El gobernador de La Paz, César Cocarico, del oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS), acaba de anunciar que este año no regirá el tradicional auto de buen gobierno, que en cada Semana Santa restringe el consumo público de bebidas alcohólicas.
La postura del gobernador paceño viene a sumarse a una larga serie de medidas asumidas por la administración de Evo Morales, que en los últimos años viene marcando distancia sistemáticamente con las tradiciones espirituales de la gran mayoría de los bolivianos.
En efecto, durante la gestión de gobierno del MAS hemos visto eliminar a la Biblia y al crucifijo del Palacio Quemado, así como la prohibición a las fuerzas militares de participar en los Te Deum.
Todo esto excede, además, los límites del mero laicismo, desde el momento en que se observan demasiados signos de la intención de imponer una nueva religión de Estado, basada en la reinvención política de antiguos cultos indígenas.
“Pachamamismo” es el nombre dado a este engendro seudo-religioso, con el que se pretende sacralizar la doctrina ideológica del partido de gobierno.
Como se ha visto, esto ha sido acompañado de frecuentes ataques gubernamentales contra las iglesias. Contra la católica, cada vez que los prelados alzan su voz para denunciar el crecimiento del narcotráfico; y últimamente también contra las iglesias evangélicas, sometidas a persecución fiscal.
Debajo de estas acciones subyace una concepción deconstruccionista de la identidad nacional, a la que se pretende desmontar para sustituirla por la identificación con un proyecto potencialmente totalitario.
Una visión distorsionada y radical de la descolonización auspicia este atentado, que necesariamente ha de tropezar con el profundo mestizaje cultural del pueblo boliviano…