Lecciones de la marcha indígena

Iván Arias Durán

Diálogos Democráticos (DIADEM), es un grupo de analistas y periodistas que se reúne periódicamente para abordar temas de la realidad nacional con un político activo como invitado. Varias tertulias ya se han realizado con la presencia de destacados líderes políticos que ha permitido a los veedores de la política alimentar y retroalimentar sus conocimientos y puntos de vista. DIADEM tiene ya filial en la ciudad de Santa Cruz y pronto lo hará en otras ciudades. Producto de estas varias horas de cenáculo me permito compartir algunos de mis apuntes y lecciones aprendidas a partir de la marcha indígena y de los círculos de DIADEM.

“El pasar de los años no te envejece, te desenmascara” pareciera ser la frase que mejor se aplica sobre esta realidad al Gobierno y sus diversos actores. El TIPNIS le ha quitado legitimidad al discurso indigenista y pachamamista del régimen que le permitió erigirse, simbólica y discursivamente, durante tres años como el referente nacional e internacional de esta realidad. Los líderes del Estado se queman y requeman cuando abordan la problemática porque se revela, al igual que la democracia, que la discursiva pro indígena solo era un instrumento para la toma del poder y no una convicción de vida. Sacha Llorenti que se erigía como el gran defensor de los derechos humanos, no tuvo reparos desde la palestra del poder justificar la represión de Chaparina. Romero que debe su liderazgo a su apego a los indígenas, no tiene ambages, desde el nuevo Ministerio que ocupa, en despreciar a los marchistas y pasarse por el forro su sacrificada y legitima marcha en defensa de su territorio. El uno los reprimió en plena carretera y el otro en las calles de la ciudad con el único de resultado de erigirse en Mariscales de la impostura. Por otro lado, esta marcha ha puesto al descubierto la inviabilidad de la propuesta del Estado Plurinacional que, al ser asumida a raja tabla por los dirigentes de pueblos y sectores, provoca las reacciones del norte Potosí con Mallku Khota, de zonas cocaleras como el Chapare, La Asunta y Challapata con los autochuteros. Lo plurinacional y la angurria del tomar el poder a como dé lugar les está reventando en las manos a sus inventores a través de la anomia que es un estado que surge cuando las reglas sociales se han degradado o directamente se han eliminado y ya no son respetadas por los integrantes de una comunidad. Así, peligrosamente, estamos pasando del Estado republicano al Estado feudal donde mandan las leyes e intereses de reyezuelos y sus vasallos en contra del interés nacional. Finalmente el TIPNIS ha contribuido a identificar la base social que apoya al actual gobierno: cocaleros, cooperativistas y autochuteros que ya presionan para una nueva “nacionalización”.



La marcha indígena y su desarrollo también ha permitido, desde el bando de las dirigencias indígenas, sacar a la luz y develar un estilo de liderazgo que esperemos entre en crisis y sea desterrado. Algunos dirigentes que no rinden cuentas a sus bases, que manejan grandes cantidades de recursos económicos, que son capaces de vender sus principios a cambio de chucherías, que a nombre de la pobreza rayan en actos ilegales y que les ha permitido construir una elite burocrática. Las denuncias del gobierno contra algunos dirigentes si bien caen muy mal sabiendo de quien viene, son un tema que los indígenas no deben dejar de pasar por alto. No se puede seguir alimentando un estilo de dirigencia que copia todas las taras del sindicalismo tradicional que basa su poder en el chantaje, la coima y la impostura. Que hay liderazgos dignos de copiar e imitar, a no dudarlo, pero hay algunas prácticas que pringan el cesto.

“ A punta de billetazos, hemos matado a los indígenas” me decía una vez un viejo amigo de una ONG. “Les damos plata, les pagamos viajes, viáticos y hasta sueldos para que asistan a reuniones, para que defiendan sus derechos”. Varios personeros y funcionarios de agencias de cooperación y ONGs bajo esa mala conciencia que los guía a sentirse “menores” o “privilegiados” ante los indígenas, establecen una relación colonial a través de mimos y trato preferente que raya en la tolerancia corruptible. “Son indígenas, no saben de la lógica occidental del dinero, ellos no roban solo se apropian de algo que creen les pertenece. Son hermanos que no llevan el sello de la avaricia y la acumulación occidental” son algunas de las frases que se usan para explicar y justificar la no rendición de cuentas por parte de los dirigentes. En esa lógica que raya en el cinismo, varios dirigentes, a cambio de recibir pigricias del poder de las ONGs y del Estado, se mueven en una lógica prebendal que a la larga los deslegitima ante sus bases aunque, hay que reconocerlo, éstas son tolerantes con estas prácticas, pues, ante tanta pobreza las mismas también se conforman con la migas que les dan y consiguen sus dirigentes.

Finalmente, la marcha ha desnudado también a las clases medias que ante tanto atropello del gobierno, solo osan, salvando honrosas excepciones, hablar en voz baja. Mucha clase media está con valium y solo le importa no perder su pega o sus negocios: “siga así, dele duro al gobierno- te dicen- usted es la voz de los que estamos sin voz”, pero de los que –replico-tienen llenos los bolsillos y la despensa.