La reciente nacionalización o expropiación de la empresa YPF por el gobierno argentino de Cristina Fernández, suscitó distintas reacciones entre los gobiernos latinoamericanos: Perú, Guatemala y México (Pemex es accionista de Repsol) manifestaron su desacuerdo, mientras Uruguay y Venezuela se decantaron expresa y rápidamente a favor de Buenos Aires.
En el caso concreto de Cuba, el gobierno publicó una nota de la Cancillería en términos, si bien solidarios con el país austral, reposados y medidos. De solo tres párrafos, la declaración finalizaba expresando: “Cuba reitera su plena solidaridad con la República Argentina y afirma que a dicha nación le asiste todo el derecho de ejercer la soberanía permanente sobre todos sus recursos naturales, incluidos los hidrocarburos”.
El texto suscitó la crítica de miembros de la disidencia política cubana. Según El Nuevo Herald, el economista Oscar Espinosa Chepe dijo que Repsol debía haber recibido la declaración “con mucha preocupación, porque está haciendo gastos enormes en la búsqueda del petróleo (en aguas cubanas) en el Golfo” de México. La bloguera Yoani Sánchez escribió en Twitter: “Muy mala señal que le envía el gobierno de Cuba a Repsol al apoyar a Cristina Fernández (de) Argentina en las expropiaciones”.
La realidad, sin embargo, trasciende al efecto de las declaraciones políticas. Si lo que La Habana decidió, analizado el problema, fue ponerse públicamente del lado de Buenos Aires, ello no significa una ruptura de su relación con Repsol. El pragmatismo suele imponerse en el ámbito de los negocios: una declaración sobre una decisión puntual de otro país no tiene el peso suficiente como para echar atrás un andamiaje inversionista como el que ha montado Repsol en la isla para la prospección y eventual explotación de recursos energéticos.
De hecho, no se conoce hasta el momento ninguna nota de protesta de la compañía petrolera por la decisión cubana, muestra de que bussiness are bussiness, y de que en ello no tiene por qué haber generalizaciones.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Prospecciones contra viento y marea
Repsol está incluida entre las más de 200 empresas españolas presentes en la Isla, que tiene en España a su primer inversor europeo en sectores como el turismo, el transporte, los servicios financieros, el suministro de aguas, la fabricación de cemento, etcétera.
En la actualidad, la mencionada compañía petrolera está inmersa en la prospección en aguas de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) que corresponde a Cuba en el Golfo de México, unos 112. 000 kilómetros cuadrados.
De los 59 bloques en que se divide la ZEE, 22 ya están contratados por varias empresas extranjeras como la venezolana PDVSA, Petronas, de Malasia, la china CNOOC y la vietnamita PetroVietnam, además de Repsol (con seis). Repsol ya comenzó las operaciones a 22 millas de la costa habanera y a 1 700 metros de profundidad, tras la llegada en enero de la plataforma de exploración Scarabeo-9, fabricada en China y Singapur.
Para evitar las suspicacias suscitadas en EEUU por la proximidad de las prospecciones, luego del desastre causado por la British Petroleum en el Golfo de México, Repsol invitó a expertos norteamericanos a revisar las instalaciones de la plataforma. Especialistas de Seguridad y Medio Ambiente y del Servicio de Guardacostas estadounidense le otorgaron el visto bueno.
La inspección norteamericana, que se realizó en Trinidad y Tobago pues Cuba no admite pesquisas de este tipo en sus aguas, tenía además otro objetivo: verificar que no más del diez por ciento de los componentes de la plataforma fueran de origen estadounidense, según lo estipulan las restricciones fijadas por la ley federal en el caso de Cuba. Atenerse a esta norma había encarecido los costos de fabricación de la Scarabeo-9, y aun así, Repsol había decidido continuar adelante con ella, evidencia tal vez de que hay muy fundadas esperanzas de un buen hallazgo de crudo.
Asimismo, la empresa española desestimó las advertencias subidas de tono del sector político cubanoamericano. En febrero, tras la visita a Cuba del director de Repsol, Antonio Bruffau, dieron comienzo las prospecciones. La disuasión que no han podido obtener ni las presiones desde Miami, ni los mayores costos de construcción de la plataforma, ni su coste diario de funcionamiento (511 00 dólares), ¿la obtendrá acaso una discreta declaración cubana de respaldo a Argentina? No parece.
Un oportuno intermediario para las empresas españolas
En los lineamientos aprobados por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba en abril de 2011, se puso especial énfasis en continuar propiciando la participación del capital extranjero. La inversión extranjera debe estar encaminada, entre otros objetivos, a ofrecer a la parte cubana acceso a tecnologías de avanzada, y a facilitarle una diversificación y ampliación de los mercados de exportación.
Con Repsol como socio, La Habana ve ya puestos en funcionamiento los medios tecnológicos necesarios para el descubrimiento de crudo, que con sus propios medios seguiría siendo inaccesible. Que la compañía española sea la pionera (después de explorar sus bloques, traspasará la Scarabeo-9 a las otras compañías, por turnos), y que su éxito haga posible en cinco años la extracción sistemática de volúmenes similares a los de los yacimientos ecuatorianos, así como la exportación mediante redes bien asentadas en el mercado internacional, tiene un mérito que a La Habana no le interesará desconocer.
Como no desconoce que Repsol ha venido resistiendo presiones a sus negocios con la Isla desde hace años. El gobierno de George W. Bush, por medio de la Comisión del Mercado de Valores de EEUU (SEC), le remitió en 2008 una carta a su directiva para pedir explicaciones sobre su presencia en Cuba. La empresa respondió con transparencia, y siguió en Cuba.
En líneas generales, las empresas españolas en Cuba llevan adelante su trabajo en una atmósfera de serenidad, únicamente alterada en 2009 cuando, por falta de liquidez (uno de los principales rubros de exportación, el níquel, había bajado a mínimos, a lo que se sumó el azote de tres potentes huracanes en 2008), La Habana retuvo determinados pagos a estas, en un impasse que halló poco después su vía de salida.
De tal modo, aparcados los pronunciamientos políticos y las diferencias ideológicas, Cuba ha “marcado tarjeta” dándole su apoyo a un país latinoamericano cuyo gobierno, si bien no al estilo venezolano, mantiene buenos lazos con La Habana. Y lo que queda es dejar trabajar en paz a Repsol.
El Diario Exterior – Madrid