Ante sus bases sociales de Sinahota, en pleno bastión de la producción de coca-para-cocaína, el presidente advirtió de un inminente fracaso de la política de autocontrol cocalero y de un eventual retorno del “imperio”.
“Si nosotros fracasamos, volverán los gringos con la erradicación forzosa y usarán a policías y militares”, dijo Evo en el Chapare.
Desde el fin de la erradicación forzosa y el comienzo del denominado “autocontrol”, los cultivos aumentaron a por lo menos 31.000 hectáreas, de las cuales 19.000 son ilegales. De la mano de esta expansión, la capacidad de fabricación de cocaína se ha duplicado. Tales los resultados prácticos de la política implementada por el gobierno de Morales.
El autocontrol cocalero siempre pareció inverosímil, siendo más bien un discurso para mostrar al mundo que sí se hacía algo para la contención del problema. Pero no se deja al ratón cuidando al queso…
¿“Fracaso” de los propósitos públicos y éxito de los verdaderos objetivos de la nueva burguesía cocalera? Es lo que se podría deducir del enriquecimiento de todo un estrato, a juzgar por el boom de la construcción inmobiliaria en la región y por la proliferación de movilidades de lujo.
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Por supuesto, los cultivos descontrolados ponen en aprietos al gobierno a nivel internacional, teniendo al frente al presidente de los sindicatos de la zona donde el 95% de la producción cocalera va a parar a la fabricación de cocaína. De ahí que Morales deba hacer la pantomima de exigir una reducción de las hectáreas sembradas.
Pero parece difícil, cuando no imposible, que un régimen con profundos lazos estructurales con el aparato cocalero del Chapare pueda inducir cambios significativos en la situación.
Una nueva política antidroga sólo será viable con otro gobierno…