Víctor Hugo Cárdenas*
A fines de 2013 debía realizarse el censo agropecuario. Tras el estruendoso desmoronamiento del censo de población y vivienda de 2012, sería insensato pensar en su ejecución. El INE tropezó con las mismas piedras del censo del año pasado: inexistencia de un personal idóneo y apartidista, ausencia de conducción profesional y decisión política del más alto nivel, tareas preparatorias retrasadas y levantamiento cartográfico incierto.
No sabremos la calidad del censo de 2012. El INE y el Gobierno tuvieron éxito en eludir el necesario muestreo poscensal para saber el grado y el alcance de la cobertura y la consistencia del llenado de boletas. Los voceros gubernamentales ocultaron la necesidad de saber si fue un censo excelente, regular o un fracaso. Por sus resultados, sabemos que no fue un éxito. Las cenizas del censo fracasado y la polvareda de la ineficiencia técnica impiden pensar en la realización del Censo Agropecuario.
Al no saber la calidad del anterior censo de población y vivienda, el Gobierno nos impondrá los datos de una fotografía movida y borrosa. Es más, por las informaciones conocidas, podemos deducir el maquillaje de los datos para eludir dos grandes conflictos: la reasignación de escaños parlamentarios y la construcción del pacto fiscal. Los resultados censales sin credibilidad técnica, social y política configuran una fotografía alejada de la verdadera naturaleza social, demográfica y estadística de Bolivia y sus necesidades. Por tanto, podemos anunciar dos tragedias nacionales: ¡Adiós a la posibilidad de la construcción seria de políticas públicas sociales, económicas, culturales, políticas e institucionales! ¡Adiós al debate electoral fundado en informaciones serias y válidas!
Otra vez se sobrepusieron los intereses del prorroguismo electoral, el miedo a la redistribución de escaños parlamentarios, al pacto fiscal y el rencor contra los departamentos críticos al gobierno.
*Ex vicepresidente de Bolivia
El Deber/Séptimo Día