Las mujeres y las Fuerzas Armadas


Susana Seleme Antelo

seleme ¿Qué tendrán en común? Pues nada más ni nada menos que el pensamiento autoritario del presidente Evo Morales. Ahí se revela su ser social sindicalista, sectario y vertical aplicado a su práctica política propensa al uso de la fuerza.

Los rasgos se repiten en la relación frente a las mujeres desde su asumido papel de conquistador machista, adicto al culto de la falocracia: “Cuando voy a los pueblos, quedan todas las mujeres embarazadas, y su barrigas dicen EVO CUMPLE”. O “Mujeres aguantan, Evo no se cansa”. ¿Serán esos alardes una carencia –como todo alarde- multiplicada con la miel del poder? Sea lo que fuere, pinta de cuerpo entero al macho que se cree superior en virtud a un miembro que es noble si bien se usa, o abominable usado como instrumento de dominación de género, es decir, relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres.



Fiel a su estilo, Morales instruye a los jóvenes: vayan a la conquista de las yuracaré-trinitarias, presas de caza étnico-políticas. ¿Creerá que ante un falo en ristre presto a horadar cuerpos y dignidades, esas mujeres renunciarán a su honra, a su etnia y a la defensa de su hábitat, el TIPNIS? El macho presidente pretende violar ese territorio, convertido en objeto: las indígenas, utilizadas antes como símbolo de su ahora comprobada impostura a favor de los originarios. El instructivo, merece un proceso penal por racista e intento de violación. Y no puedo reprimir el impulso de gritar que el machismo obsceno y vulgar del presidente Morales nos insulta, nos indigna y nos enoja, le valga un pepino o no, igual que las falsarias feministas que lo rodean. Callan ahora y callaron ante al misógino autócrata de Irán, que lapida y ahorca mujeres, al que Evo Morales recibió como amigo revolucionario.

Teníamos ejemplos del poder simbólico y real que ejercita el presidente frente a las mujeres. Y ahora incorpora un dato que confirma su apego al uso de la coerción y la violencia desde el ejercicio del poder político, al declarar a las Fuerzas Armadas garantía del proceso de cambio. ¿La legitimidad que le dan sus clientelares movimiento sociales ya no son suficientes para ‘imponer’ su visión política autoritaria y excluyente? ¡Qué metamorfosis ante el poder militar que combatió cuando reprimía su territorio, el Chapare cocalero!

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¿Recurrirá a ese poder como el instrumento más contundente en el uso de la fuerza y la coerción por parte del Estado, aquí el gobierno arbitrario de Morales, para protegerlo? ¿De qué? ¿De los insubordinados indígenas del Isoboro-Sécure, que se oponen a la carretera que los cercena y a la eventual explotación de hidrocarburos, sin consulta previa? ¿De los habitantes de El Alto, que exigen la realización del censo de población este año 2011, como estaba previsto? Quizás piensa usar las Fuerzas Armadas ante los intentos de aglutinación de la oposición política que va perdiendo el miedo y trabaja por el voto nulo, pues las ‘guillotinas judiciales’ no darán abasto para tanta gente que hará campaña por ese voto, como el mío: NULO.

Adoctrinan a los militares en el socialismo del siglo XXI para la defensa de un régimen que se dice democrático, pero vulnera las bases de la democracia en vez de protegerla y de estar al servicio de la seguridad de la ciudadanía. Como los totalitarismos conocidos.