Evo Cumple, ¿Bolivia Cambia?

Erika Brockmann Quiroga

ERICKA Debiera preocupar la opacidad y la falta de información sobre el destino de más de 500 millones de dólares generosamente distribuidos durante los últimos siete años. Durante la interpelación, ninguna de estas debilidades fue discutida seriamente

Más que derivar en la censura y la renuncia de un Ministro de Estado, un acto interpelatorio debiera apuntar a visibilizar un debate plural que conduzca a la modificación o ajuste de una política de gobierno. Este principio no se cumplió en el caso de la interpelación al programa presidencial “Bolivia Cambia, Evo Cumple”. Lamentablemente, la interpelación sirvió para dar rienda suelta a prácticas que, desde hace muchos años, el país debiera erradicar para honrar un verdadero cambio.



Conviene aclarar que somos varios los que, desde la política y la academia, hace mucho tiempo alzamos la voz para preguntar sobre el polémico programa que recién entró en la agenda pública y noticiosa al ser denunciado por Samuel Doria Medina en un clima polarizado y prematuramente electoralizado.

Desde una visión crítica al hiper presidencialismo, el programa no es otra cosa que un dispositivo que profundiza las deformaciones del sistema de gobierno presidencialista, exacerba el clientelismo prebendal y el personalismo autocrático que, legitimado por el voto, goza de buena salud en la región. Programas similares fueron encarados por Fujimori en el Perú, y otros mandatarios independientemente de tendencias ideológicas. Intervenciones de este tipo no contribuyen a la construcción de una institucionalidad que permita superar las debilidades de la gestión de los municipios a los que favorece, especialmente de aquellos con limitada capacidad de ejecución presupuestaria y cuya población aplaude la generosidad presidencial.

Administrativa y financieramente funciona con una serie de procedimientos administrativos discrecionales que le otorgan al Presidente una serie de ventajas dado que aceleran trámites de inscripción y adjudicación de proyectos, las más de las veces improvisados poco amigables con principios de transparencia. Procedimientos excepcionales que a cualquier alcalde le costaría el congelamiento de fondos y el estigma de corrupto. El Presidente está liberado de estos riesgos políticos y administrativos; sus decisiones están más allá del bien y el mal.

El programa no sólo desordena el proceso de consolidación de la gestión autonómica subnacional, sino que coloca al Presidente en un rol incompatible al de un Estado con autonomías. Evo Cumple emblematiza la mediación prebendal, convirtiendo al presidente Evo en un verdadero Padre Proveedor o Alcalde mayor al que todos agradecen sin considerar que ello ha demandado 2.500 viajes en seis años a fin de cumplir con el ritual de entregar cheques e inaugurar obras, funciones, no necesariamente presidenciales.

Si bien quienes lo defienden señalan que las obras serían producto de la demanda de la gente, eso ocurre especialmente en municipios mayoritaria y políticamente alienados al MAS, lo cual no necesariamente garantiza el impulso de proyectos de alta prioridad para revertir índices de pobreza y el acceso a servicios de calidad. Como efecto colateral perverso para la democracia plural, este acto interpelatorio confirmó el inminente encarecimiento de la política y la consiguiente desigualdad de la competencia electoral. El programa se ha convertido en una suerte de partida de gastos reservados al manejo discrecional de los candidatos montados en el caballo del corregidor.

Debiera preocupar la opacidad y la falta de información sobre el destino de más de 500 millones de dólares generosamente distribuidos durante los últimos siete años. Durante la interpelación, ninguna de estas debilidades fue discutida seriamente a fin de reconducir un programa que, técnica y socialmente, podría ser un puntal para impulsar la publicitada Agenda Patriótica 2025 o al menos para demostrar que, en temas de transparencia, Bolivia Sí Cambia.