Yoani Sánchez


Carlos Alberto Montaner

CarlosAlbertoMontaner Yoani Sánchez, a su pesar, tiene la clave. La prueba de que el gobierno de Raúl Castro no ha cambiado prácticamente nada, y continúa siendo un régimen incorregiblemente estalinista, es la organización de los actos de repudio contra la bloguera tras autorizar su salida del país.

A Yoani le han permitido ejercer su derecho a viajar –que nunca debió negársele–, pero llevándose con ella, tras ella, el acoso de la policía política, las amenazas, los gritos de los energúmenos que no le permiten hablar, exactamente como si estuviera en Cuba. Salió del país, en efecto, pero se llevó a cuestas la dictadura.



Lo único que falta es que la golpeen físicamente, algo que puede ocurrirle en cualquier momento, como le sucedió en Ginebra al activista Frank Calzón, a quien dejaron inconsciente sobre el pavimento de la sede de la Comisión de Derechos Humanos, a donde había acudido a denunciar los maltratos a los presos políticos.

La dictadura cubana, que copió y mantiene la estrategia de la extinta KGB contra todo aquel que disienta de la línea oficial, sostiene su "legitimidad" sobre lo que se conoce como un "mecanismo escolástico" calcado del modelo teocrático-católico del medievo, entonces auxiliado por la temida Inquisición:

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La verdad es lo que deciden las autoridades.

Los Castro son las autoridades y han descubierto todas las verdades.

Esas verdades pueden cambiar de acuerdo con la conveniencia de las autoridades.

Lo único que les está permitido a los súbditos es obedecer, confirmar y alabar el discurso de las autoridades.

Quien discrepa o disienta de esas verdades es un loco, un canalla que vende su conciencia y un agente del enemigo.

Por lo tanto, merece ser aplastado.

Para verificar la infalibilidad de las autoridades en los regímenes totalitarios, y para comprobar el carácter malvado de quienes disienten, se ponen en marcha lo que en la repugnante jerga policiaca, cargada de eufemismos, llaman "medidas especiales"

Yoani Sánchez, como tantos demócratas de la oposición, ha sido y será víctima de numerosas "medidas especiales" organizadas por un enorme cuerpo de la policía política dedicado a esos sucios menesteres, a cuya cabeza está situado el coronel de la inteligencia Rolando Alfonso Borges, jefe del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

¿Qué hace ese Departamento contra Yoani? La espía constantemente. Esparce rumores viles sobre su vida íntima. Trata de enemistarla con su entorno. Le coloca chivatos en su grupo que se disfrazan de amigos. Le inventa complicidades con delitos que nunca ha cometido. La insulta y trata de desacreditarla de mil maneras. Le organiza -como ahora tras su salida de Cuba- actos de repudio ejecutados por turbas del Partido Comunista reclutadas por otro brazo del Ministerio del Interior: el Instituto de Amistad con los Pueblos, creador de los numerosos Comités de Amistad con Cuba que existen en todo el planeta consagrados a instrumentalizar a los partidarios de la dictadura.

Quien quiera saber cómo funciona la policía política cubana y cuál es su estructura, le recomiendo vivamente que conozca cómo operaba la KGB soviética: los cubanos son discípulos aventajadísimos. Para eso hay un libro fundamental, The Sword and the Shield: The Mitrokhin Archive and the Secret History of the KGB.

Vasili Mitrokhin era uno de los archiveros de la KGB y huyó con muchos de sus papeles tras la debacle de la URSS a principios de los noventa del siglo pasado. Mitrokhin consiguió asilarse en Londres y, con la colaboración del historiador Christopher Andrew, publicó dos tomazos fundamentales. El otro se titula The World Was Going Our Way: The KGB and the Battle for the Third World. De ambos hay traducciones al español.

Reitero la premisa de este artículo porque me parece fundamental: el significado último de la persecución a Yoani Sánchez es que en la Cuba de Raúl Castro todo sigue igual. Continúa mandando la policía política, se mantiene incólume el estalinismo, y no existe la menor intención de crear espacios de libertad en los que los demócratas puedan expresar sus ideas. Todo lo que ha hecho Raúl Castro es alargar un poco la cadena.

El País – Montevideo


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