Andrés Oppenheimer
Un nuevo estudio sobre la corrupción en Latinoamérica contiene algunas cifras alarmantes: un promedio del 20 por ciento de la gente de la región dice que un policía o algún otro funcionario público le ha pedido un soborno en los últimos doce meses, comparado con un 5 por ciento en Estados Unidos, y un 3 por ciento en Canadá.
La encuesta del Barómetro de las Américas, realizada por la Universidad de Vanderbilt, cuyos resultados en detalle serán revelados el jueves en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Miami, muestran que en algunos países latinoamericanos como Haití, Bolivia y Ecuador, el número de personas que dicen haber recibido un pedido de soborno en el último año ha superado el 40 por ciento.
Esos tres campeones regionales de la corrupción están seguidos bastante de cerca por México, Perú y Honduras, donde el porcentaje de personas que dicen que algún policía o empleado público les ha pedido un soborno es del 31 por ciento, el 28 por ciento y el 26 por ciento respectivamente, según la encuesta realizada a 40.000 personas en 26 países.
Esta encuesta es uno de los mejores indicadores de la corrupción en los países, porque a diferencia de otras que miden la percepción de corrupción – preguntando a la gente cuánta corrupción hay en su país, algo que puede ser influenciado por los titulares del momento – ésta mide los incidentes concretos de extorsión que las personas han sufrido en carne propia.
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Entre los países que se encuentran en el medio de la tabla de las víctimas de corrupción están Argentina, donde alrededor del 20 por ciento de las personas dicen que les han pedido pagar soborno en los últimos doce meses, Colombia (con el 16 por ciento) y Venezuela (con el 15 por ciento).
Sorprendentemente, entre los países que están por debajo del promedio regional de corrupción se encuentra Brasil, donde la presidenta Dilma Rousseff ha despedido a más de media docena de ministros por sospechas de corrupción, y donde un mega escándalo de corrupción gubernamental que termino con una condena de diez años de prisión al ex alto funcionario del partido de gobierno José Dirceu ha dominado los titulares de los últimos dos años.
Un porcentaje relativamente bajo de brasileños, el 11 por ciento, dicen que les han pedido un soborno durante los últimos doce meses, revela la encuesta. El país más honesto de Latinoamérica es Chile, donde sólo el 6 por ciento de la gente dice que le han pedido un soborno, dice la encuesta.
Elizabeth J. Zechmaeister, una profesora de Vanderbilt a cargo de la encuesta que se realiza cada dos años, me dijo que el porcentaje de víctimas de corrupción en la región subió en el 2012, pero que no es una tendencia uniforme en todos los países.
“Los países que hicieron subir el promedio regional son Ecuador, Bolivia, Haití y Honduras”, me dijo. “Pero en Brasil, México y Argentina vemos una disminución de las víctimas de sobornos".
En Ecuador, las víctimas de sobornos se duplicaron en los últimos dos años, del 21 por ciento en el 2010 a 41 por ciento en el 2012. Inversamente, en Brasil la cifra cayó a la mitad, del 24 por ciento en el 2010 al actual 11 por ciento en el 2012, revela la encuesta.
¿Qué podemos aprender de estas cifras?, le pregunté a Ariel Armony, director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Miami y socio académico del estudio de Vanderbilt.
“Lo que muestran las cifras es que cuando la gente piensa que las instituciones son corruptas, es más proclive a pagar y aceptar sobornos”, dijo. “Por otra parte, cuando la gente ve que el gobierno reprime la corrupción, como en Brasil, la gente se comporta de forma más honesta”.
Mi opinión: Estoy de acuerdo. No es una coincidencia que, en momentos en que el gobierno de Brasil está reprimiendo la corrupción, el número de brasileños que fueron víctimas de sobornos se haya reducido a la mitad. Y no es una casualidad que Chile, que tiene instituciones fuertes, es el país latinoamericano con el menor número de experiencias de soborno.
Es cierto que hay muchas otras causas de corrupción, incluyendo el exceso de regulaciones gubernamentales y grandes burocracias. Cuantos más inspectores del gobierno hay, tantas más oportunidades hay de pedir sobornos.
Pero, en general, la corrupción empieza desde arriba, y se puede frenar desde arriba. No es un mal cultural, o biológico, que no se pueda curar.
La buena noticia es que Brasil, el país más grande de la región, está dando un ejemplo al combatir la corrupción desde el gobierno, haciendo que sus instituciones —y la división de poderes— funcionen. ¡Sería buenísimo que todos los vecinos de Brasil siguieran sus pasos!
El Nuevo Herald – Miami