Coprología, según el diccionario de la Real Academia Española, es “el estudio de los excrementos sólidos con diversos fines científicos”.
De ahí que adoptemos la expresión acuñada por “Puka” Reyesvilla, copropolítica, para designar a toda una línea de acción del presidente Evo Morales, dentro de la cual el reciente exabrupto comparando a la embajada de Estados Unidos con “una caca” sólo sería la punta del iceberg.
Y es que el mandatario cocalero no ha escatimado el insulto a lo largo de su carrera política, en particular desde que ejerce la primera magistratura.
Objeto del vituperio presidencial han sido los dirigentes de oposición (Jorge Quiroga fue tildado de “mostrenco”), los periodistas (“pollos de granja”) y los pobres del oriente boliviano (“flojos”), en un somero recuento.
Esta política del insulto o copropolítica es indicativa tanto de la intolerancia del gobernante, que prefiere el denuesto al argumento, como de su irrespeto a la ciudadanía en general.
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En el caso específico de su reciente arranque de “antiimperialismo coprológico”, es curioso que Morales cuestione a los militares y policías que asistían a cursos de capacitación en los Estados Unidos, teniendo en cuenta que su ministro de la presidencia, Juan Ramón Quintana, se formó en la Escuela de las Américas, que el Comando Sur del ejército norteamericano dirigía en Panamá.
Tampoco parece que el Jefazo tenga muchas credenciales para criticar la “dependencia” de gobiernos anteriores respecto al país del norte, dada su total subordinación a los dictados de Hugo Chávez.
De quien, precisamente, es posible que haya replicado la antidemocrática política del insulto…