Reflexiones julianas: paceñidad y ruralismo

Erika Brockmann Quiroga

ERICKA El enfrentamiento registrado hace unos días en la Asamblea Legislativa Departamental de La Paz en torno a la aprobación de su Estatuto Autonómico  visibiliza tensiones que superan las contradicciones coyunturales  generadas por una presencia dominante del MAS. Y es que, a propósito del mes aniversario departamental de esta generosa parte del país, me atrevo a compartir una hipótesis que hace  tiempo invade mis reflexiones. Me explico.

Creo que por distintas razones  La Paz, no constituyó Región como departamento. Ello implica no haber tejido sentimientos de pertenencia, integración y una visión de  desarrollo y futuro compartido en su vasto territorio. Pareciera que hoy se viven las consecuencias de una larga tradición “hoyadacentrista” que la condición de sede de gobierno y la lógica post 52  ha generado. Me refiero a la desarticulación del entorno rural, al estancamiento de su impulso económico productivo y a la profundización de exclusiones  y localismos extremos que, en la actual coyuntura,  han dado rienda suelta a expresiones anti-urbanos y anti vecinos. Tensiones que se expresan en el discurso de una mayoría rural aplastante en la Asamblea Departamental,- solo 8 de 45 asambleístas serian representantes del área metropolitana-  hecho que  inhibe expresar la vitalidad y el  cumplimiento del rol que debieran tener las ciudades de La Paz y de El Alto,  que juntas constituyen  una de las metrópolis más pobladas  y dinámicas del país.



¿Qué es eso de Hoyadacentrismo? Algunos hechos lo ilustran ¿no es la creación de la universidad pública alteña -UPEA- resultado de una visión “hoyada céntrica” de una de las más prestigiosas universidades del país, que paradójicamente anidaba en su seno, la gestación de corrientes de pensamiento indianistas e indigenistas interpelando la exclusión histórica neocolonial?

Las disputas  limítrofes que asedian a la sede de gobierno y la dificultad de consolidar una región  metropolitana que sea el motor del desarrollo integral de todo el departamento, proyectándolo  hacia el Pacifico,  así como las persistentes tensiones irresueltas entre Caranavi y Palos Blancos – no olvidemos la disputa en torno a la planta de cítricos-, y de la provincia Manco Kapac a propósito de la construcción del puente sobre el estrecho de Tiquina, son reflejo  del  débil y fragmentado liderazgo paceño. Esta realidad plantea problemas y desafíos que  trascienden  la aparente y  monolítica cohesión del MAS en las provincias y las tensiones que le provoca al poder central la presencia gravitante de liderazgos de la oposición en la población mayoritariamente urbana del Departamento.  

En la gestación del publicitado Pacto por  La Paz, ¿se habrá tomado conciencia de estas  debilidades de larga data que experimenta el departamento? ¿Será posible  revertir el poder de sectores organizados no productivos  y dar más fuerza a sus emprendedores urbanos y rurales que demuestran una gran potencialidad? ¿Estará La Paz preparada para corregir las distorsiones   de un mundo rural sobre representado en la Asamblea Paceña que parece cobrarle factura a decenios de hoyadacentrismo? El desafío radica en revertir estas desviaciones que impiden mirar y construir a La Paz del siglo XXI. La reforma política electoral de su sistema de representación política y un pacto productivo hacen parte de este reto.