La muerte de Chávez es tan peligrosa como su supervivencia

José BrechnerBRECHNER_thumbCuando Hugo Chávez deje de existir, millones de venezolanos y de sus vecinos sentirán una profunda dicha. ¿Está mal?De acuerdo a la piadosa tradición ética judeocristiana, no hay que alegrarse por la muerte de nadie. Pero Chávez no cree en Dios, es un comunista pro islamista que saca a pasear a la virgen cuando le conviene. Peor aún, según los preceptos de sus amigos musulmanes, de quienes tanto aprendió, no sólo hay que celebrar la muerte de los enemigos, los infieles, sino que en el nombre de Alá deben de tratar de matar a la mayor cantidad posible para ascender al paraíso.O sea que a los comunistas y musulmanes les importa un corno la vida de los demás, pero los judíos y cristianos deben ser compasivos hasta con los criminales. Algo obviamente no encuadra en esa percepción tan opuesta de la vida y de la muerte. Tal como no encaja nada dentro de la obtusa mirada de la corrección política sobre la realidad circundante.Chávez aplaudió los asesinatos de civiles en ataques terroristas y dio su apoyo a los secuestradores de las FARC. Midiéndolo con la misma vara, su expiración debería ser motivo de regocijo. Pero los venezolanos, que sufren su fin como nación, no saldrán a festejar a las calles como hacen los musulmanes cuando matan a un cristiano. Celebrarán a escondidas porque el miedo no se acabará con la desaparición del émulo del Libertador. Nicolás Maduro se postulará a la presidencia pronunciando discursos de congoja para enaltecer al hombre que destruyó al país más rico del Caribe convirtiéndolo en el último en todo. Tal como sucedió con Cuba. Los médicos a cargo de Chávez son capaces de cortarle el aire justo antes de las elecciones para crear una atmósfera lúgubre y emotiva que conmueva al populacho. Detrás de esa melodramática pantalla, los seguidores de la dictadura chavista, terroristas y delincuentes, bajo el liderazgo de Tarek el-Aissami, el hombre fuerte de los iraníes en Venezuela, urdirán un complot, y tal vez una asonada, si pese al fraude electoral Henrique Capriles vence en la contienda.Maduro no goza del mismo apoyo que Chávez. Hasta genera rechazo en grupos afines al gobierno, por eso fue designado vicepresidente después de las elecciones. Su contrincante interno, Diosdado Cabello, el Presidente de la Asamblea Nacional o parlamento, tiene el sostén de las Fuerzas Armadas.Maduro ascendió de chofer de autobús a Ministro de Relaciones Exteriores, lo cual sería meritorio si no fuese porque los izquierdistas nombran a cualquiera para cualquier puesto sólo por apariencias. No obstante, Maduro es articulado, más sereno que Chávez, y es de cuidado. Lo que aprendió de política internacional se lo enseñaron los iraníes y los cubanos.Es el único de confianza de Chávez; conoce sus secretos. Él sabe dónde está la plata robada. Miles de millones que el coronel no puede meter en el ataúd. Tiene acceso a las armas que compraron de los rusos. Conoce de los artificios que lo pueden convertir en un ser temible.Es imposible que Chávez jure para su nuevo mandato a menos que lo haga entubado a un ventilador. Al coronel le falló el cálculo, creyó que con su estilo chabacano y su constitución a medida no habría oponente posible que lo retaría. Capriles no existía.No hay remordimiento antes de la muerte. Los autócratas, los criminales de guerra, los fanáticos religiosos y políticos, los llamados “idealistas”, no se arrepienten de sus actos. Están convencidos de que lo que hicieron era lo correcto, porque lo disfrutaron. Chávez no es la excepción, está procurando dejar “su legado” en manos de Maduro, tal como Fidel lo hizo en su hermano Raúl; Putin en Medvedev y viceversa; y en Corea del Norte los Kim. Debido a la división oficialista entre Maduro y Cabello, aritméticamente Capriles debería ser el nuevo mandatario, pero los comunistas son una raza opresora. El peligro de una dura embestida del brazo de Hezbollah-Venezuela está latente.