Evo

María GalindoResulta ineludible hacer el esfuerzo de retratar a Evo Morales, reconozco que es de todos los retratos uno de los más difíciles, no porque sea el Presidente del país, sino porque hablamos de un hombre que está viviendo un largo proceso de desestructuración de su subjetividad, donde cada rasgo puede tener sentidos contradictorios, al mismo tiempo.El Vicepresidente calificó hace pocos días a Evo Morales como un hombre símbolo y aunque suena elogioso, es también peligroso, porque esa misma condición de símbolo nos hace pensar más en el símbolo que en el hombre, más en lo que representa que en lo que realmente es. En ese contexto advierto que no me interesa explorar el símbolo, sino al sujeto. Porque entre otras cosas creo que la desestructuración subjetiva de Evo está ubicada en el vértigo entre querer encarnar el símbolo y el hombre que simplemente es. Es un hombre que siempre está hablando del pasado, como lo hacen los abuelos que carecen de un presente. O habla de su infancia de niño pobre o de su vida sindical en el Chapare. Esto crea empatía con la gente y parece un recurso retórico efectivo, que se va desgastando por lo repetitivo que resulta. Pero más allá de ese desgaste discursivo revela a un hombre que se aferra a lo que fue ante la carencia de instrumentos propios con los cuales configurar una actualidad. ¿Quién es Evo Morales hoy? Esa es una pregunta para la cual él mismo no tiene ninguna respuesta.Aunque está rodeado de gente, está solo. Ha ido perdiendo a todos los amigos del camino con los cuales las rupturas son definitivas y lo único que le han dejado es un manto de desconfianza en sus relaciones con todas las personas que lo rodean. Desde dirigentes sindicales hasta ministros desprecia a todos; los considera sustituibles, sospechosos de corrupción, de deslealtad, de conspiración y esos son sentimientos que van corroyendo el optimismo, la irreverencia y la simpatía que siempre lo caracterizaron como personaje público. Su relación con las mujeres es tan catastrófica como su relación con los amigos. Su deseo por las mujeres ha sufrido un cambio rotundo, si antes una mujer de pollera como era Margarita Terán le podía quitar el sueño, hoy su modelo erótico de mujer es radicalmente distinto. El costo de este tránsito, donde la mujer de pollera indígena y gruesa no es más atractiva para él, sino la joven delgada y urbana ha significado también en su vida la pérdida de la posibilidad de construir relaciones duraderas y profundas con mujer alguna. Sus relaciones son esporádicas y utilitarias. El ajetreo cotidiano del Presidente de viajar de punto en punto, más allá de lo acertado o no como modelo de gobernar, nos habla de un hombre incapaz de sentarse en una mesa de trabajo a hacer un análisis profundo de nada. Todo está en manos de los que le rodean y su compulsión por entregar obras aunque sean de carácter municipal refleja un hombre que tiene una ansiedad que lo va corroyendo por dentro.Duerme poco, viaja mucho, habla mucho, repite constantemente lo mismo, escucha poco, analiza y repiensa casi nada y ha perdido el ejercicio de estar solo consigo mismo. Evo está transitando como ser humano un camino muy riesgoso; puede convertirse en la máscara de sí mismo, perder todo sentido de origen, de vulnerabilidad, de sensibilidad y hasta de racionalidad. El riesgo de Evo Morales es el extravío, al punto que podría convertirse en un monstruo con el corazón desfigurado por tanto poder, por tanta abundancia de todo, por tanta adulación y tan poca perspectiva de la realidad que lo rodea.Página Siete – La Paz