico Stephen Hawking, el final de los tiempos no puede ser otro que la eternidad. Y así como hoy nos parece imposible un retorno al pasado, nada más cercano a un viaje hacia el futuro que el paso de una dimensión conocida a otra desconocida. En otras palabras, si el universo no es plano, como se pensaba, el tiempo tampoco lo es. No olvidemos que Albert Einstein percibió y luego demostró que el tiempo es relativo, en concordancia con las leyes de la física moderna, donde todo es relativo y nada absoluto.

Por eso morirse puede significar la inmortalidad. Ernesto Sábato resulta el ejemplo perfecto. El Maestro ha demostrado que noventa y nueve años no son nada cuando se ingresa a la gloria de la eternidad. Y ha dejado sentado con su muerte que una vida no vale si no está dirigida hacia un objetivo noble, como el servicio a la humanidad. Él, denodado defensor de los derechos humanos cuando todo el mundo temblaba ante las dictaduras, ha hecho posible que los desaparecidos y torturados de una época violenta encuentren justicia. Su polémico viaje de la literatura a la política y su retorno surrealista a las letras es un auténtico homenaje a la multifacética condición humana.

Componente de una dinastía de escritores célebres, el último en partir, Sábato se une a Bioy Cásares, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, creadores y polémicos, oscilantes en el péndulo de los polos políticos. El denominado “insurrecto contra la resignación” –Ernesto Sábato- se rebela contra la muerte haciéndose inmortal, por obra y gracia de la magia de la literatura latinoamericana y mundial. Nos imaginamos a Jorge Amado en casa de Sábato, cobijado durante su exilio, celebrando bajo las estrellas su verbo primigenio del realismo mágico, aquel modo de describir lo cotidiano increíble, como sucede en “Gabriela, clavo y canela”, o en “Doña Flor y sus dos maridos”, una secuela que después persigue de manera brillante el ahora universal Gabriel García Márquez.

Mas, Sábato se convierte en profeta con la genial trilogía de sus novelas: “El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Aabadón el exterminador”, en especial esta última donde el personaje central, un torturador, encarna a los esbirros que pulularon en las dictaduras militares que luego fueron investigados y, algunos, sancionados. Una gotita de justicia en el mar del oprobio y del olvido. Abrazar la verdad como una filosofía de vida –lo ha hecho Ernesto Sábato- es como viajar en el tiempo por los “gusanos” del genial astrofísico Stephen Hawking. Es el retorno al punto cero y la partida hacia la gloria.

Hacedor de profecías, ha justificado la afirmación de que los extremos se tocan, como mencionan Louis Pawels y Jacques Bergier en su obra “El retorno de los brujos”. Humano en lo filosófico y en lo político, Sábato se ha subido al corcel de los tiempos.
 

 

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El Día: Bolítica

El fiscal planteó mi detención antes de que empiece el juicio. Me voy a defender no me voy a escapar. En lugar de haber hecho daño, lo hicimos crecer a Fancesa. No deberían detenerme, pero sabemos que están llegando instrucciones a la justicia".

Samuel Doria Medina
Jefe Político de Unidad Nacional


Se dice que: La autoridad judicial definirá si el empresario Samuel Doria Medina, dos ex rectores Jaime Robles y Jaime Barrón, y el actual rector de la Universidad de Chuquisaca, Wálter Arízaga se defenderán en libertad o detenidos.


Para mí, y a pesar que no soy jurista, es suficiente la anotación preventiva de los bienes y ellos deberían defenderse en libertad, yo no veo por qué tengan que apresarlo o darles otra sanción. Con esto no creo que haya fuga".

Juan Carlos Apaza
Diputado Denunciante del Mas

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El Día: Era eso

Si  bien es cierto que nadie esperaba que Evo Morales pronuncie loas a Chile, tampoco era previsible que el jefazo suba tanto el volumen del discurso antichileno, tomando en cuenta que una parte del Gobierno sigue confiando que las relaciones pueden transitar por las dos vías, es decir, el juicio y el diálogo al mismo tiempo. Todos creíamos que el viraje boliviano respecto a Chile era simplemente la respuesta a la baja popularidad presidencial y a su evidente debilidad política y desde otro punto de vista, al gran descubrimiento del Primer Mandatario de que la diplomacia chilena le estaba tomando el pelo con la famosa agenda de los trece puntos. La semana pasada, sin embargo, el presidente Morales dio a conocer el verdadero origen de su inusitado rencor hacia el país vecino. El líder boliviano dijo sentirse traicionado por el Gobierno chileno por el caso del General René Sanabria, investigado durante meses por la policía de Chile y por la DEA, sin conseguir ni la más mínima sospecha de sus colegas bolivianos. Esta investigación “a escondidas” ha generado un sinfín de conjeturas sobre la supuesta relación con narcotráfico del Gobierno de Morales.

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El Día: Ante la duda, populismo

Y    demagogia. No se puede esperar otra cosa de este marchito “proceso de cambio”, carente de iniciativa, de ideas y sobre todo, de resultados. Así transcurrió la celebración del Día del Trabajo en Bolivia, con las señales más claras de la decadencia de este régimen, que también empieza a mostrar signos inequívocos de un agotamiento político que se traduce en miedo y que puede derivar en inestabilidad, un mal crónico de la realidad boliviana.

Los festejos del Primero de Mayo tuvieron una antesala surrealista, un feriado de “urgente creación” para dedicarlo al único delirio simbólico que le queda al Gobierno (“la recuperación del mar”), tras el fracaso de todas las otras ilusiones alimentadas durante los últimos cinco años: “cambio”, “socialismo”, “vivir bien”, “igualdad”, “nacionalización”, “estado integral”, etc, etc.

Sin los alaridos contra Chile del pasado viernes hubiera sido más notorio el fiasco en el que quedó la supuesta “eliminación” del Decreto 21060 que ha sido en realidad, un ademán mediático  sin mayores consecuencias jurídicas y menos todavía, repercusiones en la economía nacional, lo que no deja de ser una buena noticia, porque lo contrario hubiera sido llevar al país por un sendero tenebroso de consecuencias catastróficas.

Lo más patético de la jornada dominical fue el acto de celebración del quinto aniversario de la nacionalización de los hidrocarburos, coronado con la determinación de incrementar en un 70 por ciento el salario de los trabajadores de YPFB, medida que también se aplicará a los obreros de las minas bajo administración estatal. Se trata de un premio ( y de una provocación, por supuesto) a los dos únicos sectores afiliados a la Central Obrera Boliviana (COB) que no se plegaron a las protestas de los últimos meses y son también los representantes laborales de las dos actividades que han registrado la mayor caída de producción de los últimos años. En el caso de la minería, la disminución ha sido de casi el 8 por ciento en promedio y 27 por ciento en la minería grande, algo que no se explica debido a los altos precios internacionales de las materias primas y menos en los establecimientos estatales como Huanuni, donde los incrementos salariales han sido exorbitantes al igual que las contrataciones de supernumerarios, pasando de dos mil a cinco mil trabajadores desde el 2006.

En el caso de los hidrocarburos no vale la pena abundar porque es por demás conocido el impacto que tuvo la nacionalización en las inversiones y la producción. Lo más triste es tener que celebrar un evento que destruyó las reservas, minó la producción y que nos ha puesto al borde del desabastecimiento. Algunos cálculos dicen que la explotación petrolera en Bolivia se podría acabar en cuatro años y el gas en diez.

Mientras que el régimen de Evo Morales hace grandes esfuerzos por renovar su “capital simbólico” (Chile) porque los antiguos paradigmas ya no tienen credibilidad, la realidad económica  avanza inexorablemente y el MAS no consigue ni siquiera comprenderla y menos intervenir para evitar graves consecuencias. El populismo y la demagogia fueron las herramientas ideales para un Gobierno al que parecía sobrarle la plata para derrochar, repartir cheques e inventarse bonos. Ahora que las matemáticas no cierran, conviene buscar otra fórmula.
 

Lo más patético fue la celebración de la nacionalización de los hidrocarburos y el aumento de un 70% al salario de trabajadores de YPFB, como un premio a los dos únicos sectores de la COB que no protestaron contra el Gobierno.

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Los Tiempos: DÍA MUNDIAL DE LA LIBERTAD DE PRENSA

Una vez más, el balance del estado actual de la libertad de prensa en Bolivia, como en gran parte del mundo, deja un saldo poco satisfactorio

Ayer, 3 de mayo, como todos los años (desde que en 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas a iniciativa de los países miembros de la Unesco proclamara esta fecha como Día Mundial de la Libertad de Prensa) en Bolivia, y el mundo, se ha dedicado la jornada a recordar la importancia de proteger los derechos fundamentales que son la libertad de expresión y la libertad de prensa, inscritos en el art. 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Para este año, el tema central de los análisis y reflexiones ha sido "Los nuevos medios de información del siglo XXI: nuevas fronteras y nuevos obstáculos", como un elocuente reconocimiento del papel cada vez más importante desempeñado por Internet, el surgimiento de nuevos medios de información y comunicación, y el crecimiento espectacular de las redes sociales en el transcurso de los últimos años.

No menos importante ha sido la atención dedicada al estado de las libertades en Latinoamérica, región que,  según datos del Instituto de Prensa Internacional (IPI), está cerca de convertirse en la más peligrosa para los periodistas. Según el estudio, de los 102 asesinatos registrados el año pasado, 32 ocurrieron en Latinoamérica, y gran parte de ellos en México y Honduras, países que encabezan la lista de los más afectados.

En el primer caso, la causa principal de los crímenes es que los medios de comunicación y los periodistas se convirtieron en blanco principal de las bandas organizadas y los carteles del narcotráfico. Y en Honduras, la ola de asesinatos y todo tipo de abusos está directamente relacionada a la ola represiva desencadenada por el régimen que se instauró en ese país tras el golpe de Estado, hace un par de años.

No menos alarmantes son los datos proporcionados por Freedom House, según los que el número de personas con libre acceso a la prensa independiente bajó el año pasado al mínimo histórico del último decenio. El informe indica que apenas una sexta parte de la población mundial se beneficia de la plena vigencia de la libertad de prensa. La prensa es totalmente libre en 68 de los 196 países incluidos en el informe, en otros 65 esa libertad es parcial y en los restantes 63 no existe del todo.

Especial atención se ha dedicado este año al estado de la libertad en los medios basados en Internet, pues ante la creciente importancia de los recursos digitales, los regímenes autoritarios han concentrado sus mejores esfuerzos al control de las nuevas tecnologías. Así, la denegación de acceso a determinados sitios, el bloqueo de la web, la censura de sitios y palabra clave, el control de la infraestructura de telecomunicaciones y ataques dirigidos a sitios críticos, entre otros, son modalidades de censura que tienden a adquirir mayor relevancia con cada año que pasa.

En ese contexto, adquieren pleno sentido las palabras del vicepresidente de la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP), quien al referirse a los desafíos presentes dijo: "queremos que la gente termine entendiendo que los regímenes autoritarios, el narcotráfico y los políticos que quieren perpetuarse en el poder actúan igual que como actuaban las dictaduras militares del siglo pasado; y nosotros, al igual que en aquella ocasión, nos vamos a oponer".

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El Deber: Derrota del terrorismo

La muerte de Osama Bin Laden, quien fue ejecutado por un escuadrón especializado de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Pakistán, marca la derrota de un grupo islámico que eligió el terror como forma de acción política.

Se trata de un golpe duro para este grupo, llamado Al Qaeda, aunque resulta difícil predecir si es un golpe mortal. Pero es un golpe con mucha repercusión, en vista de que fue la gente de Bin Laden la que ejecutó el ataque despiadado a las torres gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.

Aquel golpe del terrorismo fue espectacular, además de despiadado, porque fue el producto de una maquinación genial, perversamente genial, para demoler dos edificios que tenían estructuras de acero. Introducir una carga de gasolina dentro de dos moles gigantescas, usando dos aviones repletos de pasajeros -y de gasolina-, fue la genialidad del ingeniero experto en demoliciones como era Osama Bin Laden, nacido en Arabia Saudita, dentro de una familia acomodada.

Diez años después de aquel espectáculo de destrucción llega el momento de la ejecución de su líder, a cargo de un escuadrón de tropas de elite de Estados Unidos. Llega esta represión cuando el apoyo al grupo Al Qaeda está en una grave crisis.

En efecto, una encuesta realizada por el Pew Research Center revela que la opinión pública de los países donde se concentran las mayores simpatías por este grupo se está desencantando de manera acelerada.

Esto podría significar que incluso en países como Nigeria, Indonesia, Egipto o Pakistán, la gente ha comenzado a desconfiar de la eficacia del terrorismo como acción política. Y fue precisamente en Pakistán donde fue abatido Bin Laden.

Es cierto, la causa palestina sigue siendo una cuenta que figura en la columna del “debe” en este equilibrio, pero incluso en los territorios donde es más fuerte el apoyo en defensa de los territorios árabes sometidos por Israel la opción violenta ha perdido simpatías, según la encuesta.

La opción terrorista fue una tentación en muchos países. Bolivia es un país donde se puede demostrar que quienes en algún momento tomaron la opción del terrorismo terminaron inclinándose por la vía democrática, como se puede ver en actores de la actualidad nacional.

La opción violenta es tan antigua como la historia de la humanidad, pero la civilización ha traído propuestas novedosas, como la que enarboló y practicó Mahatma Ghandi, en la India, en contra del imperio británico.

La tentación de la violencia es muy grande para los jóvenes, como se ha visto también en Bolivia. Uno de los más famosos partidarios de la guerrilla, el Che Guevara, vino a morir aquí y comprobar que estaba equivocado.

Ahora el terrorismo islámico, aunque disminuido, sigue activo, mezclado con las propuestas violentas de las mafias vinculadas al narcotráfico. Bin Laden estuvo en Afganistán, el principal centro de producción del opio, y cayó en Pakistán, el centro de mayor propagación de esa droga.

Bolivia tendría que poner atención a estos hechos, que vienen de la mano de las drogas, las mafias y el crimen organizado.

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Cambio: ¿Un mundo más seguro?

"Esta noche le puedo informar al pueblo estadounidense y al mundo que Estados Unidos ha realizado un operativo que mató a Osama bin Laden, el líder de Al Qaeda, y un terrorista que es responsable de la muerte de miles de hombres, mujeres y niños inocentes", aseguró el presidente estadounidense Barack Obama a las 23.37 del pasado domingo, luego que comandos especiales asesinaran en Abbottabad (Pakistán) al hombre más buscado del mundo acusado de ser el autor intelectual de los atentados terroristas contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.

Los atentados del 11-S fueron una serie de atentados terroristas suicidas cometidos por militantes de la red yihadista Al Qaeda mediante el secuestro de aviones de línea para ser impactados contra varios objetivos. Causaron la muerte a cerca de 3.000 personas y heridas a otras 6.000, según informes del gobierno de Estados Unidos.

Los blancos fueron las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York y graves daños en el edificio del Pentágono (Virginia), y este episodio precedió a la invasión militar de Afganistán —luego de Irak— en el marco de la política denominada Guerra contra el Terrorismo.

Al menos esta es la versión difundida por la Casa Blanca para justificar una escalada militar sin precedentes —que marcaron un antes y un después en las relaciones internacionales y precipitaron una política militar intervencionista bajo el rótulo de "ataques preventivos"— en contra de países que supuestamente cobijan terroristas.

Pero no obstante de la responsabilidad que pudo haber tenido Osama Bin Laden en esos atentados —condenados unánimemente por los pueblos del mundo— su violenta muerte genera una polémica mundial que apenas comienza y se matiza con la satisfacción de los gobiernos afines a la política antiterrorista de la Casa Blanca y la condena de los pueblos que defienden la vida y la ley para sancionar a los responsables de actos terroristas como los atribuidos a Osama Bin Laden.

Sin embargo, conforme pasan las horas del asesinato de Bin Laden el velo de la desinformación  comienza a caer ante la fuerza de los hechos, como aquella mentira que aseguraba que el líder de Al Qaeda "ofreció resistencia armada" y que se escudó detrás de una mujer. El vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, admitió ayer que Bin Laden no estaba armado en el momento de la operación. Es decir, fue asesinado "en un fuego cruzado por oponer resistencia" y que su cadáver fue lanzado al mar.

No obstante, ¿cómo un hombre desarmado pudo haber opuesto resistencia a los comandos superarmados? ¿Acaso Osama Bin Laden no era más valioso vivo que muerto para esclarecer lo que realmente ocurrió el 11/S? ¿Qué interés tenía Estados Unidos para matar al líder terrorista? ¿No será que acalló a Osama, entrenado por la CIA y que en 1979 pasó a ser el líder de la resistencia afgana contra la ocupación soviética? Eran los tiempos en los que Bin Laden era aliado de Estados Unidos en su lucha "contra el comunismo", en plena Guerra Fría.

Por eso, la muerte de Bin Laden —no desmostrada aún porque no aparece su cadáver— no fue una acción de justicia para las víctimas del 11/S, sino un ajusticiamiento instruido por un Presidente Nobel de la Paz y en nombre de la lucha contra el terrorismo. Barack Obama ordenó el ojo por ojo y diente por diente; a todas luces una primitiva acción que desprecia la vida, una antítesis de la justicia, base indisoluble de la libertad y de la democracia que proclama la Casa Blanca al mundo.

En ese contexto, no es posible que en nombre de la justicia y de la libertad, un gobierno avale un vulgar ajusticiamiento, así se trate contra un terrorista que tampoco respetó la vida y eligió el camino del terror como su medio de lucha. Además, no es cierto que el ajusticiamiento de Osama haya hecho al mundo más seguro —tal como dijo Obama— sólo avivó el terrorismo y los argumentos de la Casa Blanca para proseguir con su política de agresión militar en nombre de la libertad.

La muerte de Bin Laden no fue una acción de justicia sino un ajusticiamiento instruido por un Nobel de la Paz. Obama ordenó el ojo por ojo y diente por diente; una primitiva acción que desprecia la vida, una antítesis de la justicia.

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La Prensa: Libertad de información

La restricción a que los medios puedan informar sobre aspectos esenciales referente a la idoneidad, trayectoria y credibilidad de los

postulantes podría vulnerar derechos.

La jurisdicción, entendida como la potestad del Estado para administrar justicia a través de sus órganos y tribunales, ha sido siempre de interés de los partidos gobernantes. Tradicionalmente en Bolivia, al igual a lo que acontece en otros países, la cúpula del Órgano Judicial, ministros de la Corte Suprema de Justicia y otros, han sido designados a dedo, de manera personal, por el Ejecutivo. Esta práctica ha conducido a que la competencia depositada en los jueces carezca, muchas veces, de valores esenciales como la independencia, la imparcialidad, la equidad y la igualdad ante la ley. En más de una oportunidad se ha conocido de fallos que han sopesado lo político frente a lo justo, afectando derechos esenciales del Estado y de la ciudadanía, tales como la seguridad jurídica y el debido proceso.

La Constitución Política del Estado, a través de sus artículos 182, 194 y 198, señala que los ciudadanos que ocupen los cargos de mayor envergadura en la justicia boliviana serán elegidos mediante sufragio universal. Esto quiere decir que será el pueblo quien, a través de su voto en las urnas electorales, tendrá la responsabilidad de designar a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, Tribunal Agroambiental, Consejo de la Magistratura y del Tribunal Constitucional Plurinacional.

La propia Carta Fundamental restringe, en primera instancia, la posibilidad de los postulantes o toda otra persona a realizar campañas electorales a favor de dichas candidaturas. Se entiende que el espíritu de la Asamblea Constituyente, al redactar esta prohibición, era prevenir que los potenciales magistrados tengan a futuro obligaciones para con quienes los hayan apoyado técnica o económicamente en la obtención del puesto, aspecto que influiría negativamente en el ejercicio de la justicia. Por otra parte, se ha definido que el Tribunal Supremo Electoral es la única instancia legal facultada para difundir la información concerniente a los candidatos a estos altos cargos judiciales, existiendo impedimentos expresos para los medios de comunicación conducentes a divulgar, publicar y/o difundir temas relacionados con los postulantes.

En un Estado de derecho, donde se protege el acceso a la información a favor de las personas, la restricción a que los medios puedan emitir criterios, promover debates o, finalmente, informar sobre aspectos esenciales referente a la idoneidad, trayectoria y credibilidad de los postulantes podría vulnerar derechos protegidos por la norma fundamental. Es imprescindible que el ciudadano cuente con toda la información relacionada con los candidatos, solamente así se legitima la elegibilidad de los mismos. De lo contrario, nos encontraremos frente a una votación a ciegas, lo que resulta muy riesgoso para quien tiene el peso del sufragio.

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El Diario: Atención de asuntos internos y externos

Es natural que en la atención de las actividades cotidianas colectivas o individuales se haga una evaluación correcta de la situación y se dé preferencia a los asuntos principales, dejando para lo posterior la solución de los secundarios. Esa apreciación se origina en que en últimos tiempos, la administración del Estado Plurinacional ha dedicado grandes esfuerzos a atender asuntos externos, como el referido al enclaustramiento del país, mientras tiene en casi total o total abandono la atención de problemas internos y sin cuya solución no es posible atender los problemas exteriores, ya que, como es sabido, la política externa de un país es sólo reflejo de la situación interna del mismo.

La atención de la cuestión del aislamiento marítimo de Bolivia es, sin lugar a duda, uno de los asuntos prioritarios del país y debe merecer, por supuesto, no sólo la atención eventual del mismo, sino el estudio permanente del caso. Sin embargo, ese no es motivo para abandonar el interés por problemas del interior del país, los mismos que se van agravando día a día sin que se vea, además, que sean resueltos. Es más, sin solucionar los problemas internos será imposible la solución de los problemas externos, por más dedicación que se les otorgue.

Actualmente, el pueblo boliviano padece de notables dificultades pese a la bonanza que ha traído, para algunas materias primas minerales, el alza poco menos que extraordinaria de las cotizaciones en el mercado internacional. Entre los problemas descuidados se encuentran la escasez de alimentos, el alza de precios de los mismos y la necesidad del Gobierno de hacer grandes importaciones de productos alimenticios en vista que la producción agropecuaria nacional no sólo se ha paralizado sino que continúa en bajada y continuará en esa tendencia, pese a las presuntas soluciones que son anunciadas a diario, pero que al parecer caerán en saco roto, ya que no afectan el fondo del asunto. A esa situación se suman la falta de empleo, la migración campesina a las ciudades, el alza de la producción de coca en sustitución de la producción de alimentos, etc.

Se encuentra en general una inversión de valores en lo que se refiere a la solución de los problemas del país y así se toma la parte por el todo, lo cual origina distorsiones que se convierten en una bola de nieve que al rodar continúa creciendo y terminará de manera inevitable en el fondo del abismo, totalmente pulverizada.

La sociedad boliviana enfrenta otras numerosas dificultades de gran magnitud, pero casi todas ellas están abandonadas por la falta de perspectiva histórica en el conocimiento de las mismas. Por ejemplo, se da mayor importancia a asuntos personales, se les dedica grandes inversiones, se desata gran publicidad, etc., pero otros grandes asuntos están en total abandono. Se toma, en esa forma, lo secundario como si fuera lo principal y, naturalmente, todo termina en un enorme cero y, finalmente, el país marcha de tumbo en tumbo.

Al presente es necesario dar gran importancia al problema de nuestro enclaustramiento, pero ello no quiere decir que se deje de lado otros temas de tanta o mayor magnitud. A diario los medios de comunicación hacen conocer el abandono en que se encuentra la población frente a la delincuencia, el crecimiento de las importaciones de alimentos, la caída de la producción agropecuaria, el narcotráfico, la desorientación histórica y política, el mar de fondo en los altos niveles de la jerarquía burocrática, la corrupción y otros muchos de una cadena interminable de problemas que no reciben atención del oficialismo o que bien se hace la vista gorda en cuanto se presentan.

Esa forma de enfrentar la situación tomando la parte como el todo no es nueva, sino tradicional en el país, donde la politiquería ha acostumbrado a las autoridades a tomar el rábano por las hojas y por tanto a perder la perspectiva histórica. A fin de cuentas, resulta el peor de los males que pueda padecer una sociedad, ya que en vez de mirar al futuro sigue con la vista clavada en el pasado.

Se debe insistir en que en toda situación existen aspectos principales y secundarios y que una evaluación correcta de los mismos es la única manera de salir adelante. Otra forma de ver las cosas es enredarse en sus propios hilos y cerrar toda posibilidad de seguir adelante y prepararse para el fracaso no sólo de las figuras dominantes, sino de todo el país, como ocurrió en más de una oportunidad.

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El Mundo: En deuda

La recordación del Día Mundial de la Libertad de Prensa debería ser un motivo de celebración en todos los países libres del mundo, en especial en aquellos que rigen si vida bajo el marco de la democracia, lamentablemente, ese día de celebración para los bolivianos no ha sido tal.

Pese a las constantes reclamaciones, el Gobierno no ha sido capaz de revocar una medida que atribuye a los periodistas y a los medios de comunicación la tarea de acentuar las diferencias entre los ciudadanos como lo manifiesta la Ley Contra el Racismo y la Discriminación que anuncia sanciones contra los periodistas y la clausura de los medios.

Sensiblemente se trata de una norma que debería ser analizada por las autoridades con la seriedad necesaria, ya que por otra parte, esa ley va contra la Constitución Política del Estado que discriminan a los bolivianos y deja como una clase social privilegiada a la de los pueblos originarios que merecen, según esa norma, toda clase de consideraciones en desmedro de aquellos que tienen la tez blanca y pero si su ascendencia es extranjera a pesar de haber nacido en este territorio y de descender de familias que igualmente han crecido en este territorio desde la época de la colonia.

El Día Mundial de la Libertad de Prensa nos encuentra recordando una cantidad de acontecimientos que han sido puestos en evidencia por organizaciones internacionales que de alguna manera, han pretendido hacer los reclamos correspondientes ante las autoridades y que no han sido escuchadas.

En la situación actual, lo más grave resulta la muerte del periodistas David Niño de Guzmán que precisamente se ha producido en una fecha cercana y que pese al compromiso de las autoridades no ha sido esclarecido; la situación se ha limitado a un presunto hallazgo de dinamita en el domicilio del citado comunicador, lo que daría a entender que él ha sido el autor de su propia muerte; sin embargo, las autoridades encargadas de velar por la seguridad de los ciudadano tendrían que hacer conocer el resultado de sus investigación, para saber con certeza en qué circunstancias se produjo ese deceso. Lamentablemente está asociado a este caso el del periodista Carlos Quispe, muerto hace más de un año en una situación de la cual tampoco se ha podido conocer con claridad las circunstancias.

Las constantes amenazas y la mención que se hace con frecuencia de los medios de comunicación y la proximidad a un gobierno que ha demostrado con su actitud intolerante su rechazo a los medios, con el cierre del canales de televisión y transmisores de radio hace que se mantenga pendiente una explicación que sea confiable.

El ejercicio de la libertad de prensa hace que los medios ser encuentren permanentemente comprometidos con la sociedad, para dar a conocer todo cuanto acontece a su alrededor, no solo en lo relacionado con los actos del Gobierno sino también todos los hechos que deben ser de dominio público, por la importancia que tiene conocerlos.

El hecho de que los medios de comunicación y los periodistas se encuentre entre las instituciones de mayor confiabilidad, luego de la Iglesia Católica, obliga a los comunicadores a ejercer su profesión con el mayor celo; lamentablemente, esa tarea se ve entorpecida por las acciones de quienes atropellan los derechos de los ciudadanos con actos reñidos con la Constitución y las leyes. Por otra parte se ha mencionado, a través de las estadísticas que el periodismo es una de las profesiones de mayor riesgo; sin embargo, son cada vez más las personas que abrazan esta tarea con la seguridad de que la sociedad se verá beneficiada con una tarea cumplida con celo y responsabilidad.

Al recordarse el Día Mundial de la Libertad de Prensa, los periodistas y los medios han reiterado su compromiso con la sociedad y reafirman su vocación de servicio, llevando a todos los hogares los reflejos de la verdad sobre los hechos que se cumplen en el entrono y en el mundo entero.

Nuestra palabra de apoyo para todos aquellos periodistas que desde el trabajo de las redacciones, llevan todos los días el mensaje de verdad y también la palabra de orientación, en los temas que por su experiencia, los han convertido en líderes de opinión para la sociedad.

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Opinión:

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Clarín, Argentina: Esas potencias tan impotentes

Más allá del ominoso retroceso moral que supone que un estado mande a asesinar a un hombre y que el crimen se perpetre cuando está indefenso y desarmado -como lo admitió oficialmente la Casa Blanca-, sobre todo porque consagra la venganza, y no la justicia, como valor, la operación que terminó con la vida de Bin Laden se exhibe ante el mundo como ejemplo de eficacia y destreza supremas.

Barack Obama llegó a proclamar en su euforia que ?hoy se nos recuerda que, como nación, no hay nada que no podamos hacer ?.

Resulta curiosa esta afirmación en boca del mismo presidente que semanas atrás expresaba su desolación ante la completa impotencia demostrada por los organismos científicos, de prevención y de auxilio de su nación frente a 288 tornados que devastaron varias regiones de EE.UU.

La inclemencia climática, en apenas dos semanas se llevó la vida de 340 personas. Sólo en Alabama hubo 240 muertos y 2.219 heridos. Los daños materiales fueron descomunales. Entonces Obama dijo respecto de los damnificados: ?Vamos a necesitar e star con ellos en los duros meses y quizás años por venir.? Del otro lado del planeta, todavía n adie puede asegurar que la central nuclear de Fukushima esté controlada y no siga produciendo fugas de peligroso material radiactivo. Allí, los terremotos, el tsunami y los derrames de las centrales nucleares mataron a 15.000 personas. Y hay 11.000 desaparecidos.

Esto se produce en dos de las naciones más poderosas y ricas del planeta, punteras del avance tecnológico y con niveles de seguridad y eficacia poco menos que indiscutibles.

Pero ahí está, nítido, el límite: ante el embate de la vieja naturaleza, nada pudieron las espléndidas novedades de semejantes potencias hundidas en la impotencia.

La pregunta más o menos terrorífica entonces sería: si estas catástrofes arrasan a países pertrechados de sobra en ciencia, tecnología y organización social, ¿qué nos queda a nosotros, pobres e inseguros habitantes de un Tercer Mundo en el que campean la desidia, la ineficacia y la corrupción sino prenderle una vela a un santo como hacían nuestras abuelas con fe indestructible pero resultados improbables?

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