Una guerra lejana

Humberto Vacaflor Ganam*

humberto-vacaflor3 Hace treinta años, por estos días, se aproximaba la primavera en Londres y yo hacía mi visita diaria a la oficina de ANSA para enviar a la central de Buenos Aires algún tema que interesara a América latina.

Las oficinas de ANSA estaban ubicadas a media cuadra de Fleet Street, en Gough Square, a dos pasos del Pub más antiguo que conocí, que fue reconstruido en 1666 después del Gran Incendio (Great Fire) de ese año. Es famoso por sus chuletas de cordero con salsa de menta. Y por la mejor cerveza bitter de Londres.



Era fama en esos años que el diario Daily Telegraph publique todas las noticias. Yo lo comprobé el 19 de marzo de 1982, cuando encontré en sus páginas la noticia de la ocupación de las islas South Georgia por parte de ciudadanos argentinos. La segunda vez que comprobé que ese matutino tiene todas las noticias fue en 1984, cuando me enteré allí que la rematadora Sotheby´s se aprestaba a rematar los diarios del Che Guevara, llevados a Londres por un militar boliviano que los había robado de la caja fuerte de las FFAA.

En las dos ocasiones las noticias aludidas me obligaron a escribir muchos artículos, reportajes y ensayos.

El pequeño informe que envié a Buenos Aires aquel día de hace treinta años había sido la primera noticia que llegaba de Londres acerca de aquella operación. Lo supe a las pocas horas, cuando me llamaron desde Buenos Aires y desde Roma, donde están las oficinas centrales de la agencia. ANSA había dado la primicia.

Yo trabajaba también en Latin American Newsletters y estaba a cargo del análisis económico semanal de la BBC para América latina.

Pero la guerra de las Malvinas me tuvo ocupado las 24 horas hasta que Argentina se rindió el 14 de junio. La diferencia horaria me obligaba a prolongar la jornada inglesa y también la jornada argentina, de tal modo que mi trabajo daba la vuelta toda la jornada.

Que un país sudamericano entre en guerra con uno europeo era algo pocas veces visto desde la guerra de la independencia. Y era la primera vez que buques de guerra cargados con armas nucleares ingresaban a la jurisdicción latinoamericana, lo que tiene que estar en la conciencia de Estados Unidos (if any).

De aquella época recuerdo con amargura la complicidad chilena con la fuerza de tarea británica, complicidad y espionaje que hicieron posible el hundimiento del buque de guerra Belgrano, con alrededor de 900 argentinos a bordo.

La guerra unió a los latinoamericanos en Londres. En Latin American Newsletters trabajaban argentinos como Rodolfo Terragno, Miguel Angel Diez, Eduardo Crawley y Eduardo Fain

Vinta. También trabajaban los chilenos Raúl Shor y Hugo Maldonado y otros de diferentes nacionalidades. Todos, incluidos los chilenos, estaban con la causa argentina.

En mi casa la guerra fue un drama para mi hijo, que había nacido en Buenos Aires durante el primer exilio. Mi querido hijo lloraba viendo las noticias sobre la guerra.

Otro recuerdo amargo de aquella época fue la frustración que sintieron los pilotos de guerra argentinos que, haciendo malabarismos y acrobacias, llegaban a lanzar bombas verticales a los barcos de guerra ingleses, bombas que daban en el blanco pero no estallaban porque los generales a cargo de la logística no habían verificado el buen estado de esas cargas.

También recuerdo el caso del misil Exocet que llegó a impactar y hundir el HMS Sheffield. ¿Por qué los radares del buque no detectaron el misil que venía desde por lo menos cien millas de distancia, y activaron los sistemas de defensa? La explicación que se dio entonces en Londres es que los radares identificaron al misil y lo reconocieron como “amigo”, porque era de origen francés y había sido construido para una eventual batalla naval de la OTAN contra el Pacto de Varsovia.

Cuando fracasaron todos los esfuerzos porque se llegue a un diálogo, España hizo saber formalmente que por todas las razones que se conocen simpatizaba con la causa argentina. El gobierno italiano, debido a la enorme cantidad de italianos que viven en Argentina, se declaró neutral. El atrevido tabloide SUN dijo al día siguiente: “Italia se rindió por si acaso”.

Hace treinta años el Internet estaba en pañales pero en Londres, sólo para muy pocas empresas, había un servicio llamado Nexus, una especie de hemeroteca universal, creada por quienes habían inventado el Lexus, un archivo de todos los casos legales, ideal para un país donde la justicia se rige por la jurisprudencia.

Consultar esos bancos de datos era muy complicado. La computadora instalada en Estados Unidos era alimentada por dactilógrafas que trabajaban en Malasia, copiando todos los medios comprendidos en el empeño.

Creo, a treinta años de distancia de aquella guerra, que el trabajo de ANSA fue muy bueno. Competía con la agencia inglesa y las norteamericanas.

Estoy muy agradecido con ANSA, porque en 1980, después del golpe militar, me rescató, con ayuda del delegado de la ONU, y me embarcó de La Paz con destino a Lima, para evitar mi detención. La dictadura de entonces no compraba medios, los atropellaba y enviaba a los periodistas a la cárcel o al exilio.

Nobleza obliga. En ningún momento, en la BBC me dijeron que cambie alguno de mis comentarios sobre la guerra. Hay países donde se respeta la libertad de expresión de todos modos.

*Ex corresponsal en La Paz y México, colaborador desde Londres