Manfredo Kempff Suárez
La República de Bolivia ha sido asesinada por el Estado Plurinacional y ahora yace a la espera de ser sepultada. La misa de difuntos está siendo cantada por los irreverentes postulantes a ocupar todos los cargos de la judicatura nacional, en medio de falsetes desorejados, gallos y hasta rebuznos. La despedida a la difunta República no ha podido ser más triste por su fondo ni más jocosa por su forma.
Hasta que no se desmontó el otrora Poder Judicial – ahora Órgano Judicial – había una esperanza de que la República se pudiera salvar democráticamente; ahora, con la comparsa carnavalera de masistas que pugnan por copar toda la magistratura nacional, tenemos que reconocer que sólo se aguarda que la tierra dura caiga sobre el féretro republicano provocando el ruido que sobrecoge. El Estado Plurinacional ha triunfado ante la impericia y la cobardía de media Bolivia y ya sabemos lo que significa el precio que se debe pagar cuando el Estado se hace amo absoluto de la nación.
Cada Estado, por su estilo, ha hecho gemir a sus pueblos y los ha subyugado sin misericordia. Si nos remontamos hasta hace muy poco, al pasado siglo XX, nefasto por sus crímenes, dos ejemplos son suficientes para echarse a temblar: el Estado nacionalsocialista alemán y el Estado soviético. Ambos coparon el mando ejecutivo absolutamente, como ahora en Bolivia; los dos mantuvieron asambleas que eran una verdadera fantochada para engañar a incautos; y ambos estados totalitarios trituraron a sus adversarios mediante la aplicación de la ley, unas leyes malvadas, impuestas por sus propios fiscales y jueces, de obediencia perruna al régimen.
La última escena es la que se está produciendo en Bolivia en estas fechas: la captura absoluta de la administración de justicia. Es el réquiem de los cínicos para enterrar los restos de la República. Se quiere democratizar el descuartizamiento con unas elecciones que son un fraude. No es que sean fraudulentas en el recuento de los votos, en el procedimiento, sino en la concepción de votar. Es Estado Plurinacional ha hecho las cosas con tanto cinismo y abuso que todos los postulantes a ocupar situaciones importantes en la judicatura nacional son afines al Partido de gobierno. Mi sufragio y el de cualquier ciudadano – si nos decidimos a votar – servirá, irremediablemente, para elegir a un indocto sujeto oficialista.
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Éste es un gobierno que se destaca por su ignorancia, empezando por el Ejecutivo, desde la cabeza hasta los pies; nunca hubo una Constituyente con tantos analfabetos juntos produciendo leyes, como en Sucre; ni un Congreso con tantos mentecatos levantando la mano para sentenciar leyes en La Paz. Pero el rebaño que ahora se apresta a ocupar la judicatura nacional es inaceptable. Todo el país está conteniendo la respiración temblando de miedo. Ellos, los seleccionados, serán los que juzgarán a los ciudadanos por sus actos. Éstos que son incapaces de contestar una pregunta básica, primaria, elemental, que no conocen ni el revés del derecho, van a posesionarse en el Tribunal Supremo de Justicia, Tribunal Constitucional, Consejo de la Magistratura y Tribunal Agroambiental.
Es decir que la sociedad boliviana deberá rendir cuenta de sus actos o pedir justicia ante perfectos iletrados elegidos de manera mañosa. Es lo peor que le puede suceder a un país. Y así nos quieren convencer de que en Bolivia hay y habrá seguridad jurídica. Y quieren convencer en el extranjero también. Desde el instante en que el Estado y el Partido hacen una amalgama única, férrea, sólida, la democracia pasa a mejor vida. Se impone el totalitarismo. Y en más de cinco años de gobierno masista se ha ido desmontando poco a poco, con calma, con asesoramiento foráneo, todo lo que pudiera perturbar al Partido y al Estado. Se ha desmontado hasta a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional. Se ha perseguido a la oposición hasta encarcelarla o exiliarla o hacerla zurrarse de pavor a las mazmorras. Todo muy cuidadosamente, con prebendas, halagos, y también con amenazas.
Ahora, repetimos, toda Bolivia está siguiendo, incrédula, esta suerte de comedia para seleccionar a los masistas o filomasistas que deberá elegir el pueblo en octubre próximo. Se ha montado una modalidad hipócrita y embaucadora para que los que no saben nada aparezcan sabiendo. ¡Y nada menos que en asuntos de derecho! Para quienes emitirán juicios legales en el futuro se toma en cuenta, antes que nada, el origen del postulante, su etnia. Se cuotea el territorio de donde provienen. Aymaras y quechuas son mayoritarios entre los candidatos que el Estado ofrecerá a la ciudadanía en octubre.
Así que aymaras y quechuas – aunque no hablen sus lenguas – nos juzgarán a quienes no pertenecemos a ninguna de las dos etnias. Se producirá una especie de justicia comunitaria en todo el ámbito nacional por lo que ha oído afirmar a los aspirantes a tribunos. La justicia ya no obedecerá a la razón, a la lógica, al derecho en suma, sino a la raza. Una raza juzgará a la otra.